Daguerrotipo de la izquierda de la izquierda: una mirada canaria al final del franquismo y la transición

En la etapa final del franquismo y los comienzos de la transición democrática en Canarias destaca un pequeño partido con un enorme activismo y un elevado nivel en sus cuadros políticos. Nacido OPI (Oposición de Izquierdas), un movimiento crítico con el devenir del entonces partido hegemónico de la izquierda, el PCE de Santiago Carrillo, pasa en pocas fechas a ser Partido de Unificación Comunista en Canarias (PUCC). Una organización que integraron en su momento muchos de los políticos recientes y no tanto de muy distintas formaciones, incluso de las llamadas emergentes. Sería parte importante de la constitución de Unión del Pueblo Canario (UPC) a finales de los años setenta del pasado siglo, y se disolvería, ya con otro formato y otro nombre (UNI) a comienzos de los noventa.

Los primeros años fueron de organización y lucha obrera, de clandestinidad, de fuerte presencia en la insurgente universidad, que tantos dolores de cabeza proporcionaba al régimen franquista con su capacidad de movilización y protesta; una protesta que surgía en medio del miedo y del impuesto silencio colectivo.

Una actividad tan frenética como arriesgada de apenas algo más de un par de centenares de militantes. En medio de un régimen franquista que daba sus últimos coletazos con una gran represión sobre lo poco de oposición organizada que había en esos momentos.

Por las comisarías y cárceles pasaron decenas de sus militantes y varios fueron objeto de palizas y torturas. Otros, como Fernando Rodríguez Junco, tuvieron que exiliarse para evitar lo peor.

Como expresara la poetisa nicaragüense Gioconda Belli:

“…me seguían

del amanecer al amanecer

espiaban

ambulaban por la acera de mi casa

estacionaban sus carros en la esquina

y andaban tras de mí por toda la ciudad,

por todas sus calles, sus esquinas y semáforos

me seguían con sus caras llenas de

displicencia y torturas“.

Era el período de los nombres de guerra (nombres falsos de los militantes para prevenir que, si resultaban detenidos y les obligaban a cantar mediante torturas, no fuera fácil identificar a las personas afectadas), las citas clandestinas en viviendas y la preocupación permanente por no ser detenido.

Todo ello tuvo dolorosos costos personales: detenciones, torturas y hasta muertes en manos de la policía, como la del obrero Antonio González Ramos por el comisario José Matute, uno de los representantes más genuinos de la brutalidad policial del régimen en el Archipiélago. Corría entonces el mes de noviembre del año 1975.

CCOO

Antonio González Ramos, un obrero que había trabajado en la emigración en Alemania, donde formó parte del PCE, decidió regresar a su isla donde ejerció como activo militante sindical de CCOO, organización que ayudó a crear en Tenerife.

“Entró a trabajar en la fábrica de tabacos de Philips Morris y con otros compañeros -recuerdo ahora a Chicho Montesinos y a Luis Molina- fue despedido por reclamar mejores condiciones de trabajo, y entonces se reencontró con los suyos, en el Partido de Unificación Comunista de Canarias, del que se hizo militante un año antes de la muerte de Franco”.

Esto cuenta el periodista Julián Ayala en un artículo conmemorativo, señalando que también trabajó “en el movimiento vecinal, en el barrio de La Laguna donde vivía, haciéndose acreedor al cariño y respeto de sus convecinos”.

Para Pablo Ródenas, ex secretario político del PUCC, la execrable tortura y asesinato de Antonio —el 30 de octubre de 1975, en Tenerife, a manos de José Matute, un karateca y comisario-jefe de la represora policía política de la dictadura— “fue muy relevante para la formación de la conciencia democrática antifranquista, en Canarias y en España. Llegó a conmocionar hasta a las minorías democráticas de la judicatura y de la policía, que las había. Y también fue un impulso importante para ratificarnos en la necesidad de la creación del PUCC. Pero no creo que pueda decirse que fuera el hecho decisivo. Hubo muchas razones más, que venían de atrás. Porque las personas que lo fundamos teníamos ya una trayectoria de lucha contra la dictadura y la decisión de constituirnos en partido estaba siendo debatida con anterioridad”.

