Crítica Vertele

Tadeo Jones 2: Cuando las segundas partes son mejores

Tadeo Jones 2: Cuando las segundas partes son mejores

Eider Calvo

Aunque sea una norma no escrita del séptimo arte, segundas partes nunca fueron buenas. Innumerables ejemplos que a lo largo de los años han venido sucediéndose sin cesar así lo avalan. Desde la secuela de la destacada Psicosis (1983), que sin duda “enloqueció” al espectador; clásicos al estilo Grease II (1968) o Dirty Dancing: Havana Nights (2004) -en qué momento...-; pasando por la secuela de un Sigo como Dios (2007) que ni Steve Carrell pudo mejorar; Titanic II -sí, hubo una segunda parte totalmente descontextualizada porque DiCaprio continuó sin entrar en la tabla-; hasta uno de sus casos más recientes: Piratas del Caribe -no me hagan hablar de la quinta, la cuarta ya fue más de lo que pude soportar-.

Pero de repente surge un rara avis que confirma la regla y Christopher Nolan sorprende con rara avisEl caballero oscuro; Robert Zemeckis y James Cameron mantienen la esencia de los inolvidables Regreso al futuro (1989) y Terminator (1991) en sus segundas partes; y qué decir del laureado Coppola que se marca un Padrino II (1976) de campeonato.

Luego llega lo sublime, cuando la propia secuela es mejor que el filme original. Y este es, precisamente, el paradigma que nos ocupa: Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas. Enrique Gato y David Alonso nos conducen hasta Granada en esta nueva aventura del arqueólogo aspirante a Indiana Jones más adorablemente torpe del cine de animación contemporáneo.

En esta ocasión, Tadeo (Óscar Barberán) abandona Chicago -y su inexplicablemente recuperado puesto como albañil- una vez más para acudir primeramente a las Vegas, donde su media naranja, la capaz Sara Lavroff (Michelle Jenner), presenta su último gran descubrimiento: uno de los tres discos dorados que unidos dan lugar al histórico collar del Rey Midas, el cual terminará en manos del villano de turno, Jack Rackham (Miguel Ángel Jenner). La premisa de arranque es relativamente idéntica a la primera: un secuestro, en este caso de Sara, que motiva a un enamorado Tadeo y a sus amigos a embarcarse en otra peligrosa aventura.

El hecho de que el obrero español afincado en Estados Unidos regrese a casa también constituye un punto a favor de la película, aunque su paso por esta esté plagado de tópicos que, no obstante, funcionan y provocan algunas carcajadas. A fin de cuentas, lo cercano y conocido tiende a engatusar con mayor acierto al gran público. Como comentara en párrafos anteriores, la aventura del Rey Midas traslada al arqueólogo y su equipo hasta Granada, lugar que queda fielmente reflejado gracias a una factura visual superior a la inicial, con texturas y colores exquisitos y una iluminación a la altura de las circunstancias.

Por otra parte, en la secuela La Momia (Luis Posada) sustituye a Freddy, y lejos de desmerecer al simpático vendedor ambulante, el cambio resulta gratamente positivo para el filme. Tal sea por lo deslenguado del personaje y su perfilado uso de una ironía para todos los públicos; el hecho de que se trate de un ser más complejo de lo que parece hasta el punto de no saber, exactamente, a qué género pertenece; o la irresistible voz de su veterano doblador, pero engancha y sus apariciones no solo contribuyen a mejorar la calidad de la cinta en cuanto al uso de los gags, sino que le hace merecedor de la categoría de secundario de animación de lujo al estilo Asno en Shrek.

Asimismo, los intentos por sorprender al espectador mejoran la valoración final de la historia. Por ejemplo, la eventual deslealtad de la aprendiz de Sara, Tiffany (Adriana Ugarte), es la Max Mordon de su antecesora, pero al menos no resulta una apreciación tan palpable como la del otrora prometido de la protagonista, por lo que favorece un argumento más fluido y rico en matices. Finalmente, cabe destacar de igual manera el desarrollo de los personajes, más evolucionados y conscientes de lo que sienten y de lo que quieren. La relación entre Tadeo y Sara sufre altibajos y son ciertas situaciones la que les llevan a descubrir su mutuo deseo. Hay confusión, celos y malinterpretaciones; como en la vida misma.

Etiquetas
stats