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“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”

Vladimir Putin y Donald Trump

José A. Alemán

No pocos comentaristas, supongo que con las mejores intenciones, esperan que 2017 permita olvidar el 2016 que acabamos de dejar atrás. Dada la insistencia del Seprona en que no es no, decidí no entrampar avechuchos silvestres para desentrañarlos y leer el futuro en sus vísceras, como hacían los antiguos, así que encargué al carnicero un par de gallinas con todo. Pero, ya ven, me las entregaron sin vísceras, es decir, pagas la gallina entera y revenden una parte de ella, que técnicamente te pertenece. “¿Y pa qué querías tú esas polquerías, mi amol?”, me dijo la dependienta, sin duda aleccionada.

No me quedó otro recurso que la Prensa, por más que carezca de hígado que elimine las sustancias tóxicas cómo, pongo por caso, el Donald Trump que dentro de unos días colgará el sombrero en la Casa Blanca y que, según las malas lenguas del FBI, pedirá enseguida que le pongan con Putin para decirle ya estoy aquí. Siempre pasa, que les quitas la guerra fría y no saben qué ponerse. 

2017 no viene tan bien

Ya me referí la semana pasada a los análisis que varios observadores han hecho de la victoria de Trump: hay negros y latinos que le han votado a pesar de los pesares convencidos de que impedirá que vengan de fuera a quitarles sus trabajos y acabará con las deslocalizaciones de empresas, además de desarrollar una política que obligue a regresar a las que se fueron. Ya les dije el otro día que se ha producido un cambio de comportamiento electoral y resulta que los intereses de muchos negros y latinos coinciden con los de sus colegas blancos. Podría decirse que comienza a superarse la diversidad y ya es menos decisivo el voto racial y sexista en el que confió más de la cuenta Hillary Clinton: esperaba ganar, todo el mundo consideraba segura su victoria, cosa que confirmaban las encuestas, pero al seguir con el mismo cliché no advirtieron los cambios en el cuerpo electoral estadounidense. Como si la diversidad y los enfrentamientos llevaran camino de desaparecer en la creciente coincidencia de intereses de trabajadores negros, latinos y blancos. De ser esto así, Trump vendría a ser el verdadero antisistema al que votaron de forma consciente o inconsciente.

Trump, en definitiva, significa la llegada a la Casa Blanca de un nacionalista al modo USA, de un populista que puede considerarse antisistema si se acepta que estas actitudes no proponen necesariamente algo mejor. A veces se me ocurre si no será que los planteamientos de la izquierda del siglo XX, muy marcada por la guerra fría, ya no valen y no consigue adaptarse. Quizá un buen referente sería la impotencia de los sindicatos, a los que ni se les oye y llevan a sospechar que no saben qué hacer frente a la hegemonía neoliberal que ha puesto a sociedades como la europea al borde del abismo.

La victoria de Trump y sus propuestas, que van de lo grotesco a lo fascistoide, no deja de reflejar una actitud antisistema y populista. Que sea real o mera pose no reduce su peligrosidad. Y llama la atención lo privados que están con Trump quienes en España se rasgan las vestiduras y se arrancan los pelos desesperados ante el populismo antisistema del que acusan a Podemos. Son los grupos ultranacionalistas, xenófobos, antieuropeos y con frecuencia fascistas los que aplauden a Trump y se prometen un 2017 muy favorable con el respaldo a escala internacional de su nuevo héroe. Tras dos guerras mundiales en menos de medio siglo, Europa comenzó a tejer sus sueños de paz y bienestar hasta el fin de los tiempos, pero “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, como asegura Monterroso en su microcuento El dinosaurio, seguramente el más breve de la historia de la literatura con sus nueve palabras si contamos las dos del título. Lo bueno, si breve… ya saben.

2017: la UE en peligro

La posibilidad de que la UE haga plof no es tan remota como pudiera pensarse. Si por un lado su política no hace felices a los países pigs frente a los del norte, por el otro el dinosaurio de Monterroso está que brama, ruge, ladra, aúlla o lo que corresponda, que cualquiera sabe, si bien, aunque fueran sólo maullidos de gato dormilón no dejarían de impresionar, animalito. La columna vertebral, por así decir, sería el calendario electoral que espera. En febrero, dentro de nada, Alemania elegirá jefe de Estado. Es un cargo representativo que muy bien podría dar pistas de cara a las federales que tendrán lugar entre finales de verano y principios del otoño: 631 diputados de entre los que saldrá el/la canciller. Merkel parecía bien colocada, pero se piensa ahora que puede perjudicarla el reciente atentado de Berlín del que los ultras han responsabilizado a su digna política con los refugiados. “Son los muertos de Merkel”, han dicho; como cuando el PP acusó a Zapatero de ciscarse en los muertos por ETA.