Antes habían sido Oposición de Izquierdas (OPI), una escisión estatal del PCE tras el VIII Congreso del partido (1972), celebrado en el norte de Francia. Compiten con la enorme variedad de siglas de la multiplural izquierda de entonces, con partidos de todas las tendencias desde los socialdemócratas a los marxistas leninistas, pasando por los maoístas, prosoviéticos, luxemburguistas y trotskistas. Y el revisionista PCE de Carrillo.

De la original OPI –que contó, entre otros, con el aporte del socialista Santiago Pérez, hoy en XTenerife-NC- pasa a constituirse como Partido de Unificación Comunista en Canarias (PUCC), manteniendo una privilegiada relación en el ámbito estatal con el Movimiento Comunista (MC). Más tarde lo modificarían por Partido de Unificación Comunista de Canarias, que no es lo mismo ni es igual.

Antonio Cubillo, desde su emisora en Argel, los fustigaba con mucha frecuencia, jugando con las siglas en sus soflamas radiofónicas y denominándoles “Partido Universitario Contra Canarias”. Nunca hubo buena sintonía entre el PUCC y el MPAIAC, ni en la interpretación del nacionalismo ni en la justificación del uso de la violencia.

Autonomía de los Movimientos Sociales

Tras el final del franquismo se tuvo que conformar un nuevo sistema de partidos, de sindicatos de trabajadores y de nuevas organizaciones en los frentes de lucha que se iban abriendo. Porque en cuanto se reconocieron los mínimos derechos y libertades se gestaron esas realidades. Entre otros, la organización autónoma del feminismo y del estudiantado, del movimiento vecinal y del ecologista. En fin, también el anti-militarismo, algo más tarde.

Pablo Ródenas asegura que “estuvimos siempre que pudimos en el origen y consolidación de todos esos movimientos, junto con muchísima más gente entusiasta. Y siempre defendimos su autonomía como una cuestión de principios irrenunciable, negándonos a secundar los intentos de instrumentalización, que ni fueron ni son pocos. Una cosa es ayudar a dirigir, que es necesario, y otra imponer el dirigismo, o peor aún, fomentar las luchas por el poder y los protagonismos. Entonces y ahora, repito. Es lo más inaceptable de muchas actitudes políticas”.

Ródenas recuerda que “estuvimos presentes hasta en la primera asociación ganadera autónoma de las Islas. Incluso en la actividad periodística y en la teórico-política (desde la artesanal revista Banot, a finales de los setenta, al apoyo a Disenso como revista independiente de análisis y opinión, que fue una esplendida realidad en cuya fundación estuvieron Tony Murphy, Enrique Bethencourt y Julián Ayala). Eran, y algunas siguen siendo, iniciativas surgidas desde abajo”.

Elecciones 77

Tras el referéndum sobre la reforma política convocado por Adolfo Suárez, en junio de 1977 acuden a las elecciones generales de manera diferenciada en las dos circunscripciones canarias. Al igual que otras formaciones de la izquierda de la izquierda aún no estaban legalizados.

En Las Palmas lo hacen con el denominado Frente Democrático de Izquierdas (FDI), una alianza estatal con el PTE y la ERC. Esta última es la única que consigue acceder al Congreso de los Diputados con un acta, por Barcelona, la del histórico Heribert Barrera que más tarde, en 1980, sería el primer presidente del Parlament tras el regreso de la autonomía catalana.

En Santa Cruz de Tenerife concurren en Izquierda Canaria Unida, junto a PTE y ORT. Cuentan que en la campaña uno de los candidatos del PTE, venido allende los mares y que ahora es un importante empresario en Andalucía, se empeñó en aleccionar a los pocos asistentes a un mitin en La Gomera sobre la necesaria adopción de medidas frente a las heladas y nevadas, ante el asombro de los asistentes. Pero igual se trata de una leyenda urbana (o rural, vaya usted a saber).

El fracaso electoral de ambas listas –en las que había dirigentes que luego tendrían relevancia y actividad institucional en el futuro, como Arcadio Díaz Tejera, Enrique Caro o Francisco Tovar- confirma el escaso arraigo social de la organización (y de las que le acompañaban en las respectivas planchas), como les pasaría a todas las fuerzas de la izquierda de la izquierda de entonces. FDI apenas consigue 1.476 papeletas (0,52%), mientras que ICU supera las 4.100 (1,56%).

