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Encuestas rigurosas, sí por Miguel Guerra García de Celis

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En primer lugar, quiero destacar que las encuestas son fotografías de la realidad; y que ésta, como sabemos, es viva, cambiante, dinámica. Como lo es el comportamiento humano y social que se ve modificado en el tiempo, en el día a día, por acontecimientos de todo tipo: personales, familiares, laborales, económicos, sociales, políticos, deportivos, religiosos, relacionales... Las encuestas se hacen, como las fotos, en determinados días, con un ambiente y una luz determinada. Y los días siguientes puede haber otra luz, otros actores, otros paisajes, otro ánimo colectivo y otra temperatura o clima social; y, por tanto, las fotos varían y las fotografías no reflejan ya nuestro impecable peinado, nuestro adecuado vestido, nuestra tristeza ó alegría de las instantáneas anteriores. Además, las fotos y las cámaras que se utilizan para captar la realidad, pueden ser muy malas, malas o regulares; o, también, buenas o muy buenas. Hay cámaras de usar y tirar y hay máquinas fotográficas de altísima precisión. La metodología y los estudios sociológicos y sociopolítico-electorales son de mejor nivel en función del buen o mal uso de las técnicas o herramientas de investigación empleadas, del rigor y profesionalidad de los que las utilizan, y de los objetivos de la investigación: medir, conocer evaluar las opiniones, actitudes, valoraciones, y percepciones de la población. Pero como demuestran los hechos, se realizan y se publican encuestas de peor nivel, y sus efectos son perversos y perniciosos. Se trata de encuestas hechas a medida, o investigaciones instrumentales y sesgadas para favorecer intereses empresariales o de partidos concretos, y cuyo eco se agranda en algunos medios de comunicación. En consecuencia, finalidades espurias alejadas de la buena metodología de la investigación social.Hay que decirlo claro: las encuestas rigurosas y bien hechas ayudan a orientar a los partidos, a las instituciones, a los medios de comunicación y a las organizaciones sociales. Les permiten acercarse a las necesidades y expectativas de la ciudadanía, a su posicionamiento ante los partidos, a su conocimiento y valoración de los líderes. Siendo, en este sentido, una herramienta poderosa y relevante para la vida democrática de las sociedades modernas.Porque las encuestas y otras técnicas de investigación sociológica ayudan, sin duda, a testar las propuestas y las ofertas de los partidos, a acompasarlas a las demandas e intereses colectivos y a orientar lo que la gente prioriza y pone en valor, jerarquizando sus preocupaciones, problemas e intereses.Dicho lo anterior, su enorme valor, no descubro tampoco nada al decir que las encuestas no siempre aciertan en su radiografía de la realidad; unas más y otras menos, por cierto. Pero no es en modo alguno correcto decir, como he escuchado en diversas ocasiones en los últimos días, que las encuestas electorales fallan por sistema. Una afirmación que considero que no se ajusta a la realidad. Si están hechas con el rigor y la profesionalidad necesarias, las encuestas electorales se aproximan muy bien a las grandes tendencias del electorado y recogen sus preferencias e intenciones. Unas preferencias que, evidentemente, pueden verse alteradas por campañas mejores o peores o por pulsiones de cambio colectivas que van fraguando en las últimas semanas, días e, incluso, en las horas últimas, en las que los ciudadanos dudosos e indecisos, o más influenciables, pueden modificar finalmente su opción, inclinándose por una opción política determinada.Por eso, ante la existencia de buenas y malas encuestas, de rigurosos y chapuceros análisis, tengo que decir no al abuso perverso y manipulador de determinados actores sociales, que con el mal uso y la instrumentalización de las encuestas desprestigian la sociología y a los profesionales que trabajamos en esta difícil disciplina; y que se ven desacreditados por ello y, también, por la reiteración tópica, repetida hasta la saciedad por algunos políticos, comunicadores, tertulianos y prescriptores de opinión, que olvidan lo sustancial.Las encuestas político-electorales, son lentes para mirar la realidad, y son buenas lentes si cumplen determinados requisitos y enfocan con muestras estadísticas adecuadas, cuestionarios precisos, entrevistas profesionales, análisis de datos y proyecciones que tengan además un profundo conocimiento de la realidad política de la sociedad estudiada; de los históricos o resultados electorales anteriores, de las barreras legales que permiten el acceso a las instituciones, de la correcta aplicación de la regla D'hont y de las peculiaridades de nuestro sistema electoral.Por tanto, y para finalizar esta reflexión, digo sí a las encuestas, sí a la sociología política y electoral bien hecha. Y me congratulo de la alta aproximación al resultado de las urnas del pasado 27 de mayo, de algunas encuestas, como las encargadas por Canarias7 a Demométrica Canarias y publicadas en sus páginas, y que he tenido la responsabilidad de dirigir.Su elevadísimo nivel de acierto puede ser comprobado en las distintas mediciones realizadas: (mayo 2006, enero y mayo de 2007), que, apuntaban desde hace un año la posibilidad de un cambio de ciclo político en Canarias y la especial relevancia de éste en la Isla de Gran Canaria; el importante avance del PSOE, y las paralelas bajadas de CC y PP; el fracaso del proyecto del CCN en las Islas; así como la emergencia y fortaleza de Nueva Canarias en Gran Canaria y las posibilidades de entrar en el Parlamento de Canarias, señalando la dificultad del 6 % de la barrera electoral regional.Todo ello, ha quedado reflejado en las proyecciones electorales publicadas y explicadas con la asignación de representantes públicos en el Parlamento de Canarias, los Cabildos y los principales Ayuntamientos de las Islas.* Sociólogo del Observatorio Canario de Estudios e Investigaciones (OCEI) y consejero de Demométrica Canarias Miguel Guerra García de Celis*

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