'Machos alfa' crece en Netflix con su segunda temporada, que arranca como una evolución natural de la primera

Los protagonistas de 'Machos alfa', en la segunda temporada

Pedro Zárate

Si la valoramos por los temas que trata y el momento en el que los trata, Machos alfa parece una serie bendecida por el don de la oportunidad. Hay que reconocerle su buen tino —sobre todo por los tiempos elegidos— para abordar, desde la comedia y la ficción, dos cuestiones tan propias de nuestro presente como el cuestionamiento de la masculinidad tóxica y lo que significa ser un hombre blanco heterosexual en el mundo actual, cada vez más feminista.

Un año después del estreno de su primera temporada, estos temas no solo siguen ahí, sino que han alcanzado una nueva dimensión en nuestro país con polémicas tan sonadas como la de Luis Rubiales y encuestas tan recientes como la del CIS, que cifran en un 44% el porcentaje de hombres que cree que las políticas de igualdad han ido demasiado lejos y que son ellos los discriminados.

Que Machos alfa sea, pues, una serie “más que necesaria, oportuna”, como así la definió recientemente Raúl Tejón para verTele, tiene sentido. Que sea obra de los hermanos Caballero, también. Al fin y al cabo, Laura y Alberto, junto a sus colaboradores, siempre han mostrado una capacidad especial para convertir en ficción los problemas que nos rodean, aunque sea para llevarlos al extremo. El Pueblo, por ejemplo, nació en el marco de 'España vaciada' y el estrés que generan las grandes ciudades, mientras que La que se avecina siempre ha hecho gala de una crítica social muy amplia y general.

La primera temporada de Machos alfa partía de un tema concreto —la adaptación de cuatro hombres blancos heterosexuales a los nuevos tiempos—, pero sin renunciar a ir más allá. Sin embargo, es en el arranque de la segunda, que se estrena al completo este viernes 9 de febrero en Netflix, donde se nota un mayor interés por ser algo más que una comedia sobre la 'deconstrucción de la masculinidad'. Al menos es lo que transmiten los tres primeros episodios, que son los que se han facilitado para hacer esta crítica.

Una continuación directa de la primera temporada

Esto no quiere decir que estemos ante una serie distinta a la de la primera temporada, ni mucho menos. De hecho, los nuevos capítulos son una continuación directa de los anteriores en tono, forma y contenido. Es lógico que así sea, pues los Caballero, tan acostumbrados que están a hacer series de 70, 80 e incluso 90 minutos por capítulo, seguro que terminaron la primera temporada de Machos alfa —con sus 30-35 minutos por entrega— con multitud de ideas aún por realizar.

Por tanto, no estaban exigidos a introducir grandes cambios o pensar en grandes giros para salir adelante, simplemente tenían que hacer crecer la serie de una manera natural. Y eso es lo que se aprecia en los tres primeros capítulos de la nueva tanda, que muestran a Luis (Fele Martínez), Pedro (Fernando Gil), Raúl (Raúl Tejón) y Santi (Gorka Otxoa) más perdidos que nunca en lo que respecta a su relación con el sexo contrario.

Mejor dicho, los cuatro tienen claro lo que quieren respecto a sus parejas o exparejas, pero no cómo conseguirlo. Y mientras salen de dudas, pasan el tiempo lidiando con los acontecimientos que se suceden en sus respectivos lugares de trabajo. La faceta laboral de los cuatro ya jugó un papel relevante en la primera temporada, pero aquí da un paso hacia adelante para refrendar que la serie no solo va de masculinidades tóxicas y masculinidades deconstruidas, sino también de la crisis de la mediana edad y del lugar que el trabajo ocupa en nuestras vidas.

Los nuevos capítulos gozan de un humor más amplio

Sobre esto último encontramos múltiples perfiles si juntamos a los protagonistas masculinos y a las protagonistas femeninas. Hay quienes detestan su trabajo (Santi, Esther y Daniela), quienes lo afrontan con entusiasmo (Pedro) y profesionalidad (Luz), quienes se han acomodado (Luis), y quienes han perdido la vocación que un día llegaron a tener (Raúl). Especialmente interesante es el caso de Daniela (María Hervás), que tras representar las bondades del trabajo de influencer en la primera temporada, ahora el personaje las desmitifica mostrando su cara menos amable.

Su trama, dentro de entre todas las relacionadas con el mundo laboral, es la que más refuerza a Machos alfa como hija de su tiempo a nivel de contenido, aunque no la única. Al fin y al cabo, renunciar a los sueños en favor de un empleo estable o sentir cierta desazón por las expectativas no cumplidas —por citar dos ejemplos que se dan durante la tanda— son problemas atemporales, que no entienden de generaciones.

La segunda temporada —al menos el primer tercio visto— aborda estos asuntos desde el humor y la exageración. Su comicidad es muy similar a la de la primera tanda, aunque en algunos pasajes juega a causar un sonrojo y una incomodidad que no eran tan evidentes en su predecesora. Hay situaciones tan deliberadamente ridículas que provocan que nos tapemos la cara como si estuviéramos viendo un capítulo de Vergüenza (Movistar Plus+), y otras en las que Machos alfa amenaza con ir al límite para, en el último momento, meter un giro que evite que el chiste caiga en el mal gusto.

Los personajes femeninos ganan importancia

La ficción se siente cómoda caminando por arenas movedizas, como es habitual en la carrera de sus responsables, aunque hay cuestiones peliagudas —por ejemplo, se habla de un presunto caso de acoso sexual en el trabajo— que generan dudas de inicio a falta de ver cómo se resuelven —los protagonistas debaten sobre cómo encarar el supuesto problema—.

Más evidente parece que los nuevos capítulos transmiten una mayor preocupación por sus protagonistas femeninas. Siguen funcionando como contrapunto de los protagonistas masculinos, como ya ocurría en la primera temporada, pero ahora también tienen un mayor peso por sí mismas. Está el caso de Daniela y su relación con el trabajo, pero también el de Luz (Kira Miró) con la maternidad, que Machos alfa utiliza para ponerse más 'seria' y 'sensible' dentro de lo que cabe en una ficción como ésta.

Una serie que, en el inicio de su segunda temporada, vuelve a ser esa comedia ágil y efectiva que fue durante la primera. Es normal que las diferencias sean pocas y que la serie siga su curso de manera orgánica, pues solo estamos en la segunda temporada. Y esto, en el universo de los Caballero, significa que solo estamos en el inicio del viaje. De hecho, la tercera temporada ya está en marcha, tal como adelantó verTele, por lo que parece que tenemos Machos alfa para rato. Que así sea.

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