En el ámbito estatal, le sucedió incluso al propio PCE, que fue desbordado ampliamente por el PSOE de Felipe González, pese a que los socialistas tuvieron un escaso papel, casi anecdótico, en la oposición al franquismo, hegemonizada por los comunistas.

Mientras, en las referidas elecciones de junio de 1977, Pueblo Canario Unido (PCU) logra un buen resultado en Las Palmas (17.717 votos; 6,25%), aunque la lista encabezada por Carlos Suárez, el látigo negro, no consigue ningún escaño. En realidad estuvo muy lejos de alcanzarlo, ante los 187.254 votos de la UCD (64,74%) y los 39.616 (13,70%) del PSOE; PCU hubiese necesitado duplicar sus papeletas.

Se trató, probablemente, de uno de los más graves errores políticos del PUCC. Su dirección tomó esa decisión en el último momento y claramente dividida entre sensibilidades más o menos propensas al nacionalismo.

Por una parte estaban los que se posicionaban en postulados clásicos del marxismo, incapaces de entender la cuestión nacional. Por otra, un sector que defendió la confluencia en PCU –entre los que se encontraban Pablo Ródenas, y Enrique Caro-, y fue derrotado, con visión mucho más amplia del marxismo y de la realidad específica canaria; y que iría ganando posiciones en el futuro.

Para Enrique Caro y Chari Armas la decisión se toma sin tener en cuenta la posición mayoritaria, casi unánime, de la organización en Gran Canaria. Y causa una auténtica conmoción interna. “Nos enteramos casi al final de que nos quedábamos fuera. Tenerife lo tenía poco claro, porque no lo vivía”, asegura Chari Armas.

Congreso

El primer Congreso del PUCC, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en el año 1977 se resuelve con la salida de una decena de militantes, identificados con el modelo de la Unión Soviética y que, mayoritariamente, se integran en las Células Comunistas de Fernando Sagaseta.

Los militantes que abandonan la organización –entre ellos Óscar Millares, Justo Cano, José Carlos Falcón, Jesús Mateos, Marian Navarro, Justo Figueras y Encarnación Mateos- señalan en un escrito que no pueden militar en una organización que niega la concepción leninista de construcción del socialismo “y como consecuencia tergiversa la realidad socialista en la Unión Soviética y su práctica internacionalista”.

La intervención de Sagaseta en este cónclave fue muy dura, considerando que era un grave error, una enorme traición a los ideales comunistas, renegar de la URSS y de sus logros para el campo socialista y para el conjunto de la humanidad.

El tiempo terminaría corroborando de forma más que fehaciente que aquel régimen tenía poco de socialista, nada de humano y mucho de autoritario, corrupto e insostenible. Y demostraría, también, que sus apasionados defensores no estaban dispuestos a la más mínima autocrítica. Nunca la hicieron.

En el referéndum constitucional de diciembre de 1978 apuestan por la abstención. Para el que era su secretario general, Pablo Ródenas, no podían llamar al voto negativo dado que se trataba de una Constitución democrática en muchos sentidos, especialmente los artículos 14 a 29 del Título I sobre derechos y libertades. “Y también porque la Disposición adicional tercera nos garantizaba a los canarios el derecho a un régimen fiscal propio, lo que es algo también fundamental para nosotros. Pero tampoco podíamos llamar al voto positivo. Porque esa misma Constitución imponía normas no democráticas”.

Entre los aspectos cuestionables, Ródenas señala “la afirmación de una nación española que no existía, como sostén del Estado; la misión del Ejército como defensor de ”la integridad territorial y el ordenamiento constitucional“; la forma de Estado de ”monarquía parlamentaria“ (con ”inviolabilidad“ y carácter ”hereditario“ del Jefe del Estado); la autonomización de las nacionalidades según vías obligadas de primera y segunda división; la no confesionalidad, corregida en beneficio de la Iglesia católica; y -casi de matute- la naturaleza capitalista del sistema económico”.

Se equivocaron, en mi opinión, al magnificar los límites de la Carta Magna, que ha posibilitado un enorme desarrollo autonómico y leyes como las que posibilitan la Sanidad universal o la interrupción voluntaria del embarazo; aunque, es cierto, no permitió pronunciarse sobre la Corona ni facilita el ejercicio del derecho a la autodeterminación.

