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Crisis, ¿qué crisis? II

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Y aunque todo el mundo tenga entre su vocabulario la palabra crisis queda claro que la banca no se da por enterada. Hay excepciones, como en cualquier grupo humano, pero la imagen de usureros del Medievo que están enseñando a la sociedad española no ayuda a descubrir quiénes son más solidarios y quiénes se aprovechan de las miserias de los demás, para medrar cual parásito.

Sin embargo, no sólo los bancos no se han dado por enterados de que estamos inmersos en una seria y preocupante crisis. Ayer, viendo el canal internacional de TVE, me di cuenta de que hay otro segmento de la población que no se ha dado por enterado de la mencionada crisis.

Me refiero a la llamada “prensa del corazón”, aunque me duele utilizar la palabra prensa, vista la torticera utilización que dichos formatos hacen del concepto. Dicho colectivo, cada vez más gordo y seboso a tenor de la noticias también vive ajeno a los problemas antes comentado al hablar de la banca.

En el programa que vi se hablaba de la suculenta exclusiva que iban a percibir los miembros de una familia, merced al primer cumpleaños de su hijo. Además, comentaban que la vida del infante estaba marcada por las exclusivas que habían logrado sus progenitores, a costa de su nacimiento, bautizo, primeros pasos y cualquier otra cosa que ustedes se puedan imaginar. Lo que quedó claro es que, nada mejor que poder vivir a costa de tu hijo, en vez de tratar de vivir por sus propios medios. Encima, el reportaje dejaba palpable que la abuela del niño tampoco vivía ajena al circo mediático montado alrededor de su nieto.

Está claro que la familia que vive a costa de las exclusivas vive mejor que quien depende de un sueldo, normalmente, bastante bajo si se comparan con la media europea. Se podría objetar muchas cosas, pero cada cual tiene su ética, sobre todo cuando se habla de la vida de los más pequeños. Lo que queda claro es que todo vale para mantenerse en el “candelabro”, porque el candelero se está quedando pequeño para tanto “famoso-famosillo-vividor a costa de las exclusivas”.

Llegados a este punto, no debemos olvidar que, si las revistas de papel cuché pagan dichas exclusivas millonarias, se debe a sus enormes tiradas, que, cada semana, llegan hasta las estanterías de las librerías y los quioscos de toda España. Y estas tiradas se agotan nada más llegar a las citadas estanterías, propiciando la compra de una nueva exclusiva millonaria.

De esta manera se perpetúa la sinrazón de unos medios que viven a costa de las miserias y los pecados de un grupo de vividores sin escrúpulos, capaces de cualquier vender todo aquello que se les ponga a tiro ?en especial su vida privada-.

Ahora, yo me pregunto, ¿cuál es la razón que motiva al común de los mortales a gastarse sus escasos recursos en comprar una revista cuyos beneficios, a buen seguro, ayudarán a pagar una millonaria exclusiva a un grupo de vividores que viven ajenos a la crisis que atenaza a las familias de este país?

No es la primera vez que hablo de estas cosas y sobre gustos no hay nada escrito. Lo que no llego a entender es cómo las personas siguen alimentando a esta cohorte de vividores, alentados por un coro de buitre-periodistas que viven holgadamente, a la sombra de los famosos que les dan la carnaza para que el disparate continúe.

Mi intención no es cuestionar la libertad de prensa, ni el derecho de cualquiera a gastarse sus dineros y su tiempo en inmiscuirse en la vida “privada” de los demás. Otra cosa es mantener a un exclusivo y selecto grupo de privilegiados quienes, cuando necesitan dinero, venden su vida y la de sus allegados con una frivolidad digna del mejor sainete.

Si el común de los mortales se preocupara de tener un poco más de vida propia ?y aficiones que los separaran de la televisión y de las mencionadas revistas de papel cuché- muchos de estos famosillos de tres al cuarto se verían en la bancarrota, más pronto o más tarde.

Ésa sí que sería una buena noticia para una época tan oscura como la que nos ha tocado vivir y no ver cómo se repiten los esquemas, sobre todo para los mismos de siempre. Claro que ignoro a que realidad alternativa tendríamos que irnos a vivir para poder asistir a un hecho como ése, con lo que bien que está uno viendo las miserias del prójimo.

Eduardo Serradilla Sanchis

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