Está pasando unos días de disgusto el delegado del Gobierno en Canarias, José Segura, como consecuencia de su viaje el sábado a El Aaiún, invitado por las Cámaras de Comercio para inaugurar la línea regular de Binter entre Canarias y esa ciudad saharaui. O marroquí, que andamos despistados todavía. Segura reconoce que aquello fue una imprudencia, por más que insista en que en todo momento advirtió a los organizadores de que su presencia allí no revestía rango institucional. En Madrid la cosa derivó en gran cabreo de la vicepresidenta, dicen en la Villa y Corte, pero la sangre no llegó al río en ningún momento. A Segura le pudo el vicio por el transporte aéreo, faceta en la que se especializó durante sus años de diputado. El PP, mientras, en boca de aquel famoso diputado que montó el numerito en Cuba, ha pedido la cabeza del delegado del Gobierno, lo que seguramente lo ha vuelto a blindar.