 

UPPC

Anteriormente el PUCC había procedido a la creación de la UPPC, junto a sectores nacionalistas moderados, como la Unidad Socialista de Canarias (donde estaban Manuel Bermejo y César Rodríguez Placeres) y el PPC de Bernardo Cabrera y Juan Pedro Dávila. Su existencia fue efímera. Se estaba gestando algo mucho más relevante en la historia del nacionalismo canario. Fue un intento, con toda probabilidad, de acabar con su soledad política tras la pifia de no haber concurrido con PCU.

Un aislamiento que logran romper pocos meses después. Finalmente, junto a otras fuerzas de ámbito canario –PCC (p), Células Comunistas, Unidad Socialista Canaria- crean la Unión del Pueblo Canario, la primera gran referencia del nacionalismo canario del siglo XX.

Una organización de izquierdas, con peso fundamentalmente urbano, que tenía en su seno colectivos independentistas y otros que no lo eran. Con mayoritaria dirección de distintas organizaciones comunistas. Con presencia sobre todo en las islas capitalinas. Y que obtiene un gran éxito al alcanzar Fernando Sagaseta un acta de diputado por las islas orientales en las generales de marzo de 1979.

Curiosamente, el candidato de PCU en el año 1977, Carlos Suárez, el mítico látigo negro, concurrió en esos comicios del 79 al Senado por las listas de la ORT.

 

Alcaldia LPGC y UPC

Además, en las municipales de abril consiguen la alcaldía de la ciudad más poblada del Archipiélago, Las Palmas de Gran Canaria, con Manuel Bermejo al frente, y apoyados por los votos de los ediles del PSOE y de AV. De aquel consistorio formaron parte varios miembros del PUCC: Enrique Caro, Chari Armas (destacada impulsora del movimiento feminista canario) o Dimas Valdivieso.u

“No nos presentamos con la idea de ganar. Fue una sorpresa”, aseguran Caro y Armas. “Nuestra experiencia política en los movimientos sociales, el trabajo organizado, la disciplina… todo eso nos ayudó a poder trabajar en las instituciones. También una práctica y una nítida voluntad democrática”, aseveran.

Entre los hechos más destacados, la municipalización de las guaguas de la ciudad. Enrique Caro es quien impulsa y logra que se apruebe este hecho histórico. Caro y Armas destacan, asimismo, la “enorme labor que desarrolló Julia Chinarro en la búsqueda de solares para construir nuevos centros educativos; así como el hecho de que la UPC sacó adelante las primeras guarderías municipales en el conjunto del Estado español”.

El historiador Domingo Garí (Las elecciones locales de 1979 y la dimensión urbana de la Unión del Pueblo Canario. Revista Historia Autónoma, 5, 2014) apunta como elementos estrella del programa municipal de UPC en la capital grancanaria “la necesidad de la municipalización del suelo ante las graves carencias de viviendas para las clases populares, la socialización del agua de abasto y la idea de un municipalismo democrático” que, a su juicio “estaba instalada desde los inicios de la formación de la Coalición”.

Pero razones de Estado hicieron que el PSOE abandonara el barco y pactara con UCD, colocando al veterano socialista Juan Rodríguez Doreste al frente del consistorio capitalino.

Al respecto, Garí asegura que “UCD-PSOE no estaban tan preocupados en gestionar la ciudad de Las Palmas o impulsar la democracia en las ciudades canarias, cuanto en descabezar una opción política que si se consolidaba pondría en graves apuros todo el stablishment político y geopolítico en las Islas, y afectaría al proceso de transición democrática en su conjunto”.

Otros electos del PUCC dentro de UPC son su máximo dirigente, Pablo Ródenas, en el Cabildo Insular de Tenerife; Carlos Muñoz y Pedro Molina -que luego sería destacado líder en el mundo agroganadero de Tenerife, al igual que en el deporte del arrastre (Ayuntamiento de La Laguna)- o Domingo Domínguez Luis, una persona muy vinculada al mundo del baloncesto, en La Orotava.

En La Aldea (Gran Canaria), la UPC saca dos concejales en el 79, uno de ellos, José Miguel Rodríguez, llegaría a ser tres décadas después alcalde del municipio (2011-2015) bajo las siglas de Nueva Canarias.

