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La nostalgia de la magia

Miguel Jiménez Amaro

El pasado jueves 23F amaneció para mí con un mail que me enviaba mi amigo Eladi Creuet, desde Barcelona, en el que me escribía: “Estado de nostalgia (un haiku para esta noche amiga de Miguel):

Nostalgia San Borondón:

estar siempre en otra banda;

pura nostalgia de mar“.

Y en realidad la tarde noche del jueves fue amiga, nostálgica y mágica,  porque se consiguió, sin ensayo alguno, -¡hasta se prescindió del proyector en el que Ramón tenía previsto proyectar algunas fotos!-, que la presentación entera fuera como un haiku escrito por la elegancia y alegría de Nacho Pastor, Juan Isidro González, Ramón Conejero, Arturo Méndez, Nacho Borrego y los asistentes.

La presentación fue un bello haiku. Como dicen los autores del Compendio original de haikus heterodoxos e inconexos, 913 haikus cántabros y de otras partes del  mundo, Ramón, Juan Isidro y Gonzalo, fue: “Suspiro escrito”, “Poesía del deleite”, “Versos del alma del Japón”, “Voluntad del ordenamiento del mundo”, “Algo que encierra en 17 sílabas, agrupadas en tres versos (5,7,5), aunque esta métrica puede no ser fija, una sensación de una duda, una opinión, una anécdota breve, un paisaje, una provocativa forma de síntesis”, “Ese algo que conoces tan bien y que hoy, sin razón aparente, sin motivo alguno, a lo mejor en situaciones de hiperestesia o de agotamiento o no, en un día soleado o lluvioso lo ves ahí sonriente”, “Breve poema sensitivo”, “Energía mágica, mística, armónica y enigmática que subyace en la naturaleza y en los objetos, que sorprende y conmociona al haikusiano, que siente la imperiosa necesidad de transmitir fielmente y con humildad”, “Vivencia inefable del momento presente”, “Leer un haiku es entrar en un oasis, una mano que hace señas, una puerta a medio abrir, un modo de retornar a la naturaleza”, “La expresión de una iluminación temporal en la cual vemos la vida intrínseca de las cosas”, “La expresión de un momento en el que se visualiza la naturaleza del mundo y el mundo de la naturaleza”, “Un momento en el cual las palabras que crean la experiencia y la experiencia misma coinciden”, “El arte de sugerir un estado interior sin describirlo”, “Sector poético resumido de fórmulas antiguas”, “Estilo cargado de formas budistas y expresión del zen”, “Poema pleno de elementos de la naturaleza ligados al culto animista sinto”, “Inmediatez minimalista”, “Menos es más y menos da una piedra”, “Telegrama poético……” y así

EL MAR

cuando lo miro

ya ha cambiado

¡Y cuanto te puede cambiar la vida con la lectura y/o escritura de haikus! Yo los comparo con los koans del budismo zen, o con los antiguos textos taoístas. Porque para mí son también pura nostalgia de nuestra primitiva magia olvidada –inocencia-,  y tantas veces sepultada por el edificio de la razón, que existe aún en nuestras vidas, y que de alguna manera espera, callada y desesperada, a que nos acordemos de ella, a resucitar.

Los haikus constituyen una expresión vivencial de la inaccesible mecánica cuántica, al posibilitar la no interferencia con los objetos y los acontecimientos para mejor percibirlos en su completa esencia, lo que además nos permite pensar y actuar como realmente somos y simultáneamente está en completa armonía con todos y todo lo que nos rodea.

Los haikus se pueden  escribir a orillas del Támesis o en Tasmania, o en Maputo, con el mismo sentimiento y profundidad que en la cumbre del Fujiyama, o en los jardines de Fukushima. El mismísimo Matsuo Bashoo les recomendaba a sus discípulos con un haiku:

No intentéis pareceros a mí

nadie corta el melón

en tajadas iguales

Y aprovechaba el despiste para comerse la mayor.

El Titi con su requinto fue el último brujo de aquella tarde noche de brujas en La Cosmológica. Su requinto y él musiquearon dos haikus palíndromos de Carlos Felipe Martell escritos para la presentación de este prodigioso libro:

Edúcaselo

ama, cala la cama

o le sacude

A lila mora

aire solo sería

aroma lila

Y en ese momento El Titi  empezó a derribar el edificio de la razón, mal construido sobre nuestra pureza, en La Cosmológica. El Tití, también conocido por El Mencey Romántico, hizo que el milagro de la magia despertase, resucitase de entre los escombros, que la magia dejase de ser nostalgia. El Titi, con Arturo al timple, nos hizo el gran regalo de la noche, con el que nos hizo regresar a la primitiva inocencia perdida, un haiku compuesto y musiqueado por él mismo, que nos hizo cantar a todos juntos, y que por los avances de la técnica, los teléfonos móviles, ya se escucha en todo el mundo:

Soy de La Palma

Benahoare es mi sentir

por el mundo voy

En La Cosmológica no terminó la tarde noche. Tras la lluvia de aplausos, un paseíto, bajo la fina lluvia de agua que caía, hasta Las Cosas Buenas de Miguel, -es curioso, en las dos presentaciones de libros de Ramón que hemos hecho en La Palma, la lluvia ha querido estar presente con todos nosotros, esta vez, escribiendo haikus -, donde nos esperaba Cava Rosé Brut de Llopart, ibéricos Montesierra de Jabugo, quesos de Zamora Vicente Pastor, quesos de La Palma con denominación de origen, ensaladilla –única en el mundo-  de boniatos amarillos con sardinillas Frinsa y atún rojo Herpac, receta de nuestro venerado amigo Alberto Giorgio, y de cierre su sin igual potaje de trigo inspirado en la  Hoya Grande profunda, Garafía, todo cocinado con aceite de oliva virgen extra Marqués de Valdueza; y también dos alegrías musicales más: la conjunción estelar del requinto del Titi con el violín de Brita Drude y el timple de Arturo, y la tanda de boleros y canciones de época que salieron del instrumento musical del Titi y las voces hermanadas que mágicamente despertaron. Y todo esto ocurrió hasta casi el amanecer.

Gracias El Titi, Arturo, Ramón, Juan Isidro, Nacho, Gonzalo, aunque no pudiste estar, y todos los que estuvieron presentes.

La lluvia sonó

como un haiku para

ti y los demás.

El haiku sonó

como la lluvia para

ti y los demás.

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