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Mi vereda es mi tesoro

Juan Jiménez González

Toda acción gubernamental está amparada en el ámbito competencial que le es propio y, en consecuencia con ese marco político-administrativo, tiene establecida unos cauces regidos por el estatuto que le ha sido otorgado. En tal sentido, aunque en ocasiones se produzcan desvíos en esta simple ecuación que define las líneas de gestión en cada contexto jurisdiccional, lo deseable es que no ocurra, pues puede generar innecesarios conflictos de interés institucional.

Siendo así, el presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, se ha desviado y ha creado un evitable incidente político con el Gobierno de Canarias en relación a su reclamación sobre la prevalencia de inversión estatal para Tenerife en el conjunto del Convenio de Carreteras, cuestión que colisiona frontalmente con lo que su propia condición representativa le tiene reservado. No es admisible. Es absolutamente reprochable el proceder de Alonso, que produce malestar y que obliga a llamarle la atención para que no vuelva a desviarse.

Su encuentro, por su cuenta y riesgo, con el Ministerio de Fomento, saltándose a la torera la debida cortesía y el respeto interinstitucional para con el Gobierno de Canarias, y más concretamente, en este caso, con la consejería de Obras Públicas y Transportes, no se debe volver a repetir, pues, de lo contrario, estaría clamando el café para todos los cabildos que se vieran tentados a actuar como el señor Alonso, que da la impresión de querer aferrarse, como Gollum -el personaje de la saga 'El señor de los anillos'-, a su anillo, su tesoro -el anillo insular de Tenerife-, de forma absolutamente cegada, sin atenerse a los criterios marcados por la consejera Ornella Chacón, que tiene por costumbre actuar de manera justa y ecuánime, por lo que el señor Alonso no debe temer arbitrariedades por parte del Gobierno de Canarias en el reparto de los fondos asignados a las prioridades en materia de carreteras. En todo caso, lo que el presidente del Cabildo de Tenerife no debe volver a hacer es puentear al Gobierno de Canarias, su gobierno, que, con seguridad, mantendrá el esperado equilibrio, para Tenerife y para el resto de las Islas.

Creo que ya hemos ido avanzando en la superación de los encorsetadores, empobrecedores y cortoplacistas insularismos, que no alzaban la vista más allá de sus veredas, pues es lo que les permitía ver, a su particular entender, a los defensores de lo que interpretaban su horizonte en propiedad, asumiendo que lo que aconteciera tras esas lindes no era asunto que les incumbiera. Sin embargo, sus veredas las querían bien recebadas y libres de teniques. Afortunadamente, aunque aún perviven vestigios de ese modus operandi, el avance hacia posturas aperturistas ha ido arrinconando esas posiciones que ya hoy no deben tener cabida en las democracias que no entienden de lindes impuestas al diálogo.

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