En el 83, en los segundos comicios locales, Melchor Núñez es elegido en las listas de UPC al Cabildo de Tenerife. Y Fernando Rodríguez Junco –actual subdirector de Nuevas Tecnologías y Normalización de la Universidad de La Laguna- resulta concejal electo por UPC en el Ayuntamiento de la ciudad de Aguere.

En el marco de la UPC, el PUCC plantea la organización como un frente político de masas, con participación organizada de las bases e incluso presencia de las mismas en la dirección; posibilidad abortada por el resto de fuerzas políticas que preferían un modelo más vertical donde éstas tomaran todas las decisiones.

Por cierto, y ahora que se han producido fórmulas presuntamente novedosas de jura o promesa del acta en el Congreso de los Diputados y en el Senado, hay que recordar que la UPC ya lo hacía en 1979. Añadiendo “y luchar por una Canarias libre y socialista”, mucho más contundente que las que escuchamos a mitades de enero en las Cortes.

II Congreso

En 1980 el PUCC celebra su IIº Congreso. En él abandonan los símbolos y la denominación de comunistas y pasan a llamarse MIRAC (Movimiento de Izquierda Revolucionaria del Archipiélago Canario), con una orientación claramente nacionalista autodeterminista. La cita congresual comenzó un 30 de mayo, cuando aún esta fecha no era el Día de Canarias.

En sus textos señalan que no se trata solo de abordar profundas transformaciones políticas o económicas hechas con radicalidad y rapidez, sino que el objetivo del MIRAC es “una práctica social y una actitud cotidiana a favor de la vida y la libertad de los pueblos”.

En ese foro congresual, y de manera muy avanzada para la época, se aprueba una resolución a favor de la lucha de homosexuales y lesbianas.

En el proceso de preparación del II Congreso, algunos militantes, entre ellos Modesto Ortega y José Setién, disconformes con el giro nacionalista, tratan de establecer una relación directa con el estatal Movimiento Comunista (MC), operación política que fracasa; pero que generó fuertes tensiones entre el MIRAC y el MC.

Su tercer Congreso, en 1981, se realiza bajo el lema El período de la reacción y la resistencia canaria, poco después del golpe de Estado del 23-F.

Como integrante de la UPC, el MIRAC no apoya el proceso que lleva a Canarias a aprobar su Estatuto de Autonomía por la vía del 143. En la clausura de II Congreso son tajantes: “La autonomía impuesta no nos sirve. Tampoco el federalismo impuesto o la independencia estatal impuesta. Por eso, el MIRAC junto a la mayoría de nuestro pueblo rechaza la autonomía del 151, por mala, y la del 143, por peor”.

En mayo de 1984, el MIRAC celebra su cuarto congreso, centrado en los problemas del movimiento nacional popular, con una UPC ya en abierta crisis.

Más tarde, tras la disolución de la UPC por distintas crisis internas, crean Unión de Nacionalistas de Izquierda (UNI), conviviendo el PUCC y esta organización más amplia y de militancia más flexible. Una etapa en la que se colocan al frente de la organización Melchor Núñez y Fermín Delgado, entre otros, tras el abandono de Pablo Ródenas en el año 1989, que deja de ser secretario nacional y que, además, decide abandonar la formación política.

Antes, en 1986, se establecen relaciones privilegiadas con Txema Montero, candidato de HB en las elecciones europeas, al que UNI apoya. Esto produjo fuertes divergencias internas. Poco después Montero sería expulsado de HB por su oposición a las acciones de ETA y es desde hace décadas colaborador del PNV.

Para Melchor Núñez, se pretendía aglutinar “a los autodeterministas por la vía pacífica y electoral, posición que se reveló errónea, sin paliativos, como lo evidenció el sanguinario atentado terrorista efectuado por ETA en Hipercor poco tiempo después, con absoluto desprecio y tergiversación de aquellos objetivos”.

Posteriormente se fusionan MIRAC y LCR, disolviéndose la organización resultante en una UNI que daba sus últimos pasos.

UNI lleva a cabo un importante activismo social, especialmente en el ámbito de la lucha contra la permanencia en la OTAN y por la neutralidad de Canarias, la ecología y el feminismo.

