'The Bastard Executioner' 1x08 Review: de Ángeles y otros rotos
Por Marta Ailouti Marta Ailouti
A un paso de afrontar su tramo final, 'The Bastard Executioner' se planta con este capítulo algo revelador y que asienta la base para sus últimos dos episodios. Por supuesto, en él no se habla de venganza. Para qué. A estas alturas uno ya sospecha que la trama que se nos presentó en aquel piloto de dos horas de duración no era más que meramente circunstancial.
Así pues, con la mirada centrada indirectamente en Piers Gaveston, y de manera directa en Annora -algo que, si bien sigue sin entusiasmarme demasiado, empezaba a resultar necesario-, afrontamos este “Broken Things”, que lleva nombre propio de mujer y no es otro que Jessamy. ¿Lo comentamos?
¡CUIDADO SPOILERS!
De ángeles y demonios
Hay algo en Annora que no termina de encajarme y que probablemente tenga que ver más con esa forzada bondad que representa. Lo cual no deja de sorprenderme. Y es que, puestos a imaginar a Katey Sagal en su vida real, siempre se me antojó más parecida a esta, con toda esa dulzura, que a su Gemma de 'Sons of Anarchy'. No obstante, la diferencia entre ambas es abismal. Mientras una me produce un hondo sopor, la otra simplemente me enamora.
Por su parte, lo de la bondad tal vez se explique ahora que sabemos lo que hacía tiempo que venían contándonos. Annora no es una bruja, o en su defecto una maga, sino más bien un serafín o, lo que es lo mismo, un ángel. Ellos son, en términos de la mística, los encargados de transportar y proteger las palabras del Nazareno.
El problema es que también Robinus y sus hombres, esos caballeros de la Rosa con aparente impunidad divina, descendientes de los soldados que azotaron y torturaron a Jesús en su cruz - y, por lo que más tarde, fueron perdonados- se consideran, a cualquier precio, guardianes de la sagrada escritura.
Así las cosas, la persecución de la Rosula, cuyas habilidades de tortura hemos podido presenciar en capítulos anteriores, empujan a la serafín y a su protector particular a huir de las cavernas lejanas hacia la cala de la costa oriental, al este del condado de Ventris, donde se encuentran los nómadas que los hombres de Leon y él mismo atacaron en el último episodio.
Es allí, precisamente, donde Wilkin y Toran, alertados por la advertencia del sacerdote, se reúnen con Annora.
¿Una revelación poco sutil?
Ahora bien, aunque que 'The Bastard Executioner' a veces sea narrativamente incoherente no sea algo que nos pille del todo por sorpresa, a uno le chirría por todos lados ese intercambio de confidencias, sobre todo por parte de él, entre la sanadora y el falso Maddox. Soy consciente de que no es nuevo, pero el grado tal de intimidad en solo seis o siete episodios me resulta muy forzado. Especialmente, si la ficción quiere hacernos creer, como pretende, una verdadera amistad entre su protagonista y el, a ratos, también Marshal.
Porque sí, es cierto que se entiende, en lo que respecta a la baronesa, por qué le resulta imposible sincerarse del todo con él pero a veces pienso, y más viendo el potencial de Toran, que la serie ganaría mucho si trabajara más este tipo de relaciones, más parecidas a Isabel y lady Love, y no se sacara otras de la nada.
Sea como sea, del encuentro de estos dos surge una visión que en realidad es un recuerdo. De él, sabemos que Wilkin es, en realidad, el hijo prohibido fruto de la relación entre una monja y un caballero. Y, como la sutileza no es la mayor virtud de Sutter, sobre todo desde que viste el mismo uniforme que aquel otro guerrero en la pantalla, quizás no sea tan extraño que el espectador pronto ate ciertos cabos, que, por otro lado, explicarían la fijación de la sanadora con nuestro, o su, querido Wilk.
Piers Gaveston, tocado
Mientras tanto en palacio, el conde de Warwick comparte con la baronesa y su chambelán la decisión irrevocable de expulsar y exiliar de Inglaterra a Piers Gaveston, después de que él y el resto de legisladores se hayan hecho con el poder del país, a expensas del rey Eduardo II. La visita, que no es mera cortesía, pretende asegurarse el apoyo militar y el acceso al mar que le puede garantizar el condado de Ventris en su empresa.
Lady Love, deseosa de manejar la situación con los rebeldes de Byth Encil por sí misma, cuyo líder, como sabemos, es su propio hermano, accede de buena gana a las peticiones del conde y añade una más. Ellos mismos encontrarán y entregarán a sir Gaveston, a cambio de que le concedan a ella la autoridad necesaria para solucionar los problemas de su propio condado.
La rota Jessamy
Donde la noble sí que tiene autoridad, o al menos por ahora, es precisamente en su corazón. Y eso, a pesar de las advertencias del chambelán y de su querida doncella Isabel -uno de esos personajes que solo con su presencia hacen brillar al resto- acerca de la conveniencia o no del tiempo que pasa a solas junto a su verdugo.
A Maddox, algo más relajado desde los últimos acontecimientos, le ha sentado bien su ataque de sinceridad, correspondido ahora por su amada. En este sentido noto a Lee Jones como si se hubiera quitado un gran peso de encima y ahora pudiera empezar a interpretar realmente. O algo. Hasta el punto de que empiezo a creerme su amor, o al menos, su cariño mutuo.
No obstante, la primera consecuencia de que ambos hayan dado rienda suelta a su pasión, es la propia, o ajena, Jessamy. Reconozco que la mujer del difunto verdugo, después del impulso inicial de temerla, empieza a despertarme cierta ternura. La encrucijada que tiene montada Wilk al respecto no tiene fácil solución. Pero amor por pena es un concepto que no contemplo.
Lo que nos espera
“Broken Things” deja abiertas, además, dos tramas que, se supone, tendrán su peso en el final de temporada. Por un lado, media legión de Ventris, liderados por el sheriff Leon y en compañía de Gawain Maddox y Marshal, partirán hacia el monasterio de Deddington donde el conde de Pembroke esconde a Piers Gaveston, para cumplir la promesa que la baronesa Love hiciera al conde de Warwick.
Mientras, vemos como los caballeros de la Rosula secuestran a Luca, que permanece a cargo del sacerdote en ausencia del verdugo. A este respecto, no entendí muy bien la obstinación de Robinus de capturar al menor, antes incluso de que existiera tal menor. Así es fácil, como Annora, sentir el destino de los demás.
Hablando de la sanadora, ¿a quién se refería con aquello de que esto sería otra prueba de fe? ¿Al religioso o al padre ficticio del muchacho?
Las respuestas, imagino, en el próximo capítulo. Y ya solo quedan dos. Os dejo su tráiler:
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