Fabio García Saleh, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, irrumpe en el panorama literario con El banquete de las brujas (Editorial Almuzara), una novela que fusiona arte, historia, mitología y esoterismo. Pero el verdadero motor de la obra es una urgente reivindicación: rescatar del olvido a Jesús Arencibia, pintor grancanario monumental y muralista de profunda sensibilidad.
La historia arranca con la llegada de un joven arquitecto madrileño, de origen isleño, que regresa a Gran Canaria en busca de sus raíces. En el avión conoce a Rafael, un anciano culto y en las primeras fases del alzhéimer, que le revela un sorprendente secreto: los murales de Jesús Arencibia, pintados en iglesias y espacios públicos durante la dictadura, contienen mensajes cifrados y símbolos heréticos entre escenas aparentemente costumbristas. A partir de ese momento, ambos se embarcan en una búsqueda que transforma la isla en un tablero de enigmas, donde paganismo y cristianismo, tradición y ocultismo, se entrelazan bajo las capas del tiempo.
Más que una novela de misterio, El banquete de las brujas es un viaje de iniciación, tanto para sus personajes como para el lector. La relación entre el joven protagonista y Rafael evoluciona hacia una simbiosis emocional: mientras el primero encuentra un guía para descifrar los secretos del pasado, el segundo combate el olvido ejercitando su memoria a través del arte, la conversación y la poesía. “Hay ladrones de viviendas y de recuerdos: los primeros roban en las casas de sus víctimas, y los otros, en sus cerebros”, dice Rafael en uno de los pasajes más conmovedores.
La novela tiene una estructura episódica, casi de novela por entregas: cada capítulo gira en torno a un mural, cada pintura se convierte en una pista, y cada diálogo, en una reflexión sobre el arte, la historia y la memoria. Aunque de ficción, la obra está salpicada de personajes reales del panorama cultural y religioso canario, como Rouco Varela, Ramón Echarren, Sebastián Hernández Gutiérrez, Néstor Álamo o Matías Vega Guerra. Este mestizaje entre lo real y lo literario confiere al relato un tono casi documental, sin perder nunca la tensión narrativa.
El centro de gravedad de la novela es la obra de Jesús Arencibia, un artista monumental, prácticamente olvidado fuera del ámbito académico. Nacido en Tamaraceite, Arencibia dejó un impresionante legado mural en iglesias, escuelas y espacios civiles, pero muchos de estos trabajos se encuentran hoy en un estado de conservación alarmante. Hace pocas semanas, varios medios locales denunciaban el deterioro de los murales de la antigua Ermita de Santa Catalina del Pueblo Canario. La novela se convierte así también en una llamada de atención: “Salvar su obra es salvar una parte esencial de la memoria canaria”, defiende el autor.
Fabio García ya había explorado el poder oculto del arte y la literatura en obras anteriores como El tesoro oculto del Conde de Montecristo —un ensayo masónico que revela cómo la famosa novela de Dumas responde a las grandes preguntas de la humanidad, como la búsqueda de la felicidad—, y Revelaciones ocultas, donde indaga en la relación simbólica entre Néstor Martín-Fernández de la Torre y Salvador Dalí. Con El banquete de las brujas, da un paso más allá. La obra no es solo una novela; es también una guía cultural, un ensayo disfrazado de thriller, y un homenaje a la Gran Canaria oculta bajo capas de pintura. Una obra que desafía al lector a mirar más allá de la superficie, más allá de la arena y el sol.
Como dice uno de los personajes: “Los tesoros más valiosos son los que están enterrados a más profundidad”. Quizás también lo estén en los muros de una ermita olvidada, esperando a que alguien los descifre.