Referéndum OTAN

Para Melchor Núñez, “la actividad del MIRAC-UNI en los nuevos movimientos sociales implica un intenso e importante ejercicio crítico. En el ámbito pacifista, su momento más álgido coincide con el rechazo a la integración de España en la OTAN en el referéndum de 1986, en cuya campaña el MIRAC-UNI jugó un influyente papel a través de los Comités anti-OTAN.

Canarias (50% de rechazo, frente al 43% de síes), junto a Navarra, País Vasco y Cataluña, vota mayoritariamente en contra de seguir en la Alianza Atlántica; pero el sí triunfa en el conjunto del Estado.

También desarrollan una significativa tarea en el espacio de la defensa de la sanidad pública. Tanto en la Organización Canaria para la Defensa de la Salud (OCDS) o el movimiento de médicos en desempleo, así como en el impulso al Sindicato Canario de la Salud (SCS) o a los primeros comités Anti-SIDA, que desarrollan intensas campañas en las Islas.

En su único intento electoral, en las elecciones autonómicas de 1987 y solo en la circunscripción de la isla de Tenerife, consigue unos resultados muy pobres.

Para Núñez, esta aventura electoral hay que situarla en el contexto de la disolución de UPC, un proceso traumático y doloroso. “La crisis respondió a la competencia entre dos sectores (cada uno con un diputado autonómico) por consolidar sus respectivos campos políticos: el denominado asambleario-autogestionario, de un lado, y el comunista-autonomista, del otro, que luego confluirían de nuevo en ICAN, en las elecciones de 1991, donde se reincorpora UNI y, finalmente en Coalición Canaria, donde ya UNI deja de existir como tal”.

Sin espacio electoral

Sin espacio electoralMelchor Núñez asegura que en 1987 se debatió intensamente en UNI, que quedó en “tierra de nadie” tras aquel desaguisado, si concurrir o no a esas elecciones. “Hubo dos posturas, pero prevaleció la de concurrir, que personalmente defendí. Pero UNI carecía de un espacio electoral significativo propio, luego los resultados fueron muy escasos”.

Para Núñez fue, por tanto, una mala decisión. “Luego, lo que quedó en evidencia es que UNI, en realidad el MIRAC, formaba parte de una concepción del nacionalismo que había sido derrotada y aislada por el nacionalismo emergente que ha gobernado, o cogobernado Canarias desde entonces. Hoy haríamos bien en reflexionar autocríticamente todos sobre semejante travesía”, asegura. 

El MIRAC desarrolla en enero de 1989 su V Congreso, volcado en el papel de los movimientos sociales.

Por otra parte, en esa etapa, a principios de los noventa, comienzan los acercamientos a otras formaciones de la izquierda canarista, especialmente la Asamblea Canaria que acabaría por colocar a José Mendoza al frente de la organización, desplazando a Pepe Suárez.

Y terminan siendo uno de los socios fundadores de ICAN -junto a ICU, AC-INC y Roque Aguayro- , quedándose algunos miembros en este partido y fundando una parte significativa Canarias Alternativa, una asociación que se aleja por completo de los modelos clásicos de partido. Y que, más tarde, evoluciona y termina siendo Acción en Red de Canarias.

Nuevas formas

Nuevas formas, nuevas ideas…una transformación necesaria. Este fue el lema con el que, en marzo de 1993, UNI celebró su asamblea de disolución en un instituto de Las Palmas de Gran Canaria, para dar paso en noviembre a la constitución de Canarias Alternativa.

Se cerraba así un proceso, iniciado en circunstancias muy distintas a mediados de los años setenta, de compromiso social y político, de sacrificio personal y trabajo colectivo, de errores y aciertos, de intento de hacer una política de izquierdas desde Canarias y para Canarias.

Varios de sus integrantes han regresado a la política partidaria, veinte años después, en las filas de Podemos. En este y en otros partidos (PSOE, NC, SSP, CC…) se encuentran hoy muchos de los que formaron parte del PUCC, MIRAC o UNI. Pero esa es otra historia, con numerosos protagonistas, que contaremos en una próxima entrega.

Un arriesgado aparato de propaganda

Enrique Caro rememora algunas anécdotas en torno al aparato de propaganda del PUCC, del que fue responsable directo desde los duros tiempos de la clandestinidad.

