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Calas, castillos, viñedos y bosques en el trozo más salvaje de la costa francesa

El pequeño pueblo de Collioure, en la Costa Bermeja francesa fue durante siglos el lugar de veraneo de los reyes de Aragón y Mallorca.

Viajar Ahora

Francia —

Justo después de dejar atrás la señal que anuncia la frontera entre España y Francia, la carretera se desploma hacia el mar en una serpiente que se adhiere a los pliegues de la montaña. Tras el Coll des Belitres, la carretera española N-260 se convierte en la vía francesa D-914. No la abandonaremos durante los próximos 30 kilómetros. Dejamos atrás los paisajes impresionantes de la Costa Brava y nos internamos en su reflejo francés. La Costa Bermeja, un trozo de litoral del sur mediterráneo galo tiene las mismas características que su vecino; pero en su tramo inicial, queda más o menos libre de las presiones del turismo de masas. Se repiten las calas, los pueblecitos encantadores, los pinares que bajan hasta la práctica orilla del mar, los puertos encajonados, las piedras ilustres que forman castillos, villas, iglesias. Pero de una manera bastante más amable.

La primera parada de esta excursión es el pequeño pueblo de Cerbére. Está a tiro de piedra de la frontera. Abajo. Enmarcando una bahía perfecta que termina en una de esas pequeñas playas que tanto abundan en la zona. Pueblo que nació y creció como llave de entrada y salida hacia España; antigua zona de fortificación, hoy importante nudo ferroviario. Lugar de importancia en tiempos no muy pasados tal como pone de manifiesto el hoy abandonado Hotel Belvedere du Rayón, una extravagancia del arquitecto León Baille que creó una obra maestra del art decó que recuerda a un barco. De aquella época quedan casonas imponentes y ese urbanismo de calles estrechas flanqueadas por edificios coquetos pintados de color pastel. Francia. Para los amantes del mar queda la playa de Peyrefitte, dónde con unas simples gafas y un tubo se puede ver un adelanto de lo que esta costa ofrece.

Mar y vino

Este trozo de línea litoral entre la frontera española y las playas de Argeles es una de las mecas más importantes del submarinismo galo. Entre Cerbére y Banyuls Sur Mer se encuentra la Reserva Natural de Cerbére Banyuls, el único parque nacional francés exclusivamente marítimo. Calas impresionantes, acantilados y pequeñas islas forman un verdadero paraíso de vida marina de 650 hectáreas que cuenta con un catálogo de residentes de más de 1.200 especies animales. Desde tierra, una atalaya impresionante para ver este trozo de costa es el Cap de Rederis (se puede ir caminando desde Cerbére). Una buena manera de acercarse a la riqueza biológica de este lugar sin necesidad de mojarse los pies es el Acuarium de Banyuls (Dirección: Avenue du Fontaulé; Tel: (+33) 468 88 73 39; Horario: L-D 9.00 – 12.00 y 14.00 – 18.30).

Los viñedos se adueñan del paisaje durante kilómetros. Los habitantes de la preciosa localidad de Banyuls Sur Mer aseguran que son antiguos pescadores que se convirtieron en viticultores. Y el paisaje, donde domina la viña que casi hunde sus raíces en plena playa, parece darle la razón. Los vinos del lugar son famosos y bastante apreciados. Y lo de la pesca no es cosa del pasado. Una de las postales recurrentes del lugar es la que muestra las proas rectas y multicolores de, como los llaman acá, ‘barcos catalanes’; pequeñas barcas de pesca aparejadas con velas latinas que al otro lado de la frontera reciben el nombre de ‘llauts’. A diferencia de Cerbére, Banyuls es más ciudad que pueblo; eso sí, precioso también; netamente francés y mediterráneo. Urbanismo intrincado de callejuelas con casas de varios pisos pintadas con esos colores tan típicos del sur francés. Las calles, empinadas y angostas, desembocan en el puerto (lugar donde se concentra la tradición marinera y se encuentra el acuario) y en la populosa playa de Anse du Fontaulé. En la avenida costanera se encuentran varias esculturas del artista local Aristide Maillol. Su casa natal se ha convertido en un interesante museo.

Piedras venerables

El pasado turbulento de esta zona de frontera entre Francia y España se pone de manifiesto a partir del Cap Béar. Las baterías de Maily y la Mauresque guardan la entrada de la pequeña y bien resguardada bahía de Port Vendrés. En ambos casos, las piedras más antiguas de las fortificaciones datan de tiempos medievales y adelantan el impresionante conjunto histórico artístico de Collioure. El Ansa de la Baleta (bahía de la Baleta) queda encerrada por un paisaje dominado por el Castillo Real de Collioure (Dirección: Collioure; Tel: (+33) 468 820 643; Horario: julio y agosto L-D 10.00 – 19.00; Resto del año L-D 9.00 – 17.00) y la Iglesia de Nuestra Señora des Anges, con su particular torre campanario que surge directamente del mar. Ambos edificios son verdaderas joyas del arte que son toda una lección de historia. Este pueblecito costero de casitas de piedra, calles empedradas y playas espectaculares fue, durante siglos, la residencia de verano de los reyes de Aragón y Mallorca. De esos años de gloria quedan costumbres y usos netamente catalanes y otros magníficos ejemplos de arquitectura medieval como el Convento de los Dominicos y su espectacular claustro y el Fuerte de San ElmeFuerte de San Elme (Dirección: Route stratégique; Tel: (+33) 664 618 242; Horario: de abril a septiembre L-D 10.30 – 19.00; resto del año L-D 10.30 – 17.00; E-mail: infos@fortsaintelme.fr), que, durante la etapa aragonesa guardó el paso hacia los pirineos.

Pero no todo es historia. Durante la primera mitad del siglo XX, multitud de artistas pasaron largas temporadas en el pueblo disfrutando de su luz. En una antigua casona de estilo catalán se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo (Dirección: Route de Port Vendres; Tel: (+33) 468 821 019: Horario: L-D 10.00 – 12.00 y 14.00 – 18.00 (de octubre a mayo cierra los martes); E-mail: contact@collioure.net), que explora aquella época y guarda tesoros de artistas colosales de la altura de Matisse o Gauthier. Otro intelectual de talla internacional vinculado a Collioure fue Antonio Machado que residió y murió en la localidad durante su corto exilio. Su tumba, en el cementerio de la localidad, se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los republicanos españoles.

Otro de los atractivos de Collioure es su gastronomía. De estas costas salen las que para muchos son las mejores anchoas del mediterráneo francés (preparadas al estilo catalán) y son célebres las sardinas del lugar y los mariscos. Y el vino no puede faltar. La oferta de restaurantes es más que notable y también hay opciones para todos los gustos y precios para alojarse. Y playas, por supuesto. En pleno centro de la pequeña ciudad se encuentran las de San Vincent, Boramar y Cala Norte enclaustradas por castillos, iglesias y baterías defensivas y en los alrededores se repiten los paisajes de acantilados y pequeñas playas que se interrumpen de súbito en la Playa de Argeles, primera de las grandes urbanizaciones turísticas del mediterráneo francés.

La Costa Bermeja continúa algunos kilómetros más hasta la desembocadura del río Tech. Y lo hace de la mejor manera posible; en la Reserva Natural de Mas Larrier, un conjunto de humedales, campos de dunas, playas y bosques que dan paso a la gran región de planicies y enormes marismas costeras que se suceden desde las inmediaciones de Perpignan hasta la ciudad de Marsella.

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