Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

¿Qué es una ciudad inteligente en la práctica?

Hace aproximadamente un mes les planteaba en este mismo espacio la duda sobre si los territorios inteligentes eran una moda pasajera, fruto de las estrategias de marketing de las multinacionales del sector de la tecnología, o eran en realidad una necesidad manifiesta propia de las aglomeraciones urbanas, sometidas cada vez a una mayor presión demográfica y a una demanda creciente de los servicios públicos, en términos de calidad y cantidad. Salvada esta cuestión, y habiendo quedado claro que las ciudades se enfrentan al reto de transformar sus infraestructuras y servicios públicos para hacerlos más eficientes, sostenibles e interactivos, y que la tecnología juega un papel destacado como elemento tractor de esta transformación, parece que ha llegado el momento de hacernos la pregunta, pero, ¿qué es una ciudad inteligente en la práctica? ¿como puede la tecnología aplicada a una ciudad mejorar mi calidad de vida?

Son innumerables las iniciativas concretas que pueden desarrollarse para transformar una ciudad por medio del uso intensivo de la tecnología, su priorización vendrá determinada por el grado de madurez tecnológica de la ciudad, condiciones socio-económicas y necesidades medioambientales específicas. En términos generales, las iniciativas de transformación tecnológica que se desarrollen en una ciudad pueden ser de tres tipos (atendiendo al impacto directo que su ejecución tiene en sus ciudadanos): iniciativas de tipo estructural (sin impacto directo en los ciudadanos), iniciativas orientadas a la eficiencia y la sostenibilidad (pueden tener un impacto indirecto en los ciudadanos, en términos de mayor eficiencia o menor coste de prestación de los servicios) e iniciativas orientadas a la interactividad (suelen tener un impacto directo en el ciudadano, ya que lo hacen partícipe de la prestación del servicio público por medio de la tecnología).

El primer grupo, a pesar de ser el que menor interés despierta desde el punto de vista de los ciudadanos (no tiene impacto directo en nuestra calidad de vida) es quizás uno de los elementos clave para el desarrollo de un proyecto de ciudad inteligente ya que son los cimientos sobre los que se desarrollarán el resto de iniciativas. Estamos hablando principalmente de la infraestructura de telecomunicaciones de la ciudad (red de fibra óptica, radio enlaces de alta capacidad y cobertura de servicios de banda ancha móvil, que den soporte a las comunicaciones entre todos los elementos de una ciudad inteligente), de la infraestructura de procesamiento y almacenamiento de información (el centro de proceso de datos debe ser robusto y tolerante a fallos para soportar algunos de los sistemas críticos de la ciudad) y de la plataforma de ciudad, que es el sistema informático que procesa toda la información que recibe de los distintos elementos desplegados en la ciudad. Las infraestructuras de telecomunicaciones y de procesamiento y almacenamiento de datos son los cimientos sobre los que se construye una ciudad inteligente.

El segundo grupo es el que concentra el mayor número de iniciativas que, aunque no siempre tienen un impacto directo en la calidad de vida de los ciudadanos, no cabe duda de que contribuyen de manera significativa a multiplicar los indices de eficiencia y sostenibilidad de las ciudades. Pensemos por un momento en el valor que tiene el agua en algunas zonas del planeta, y por que no, en Canarias. Estamos pasando unas semanas de frecuentes lluvias en Las Palmas de Gran Canaria, seguro que muchos de ustedes se habrán preguntado, ¿y los días que llueve también se riegan los parques públicos? La tecnología tiene una respuesta para esto, si usas las herramientas adecuadas solo regarás con el agua estrictamente necesario en cada momento. Un sencillo sistema basado en pluviómetros digitales desplegados en diferentes puntos de la ciudad, sistemas electrónicos de control de riego en cada parque y un sistema informático con el mapa de especies vegetales es todo lo que una ciudad necesita para pasar de regar en base a una planificación rígida a regar en función de las circunstancias cambiantes de la ciudad. El ahorro estimado en agua de riego por la utilización de este tipo de sistemas es del 15%.

Otro ejemplo concreto de iniciativas que contribuyen a una mayor eficiencia en la prestación de los servicios públicos es la transformación digital del servicio de recogida selectiva de basuras. Esta transformación pasa por incorporar a cada contenedor un pequeño sensor que realiza y transmite lecturas del nivel de llenado y por embarcar en los vehículos de recogida sistemas GPS y dispositivos de navegación. El sensor transmite cada cierto tiempo (generalmente cada 10 o 15 minutos) información del nivel de llenado de los contenedores. Al inicio de la jornada un ordenador calcula las mejores rutas de recogida (en función del nivel de llenado de los contenedores). Si durante el recorrido de dichas rutas se produjeran variaciones significativas del nivel de llenado de alguno de los contenedores el sistema podría re-calcular las rutas y enviar los nuevos recorridos en tiempo real a los sistemas de navegación embarcados en los vehículos. Este tipo de soluciones tienen un elevado impacto en el número de kilómetros de recogida, pero también contribuye a evitar situaciones de reboso de los contenedores. Además, como mejora al sistema, los sensores pueden estar preparados para detectar también vibraciones o humo (que se asocian generalmente con actos vandálicos) y en ese caso transmitir de inmediato la señal al centro de control de la ciudad.