“Montamos el aparato en un local de San José (Las Palmas de Gran Canaria). Allí teníamos toda la propaganda de la organización, y una vietnamita para imprimir panfletos. Un día el dueño me llamó y me dijo que tenía problemas y que necesitaba dinero: o le pagábamos el doble por el alquiler del local o nos denunciaba a la policía; lo que pondría en peligro de ser detenidas a varias personas. Tuvimos que desalojar el local de noche y en apenas unas horas, sin que el propietario se enterara, y logramos trasladarlo a una casa en Las Meleguinas”.

Con tan mala suerte que pocos meses después (en junio del 76) se produjo el secuestro de Eufemiano Fuentes en su chalé de Las Meleguinas. “Y, lógicamente, estaban registrando las casas de toda la zona. Otra vez tuvimos que sacar todo y, atravesando varios controles policiales, conseguimos instalarlo en un local comercial cerca del antiguo cuartel paracaidista de Las Rehoyas”.

Ahí sí logró descubrirlo la policía, que se incautó todo lo que había en el local; teníamos entonces incluso una offset de gran calidad; “aunque, sorprendentemente nos fue devuelto a las pocas semanas”, concluye Enrique Caro.

El error PCU

La UPC posibilitó que, por primera vez en la historia de Canarias, se crearan las condiciones “para organizar un movimiento nacional popular, democrático, pacífico, reivindicativo, educador”, asegura Pablo Ródenas.

El que fuera durante muchos años secretario general del PUCC, Pablo Ródenas, considera que la renuncia a formar parte de PCU en 1977 fue un grave error. “Un error político de incomprensión en aquel momento de la cuestión de las nacionalidades y de no aprecio de ciertas realidades bastante visibles. Porque desde Tenerife se insistió en el rechazo a entrar en PCU en Las Palmas. El debate sobre el nacionalismo lo hicimos fundamentalmente a partir del año siguiente. La autodeterminación nacional no fue el problema. Al contrario, como ahora, era y es la solución. Lo que ocurrió fue que en la superficie de PCU flotaba un independentismo emocional bastante desbocado. Pasaba de largo del derecho democrático a la autodeterminación”.

Para Ródenas, su partido no comprendió que la cuestión nacional canaria empezaba a expresar la cuestión social, que era insoportable. “Una lección que aprendimos y que nunca más olvidamos. Y que Podemos, SSP, NC, IU y el PSOE no deberían ignorar. Hay que dejarse de ambigüedades”.

Considera, por otra parte, que la presencia de la UPC cambió el panorama político de las Islas. Y que animó, incluso, a que una parte de la derecha canaria más tarde se reconvirtiera de la UCD a las AIC y a lo que luego fue, con aportes también de la izquierda, Coalición Canaria.

En opinión de Ródenas la UPC posibilitó que, por primera vez en la historia de Canarias, se crearan las condiciones “para organizar un movimiento nacional popular, democrático, pacífico, reivindicativo, educador”. Pero numerosos errores la fueron minando: “Estructura de coalición electoral en vez de movimiento socio-político, deslealtad en vez de compañerismo, sectarismo en vez de ecuanimidad. Varios partidos de UPC se negaron desde el primer momento a cumplir uno de los principales compromisos electorales: crear comités populares y asambleas en cada municipio. Ahí se jugó todo el futuro de las reivindicaciones democrático-populares en las Islas de los años ochenta y noventa. En realidad, fue una anticipación de la muerte retrasada de UPC”.

Tierra quemada

En su opinión, la UPC se convirtió en un grupo de cargos institucionales, que lo hicieron mejor o peor en cada institución según sus capacidades, dedicación y moralidad. “Se les privó de apoyos estables organizados. Y se les exoneró de rendir cuentas políticas. Se puede decir que no había ni en quien apoyarse ni a quien informar de lo que se hacía. Lo sé bien porque era uno de ellos. Una gran irresponsabilidad política. Varias décadas de tierra quemada como herencia. La coalición todavía sobrevivió a las elecciones autonómicas de 1983, pero para dar un espectáculo lamentable en el Parlamento canario. Sus dos diputados iban a lo suyo y acabaron como acabaron…”