En Francia también será año electoral. Entre abril y mayo tendrán los franceses la primera y segunda vuelta de las presidenciales y en junio se elegirán, también a dos vueltas, los 577 diputados de la Asamblea Nacional. Asimismo, celebrarán elecciones legislativas, de las que saldrán sus respectivos primeros ministros, Holanda en marzo y la República Checa en octubre. En el país eslavo, el candidato a presidir su Gobierno, Andrej Babis, ha sido comparado con Trump; como empresario multimillonario, con un patrimonio neto de 2.000 millones de dólares, según la revista Forbes. Es ahora mismo ministro de Finanzas y bajo el régimen comunista controló el comercio en Marruecos de Petromex. No dispongo de sondeos, ni siquiera de opiniones acerca de las posibilidades de Babis pero presumo que, siendo la segunda fortuna de Chequia, no le faltará con qué.

Más conocidos son el holandés Geert Wilders, antislamista radical y la francesa Marine Le Pen. Se considera que ninguno de los dos ganará, pero pueden obtener resultados suficientes para influir en la política que sigan los ganadores.

La experiencia de Cameron está muy presente en las aprensiones que producen los partidos ultras antieuropeos. Lo que recuerda que a finales de marzo el Reino Unido deberá pedir la aplicación del artículo 50 del Tratado de Lisboa para comenzar a negociar su salida de la UE. Theresa May se comprometió a poner en marcha el proceso en esa fecha para concluirlo en marzo de 2019 en que los británicos quedarán definitivamente fuera de la Unión. Las negociaciones serán, sin duda, tensas. Los británicos tratarán de minimizar las malas consecuencias de su ruptura y aunque la posición de la UE sea de rigor, de dureza, de no hacerles concesiones sin ignorar por ello los problemas que acarreará la salida británica pues no está la UE en buen momento y podría desaparecer; si Francia y Alemania tropiezan, por ejemplo con sus propios demonios internos. A los riesgos políticos evidentes hay que añadir los que aporta la situación bancaria italiana, la posibilidad de una crisis cambiaria en China, que ya le ha echado a la UE la pata alante en peso económico. Por no hablar de las guerras que le afectan, de los refugiados, de los compromisos con Turquía y qué sé yo.

Con la salida del Reino Unido el puente principal entre Estados Unidos y Europa, o sea, con el mundo anglosajón desaparece. A lo que se une la posición nada europeísta de Trump que ya se ha mostrado dispuesto a suprimir los compromisos de su país en la defensa de Occidente… frente a la Rusia que ahora es de su amigo Putin. En ese entendimiento podría quedar Europa cogida entre el dinosaurio y el oso. De momento, se advierte el nerviosismo en los países que estuvieron sujetos por la URSS: no se les escapa que Putin quiere restablecer la influencia en la zona de Moscú. De momento, debe recordarse que los Estados Unidos han planeado, si no lo han hecho ya, el despliegue de fuerzas y de armamento pesado para reforzar a antiguos territorios de la URSS y países satélites como advertencia y contención de la Rusia de Putin. Lo que haga Trump ya instalado en la Casa Blanca con ese despliegue pudiera ser un buen test de lo que nos espera. Debería indicarse que nunca, si mal no recordamos, se había dado una oposición tan notoria entre el presidente saliente y el entrante. Si Trump no se ha cortado para poner en piedras de ocho algunos de sus propósitos, Obama ha tomado iniciativas que condicionarán las primeras actuaciones de Trump si no fuera tan bruto.

2017: Rajoy el estable

Enric Juliana, subdirector de La Vanguardia, considera que los diez meses de bloqueo político del Gobierno, lejos de sepultar a Mariano Rajoy, le han acabado regalando “una posición interesante en el desconcierto general” en que vive la UE. Rajoy aparece hoy, asegura, como el principal garante del orden en el sur de Europa. Ya Merkel, recuerdo, se confesó admirada por la “piel de elefante” del presidente español capaz de aguantar carros y carretones. De una u otra manera, según Juliana, consiguió configurar un bloque electoral conservador granítico de mayores de 65 años y precisa ahora rejuvenecer su base electoral para lo que habrá de dirigirse al país de Albert Rivera y trabajarse a los menores de 45.

