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Cosas de la derechona (1)

José A. Alemán / José A. Alemán

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El problema es que un cambio de orientación en Merkel respondería, con naturalidad, a las nuevas circunstancias de la correlación de fuerzas que traería la eventual derrota de Sarkozy; estaría, quiero decir, dentro del juego de alternativas políticas determinadas, en cada momento, por las posibilidades reales de actuar en el marco del relativismo dialéctico de poderes y contrapoderes. Si la canciller alemana ha de aflojar, será para ella un contratiempo más o menos grave, del que podrá o no resarcirse dentro de la normalidad democrática, sin daño para el sistema de Estado.

No están Rajoy y el PP en el mismo caso. Se han apuntado a la obediencia alemana con fe de carbonero y una política económica de sumisión en la que se muestran más papistas que el Papa; aunque secunden los intereses del país cuna de la Reforma luterana.

Quiero decir que para la derechona española no hay relativismo ni democracia que valga: presenta su política como la única posible y las medidas con que nos machacan como inevitables. Rajoy, recuerden, ha llegado a decir que por mucho que se proteste, todos los viernes hasta el final de la legislura habrá recortes, que para eso tiene mayoría absoluta. A ver si Hollande-Merkel rebaja el cáliz. Se ha agarrado la derechona, en fin, a la brocha de modo que si Merkel le quita la escalera para entenderse con Hollande, el partigazo será de época y la bien ganada reputación pepera de mentirosos subirá por encima de la prima de riesgo. Fíjense cómo será que he sorprendido a algún analista derechoso apuntando la posibilidad de que Rajoy sustituya a Sarkozy como socio de Merkel. Pero no pretendo anticipar lo que ocurrirá si gana Hollande. Nadie puede estar seguro de nada más allá de las simples conjeturas; salvo, claro, de la razonable improbabilidad de que Rajoy resulte ser la reencarnación de Carlos I de España y V de Alemania.

Intento resaltar el empeño gubernamental de imbuirle a la ciudadanía el fatalismo de que no hay nada que hacer, de que todo está perdido, con la amenaza añadida, por si acaso, de recurrir a la represión si alguien rechista. No midió el PP que si hasta ahora ha dicho digo, el lunes pueden ponerlo a decir Diego y todo con total ausencia de usos y costumbres democráticos, lo que sí puede dañar al Estado.

Esta semana, con motivo de la reunión del Banco Central Europeo (BCE) en Barcelona, tuvo ocasión el Gobierno de mostrar que va en serio. Es lógico que los graves incidentes en las calles barcelonesas del día de la huelga aconsejaran un dispositivo de seguridad adecuado. Pero el despliegue de 3.500 agentes entre policías nacionales y guardias civiles y de 4.500 mossos, además de otras medidas en plan de quien se mueva, palma, fue una pasada. Al menos eso le pareció a Manel Prat, director general de los Mossos d'Esquadra, quien aseguró que no estaban previstas situaciones de riesgo. Sin contar con que para que te den no es preciso que te muevas porque te sientas en el suelo con los brazos cruzados y también atentas contra la autoridad que esta muy susceptible últimamente.

Ocurre que el responsable del alarde barcelonés fue el subsecretario de Estado de Seguridad, Ignacio Ulloa. Un personaje ya controvertido por su decisión de reducir a mínimos ineficaces la seguridad del juez Baltasar Garzón. Una reducción que, además, hizo pública en los medios informativos sin ni siquiera comunicarle al juez perseguido su grave decisión. Si alguien quiere atentar contra Garzón, ahora tiene su oportunidad.

Dado que se supone a Ulloa experto en Seguridad, no ignorará que Garzón está en el punto de mira de todo tipo de entramados criminales, a los que ha perseguido; desde ETA a los Gal, pasando por las redes de narcotraficantes y los criminales de varias dictaduras. No puede ignorar Ulloa que se trata de una de las personas más amenazadas de España y que dejarle una escolta que solo puede protegerlo a medias y a ratos es ponerle una diana en su espalda.

El asunto huele fatal, es decir, huele a venganza pepera porque también fue Garzón quien tiró del caso Gürtel y hay cosas que no se perdonan. Para colmo, mientras desprotege a Garzón, mantiene Ulloa intacto el dispositivo de protección a Camps y de Zaplana.

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