A Antonio Castro se le podría ir habilitando un hueco entre los perritos del escudo de la Comunidad Autónoma dada su eterna permanencia en el Gobierno de Canarias. Es cacique de tono menor, un perito agrícola de La Palma al que bien pudo enviar Saavedra al Servicio de Extensión Agraria de Antigua cuando el PSOE empezó a gobernar las Islas. Pero la generosidad, que es fallo y también grandeza, de Saavedra hizo que pudiera ir a La Palma donde montó un emporio de corte caciquil. Y el martes, el portavoz del Gobierno pronunció esa palabra -“caciquil”- que antes pronunciara Román Rodríguez para describir la operación casinos. El término queda mal en su boca y peor que se aferre a la legalidad para explicar tan feo asunto, que una cosa es idear un proyecto y pulirlo según dicte la ley y otra buscarle a ésta las vueltas para clavársela por la escuadra. Pero es lo que tiene la mediocridad: deviene en males mayores y más notorios.