Creo por mi parte que los apaños de Rajoy con los socialistas confirman cuanto barrunta Juliana. Ya se quejan Ciudadanos y Podemos, sobre todo los primeros, de que PP y PSOE tratan de reproducir el bipartidismo y si les digo la verdad, creo que ya lo han conseguido. Los socialistas poco inciden en el voto pepero de toda la vida y el PSOE está que, como se descuide, se vaporiza. Carece no ya de un liderato solvente sino, simple y llanamente, de cualquier liderazgo con una comisión gestora que procura retrasar todo lo posible el inevitable Congreso para consumar el desgaste de Pedro Sánchez, no sea que vuelva a inquietar a los prebostes del partido instalados al modo en el neoliberalismo. Así poco van a sacar en claro. Y quien lo sabe mejor que nadie es Susana Díaz y su quiero pero no quiero sin dejar de querer. Lo siento por los socialistas, pero les falta una cabeza lúcida que ponga en su sitio a Felipe y agregados. Y conste que me limito a reproducir lo que oigo, sin más comentarios porque, en el fondo, pienso que esto no lo arregla ya ni el médico chino. Solo se me ocurre cuanto recuerdan a los años 80 de leninistas y eurocomunistas que tenían más de fulanismo que de contenido y ayudaron a la desaparición del PCE.

En definitiva, la estabilidad a Rajoy se la procuran los demás. Ciudadanos luchando para que no quede aislado, Podemos por sus prisas en el majo y limpio para alcanzar el cielo, el PSOE porque le gusta el bipartidismo. Así se entiende la estabilidad de Rajoy que no tiene sino que ponerse en modo gallego. Y por dar una nota de colorido local, diréles de un amigo madrileño empeñado en que los verdaderos gallegos somos los canarios y no nos aprovecha. A ver si espabila Ana Oramas.

El nuevo Gobierno de Clavijo

No conozco a ninguno de los cuatro nuevos consejeros del Gobierno pero ya, de entrada, me repatea que los presente Clavijo aludiendo a su intención de “visibilizar” más a Gran Canaria. Ante semejante declaración de intenciones sólo se me ocurren dos cosas. La primera, que si la “visibiliza” ahora es porque la tenía “invisibilizada”; la segunda que, como es sabido de toda vida, el “desinvisibilizador” que la “desinvisibilice” buen “desinvisibilizador” será. Y aún podría añadir que su supuesta buena acción lo delata como el insularista que realmente es al tenerla “invisibilizada” tanto tiempo para mandar a parar cuando se ha visto no sólo retratado sino reducido en su crédito político.

Habría que hacerle comprender a Clavijo que la cuestión no es esa “visibilización”, que en Gran Canaria ni fú, ni fá, me temo porque lo que interesa es gestionar los asuntos de las islas de acuerdo con su condición archipelágica y que en el caso de Gran Canaria, por población y por peso económico (¿hay que recordar el famoso fifty-fifty?), no puede ser vaciada de los departamentos de la administración autonómica que se han ido concentrando en Santa Cruz para satisfacer a los añorantes de la antigua provincia única y no en beneficio de los tinerfeños, sino de sus oligarcas, de los empeñados en seguir haciendo negocios como sus padres y los padres de sus padres con algún advenedizo terciado para que no se diga. Pienso que la tal “visibilización” lo mismo puede ser iniciativa de Clavijo, bien el oportuno aviso de que no conviene que siga por ese camino del engordar el espíritu centralizador de la institución provincial que empapa la broma autonómica canaria.

Nada tengo que decir, para terminar, de los cuatro nuevos consejeros que han sustituido a los socialistas; pero si les aplicamos estrictamente el ius soli, el único grancanario sería Pablo Rodríguez ya que Cristina Valido, nacida en Gran Canaria, está afincada en Tenerife, José Manuel Baltar es gallego y Barragán no puede ser más majorero. Habrá que insistir en que a los políticos los juzgamos por su proceder, no por su procedencia. Por suerte hasta cierto periódico santacrucero, de línea editorial insultante bajo el lema “a los canariones ni agua” ha enterrado esa forma de hacer.

Diré, en fin, que no conozco a ninguno de recién nombrados. Sé algo de Barragán en relación a los intersticios parlamentarios por los que se mueven, que me quedan lejos; nada de Pablo Rodríguez y en cuanto a Cristina Valido me dicen que es eficiente, que ha hecho una buena labor en el Cabildo tinerfeño. Tenía por aquí una nota que la relaciona con la solución dada al problema del Hospital del Norte de Tenerife, a sus actuaciones en el feo asunto de la Casa Cuna y su dedicación a los asuntos sociales. De José Manuel Baltar tengo más referencias. Todas buenas. Matemático por Santiago de Compostela, se especializó en Economía de la Salud y Gestión Sanitaria en la ULPGC y posee experiencia gestora tanto en la Sanidad pública como en la privada. Ejerció, además, la docencia en la ULPGC como profesor asociado en la Facultad de Ciencias de la Salud. Es posible que Clavijo haya acertado por el bien de todos.

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