Pero es en el tercer grupo de iniciativas donde se encuentran aquellas que impactan en mayor medida en nuestro día a día contribuyendo a una mayor calidad de vida real. Por ejemplo, en el ámbito del transporte público, ¿que les parecería que la guagua siempre tardase el mismo tiempo en hacer un recorrido? Las Palmas de Gran Canaria ya ha implantado la tecnología en sus servicio de Guaguas Municipales que nos permite saber, desde nuestro teléfono móvil, cuanto tiempo falta para que llegue una guagua a la parada (esto, por cierto, es también una iniciativa de ciudad inteligente), pero eso nos dice poco del tiempo que tardaremos en llegar a nuestro destino. La ciudad cuenta ya con una gran cantidad de carriles bus que priorizan el transporte público, pero estos carriles están, con frecuencia, interceptados por cruces semafóricos. Un sistema de movilidad inteligente debería priorizar el transporte público en los cruces semafóricos, de tal manera que, cuando una guagua se estuviera aproximando a una semáforo, este cambiase a verde, de esta manera podríamos conocer con un elevado nivel de precisión el tiempo hasta nuestro destino.

Se ha demostrado que, aproximadamente, el 20% del tráfico de superficie de una ciudad se corresponde con vehículos que están buscando un aparcamiento. La tecnología actual permite, con un coste razonable, conocer en tiempo real el número de plazas disponibles en una calle, bien por reconocimiento de imágenes o bien por medio de la introducción de sensores individuales. Esta información, debidamente tratada y presentada a través de aplicaciones web o móvil puede proporcionar a los ciudadanos una información muy valiosa acerca de la posibilidad que tienen de encontrar aparcamiento en una zona o calle de la ciudad en un momento concreto, e incluso proyectar esta información a un día y hora concretos (a partir de modelos matemáticos). Si además se combina con bases de datos de aparcamientos públicos y e información de los servicios de transporte colectivo puede ayudar a los ciudadanos a realizar unos desplazamientos más eficientes y respetuosos con el medio ambiente y a reducir significativamente los niveles de tráfico de la ciudad, con el impacto que ello tiene para conductores y peatones.

El camino que una ciudad debe seguir para ser, cada día, una ciudad más inteligente no es solo responsabilidad de la administración, aunque si es responsabilidad de la administración generar el ecosistema que favorezca el desarrollo de nuevas y mejores soluciones de ciudad inteligente. Uno de los ingredientes de este ecosistema lo forma el portal de datos abiertos de la ciudad, al que deben ir sumándose todas las nuevas iniciativas que se desarrollen de tal forma que toda la información que se genera en el marco de dichas iniciativas quede a disposición, en tiempo real, de sus ciudadanos para que estos puedan así ser más conscientes e interactuar con los servicios e infraestructuras públicas, que es, en definitiva, uno de los elementos que define a una ciudad inteligente.

Hace aproximadamente un mes les planteaba en este mismo espacio la duda sobre si los territorios inteligentes eran una moda pasajera, fruto de las estrategias de marketing de las multinacionales del sector de la tecnología, o eran en realidad una necesidad manifiesta propia de las aglomeraciones urbanas, sometidas cada vez a una mayor presión demográfica y a una demanda creciente de los servicios públicos, en términos de calidad y cantidad. Salvada esta cuestión, y habiendo quedado claro que las ciudades se enfrentan al reto de transformar sus infraestructuras y servicios públicos para hacerlos más eficientes, sostenibles e interactivos, y que la tecnología juega un papel destacado como elemento tractor de esta transformación, parece que ha llegado el momento de hacernos la pregunta, pero, ¿qué es una ciudad inteligente en la práctica? ¿como puede la tecnología aplicada a una ciudad mejorar mi calidad de vida?

Son innumerables las iniciativas concretas que pueden desarrollarse para transformar una ciudad por medio del uso intensivo de la tecnología, su priorización vendrá determinada por el grado de madurez tecnológica de la ciudad, condiciones socio-económicas y necesidades medioambientales específicas. En términos generales, las iniciativas de transformación tecnológica que se desarrollen en una ciudad pueden ser de tres tipos (atendiendo al impacto directo que su ejecución tiene en sus ciudadanos): iniciativas de tipo estructural (sin impacto directo en los ciudadanos), iniciativas orientadas a la eficiencia y la sostenibilidad (pueden tener un impacto indirecto en los ciudadanos, en términos de mayor eficiencia o menor coste de prestación de los servicios) e iniciativas orientadas a la interactividad (suelen tener un impacto directo en el ciudadano, ya que lo hacen partícipe de la prestación del servicio público por medio de la tecnología).