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'Amigos'

Imagen alusiva a la red social Facebook

Camy Domínguez

Hay una de esas viñetas, que leí hace tiempo en las redes sociales, en la que se veía un féretro con una persona de cuerpo presente y otras dos comentando sobre lo raro que era que no hubiera nadie acompañando al difunto en su último adiós cuando tenía tantos cientos de amigos en Facebook. Esto me hace pensar en si sabemos en realidad quiénes son esos amigos que agregamos al Facebook, o a cualquier otra red en la que estas cosas se pueden elegir.

En una ocasión, un personajillo de la política de mi pueblo tenía no sé cuántos miles de amigos agregados y andaba por ahí fardando de que eran seguidores suyos; esto es, votantes potenciales, y por lo tanto, llegado el momento, daría con ese supuesto seguimiento un vuelco a la política local, teniendo en cuenta que todos sus amigos iban a votar por él.

Me daban ganas de adularlo yo, contrincante política de él como era en esos momentos, para que aterrizara en la triste realidad. Y sí, es cierto que en los partidos políticos sabemos la importancia que tiene el seguimiento en las redes de los representantes políticos, especialmente en las campañas electorales, pero también fuera de ellas. De esta manera, pululan de manera muy numerosa los perfiles de los candidatos en los momentos anteriores a la contienda electoral, que luego, vistos los resultados, abandonan las redes o no escriben nada nunca más manteniéndose entre tus contactos en un estatus absolutamente testimonial. Muy pocos son los que siguen publicando con cierta asiduidad.

Pienso que sería bueno decidir qué queremos tener en nuestra red social y qué no. Con qué criterio agregamos a la gente. ¿Son en realidad amigos que gustosamente compartirían con nosotros al menos un saludo en la calle, un café, una conversación?

Pues no sé si todo el mundo, pero en mi caso, que alguna vez he sufrido acoso tecnológico en Facebook, tengo más que claro a quién quiero como amigo. Para evitar más sorpresas desagradables, los casi dos mil amigos, que no sé si me acompañarán en mi último adiós, han pasado un chequeo previo aun sin saberlo.

Doy por hecho que entre mis contactos puede haber un ochenta por ciento de personas a las que en realidad conozco de algo. El resto son pura inquietud o interés profesional o de otro tipo. Al principio pedía amistad solo a las personas conocidas en mi presente y en mi pasado más inmediato. Después empezó a entrarme la curiosidad de saber si por allí habría compañeros que compartieron aulas o aspectos laborales conmigo, con esa maravillosa opción que tienen las redes de búsqueda por nombre y apellidos, para lo cual presumo de tener una memoria sorprendente: cara + nombre + apellido. Así fue cómo fui encontrando a antiguos compañeros, primero los de la universidad, después los del instituto, con lo que pudimos convocar a un nutrido grupo de compañeros y profesores de aquel COU de Letras del 87 en una cena memorable. Y últimamente me he dado en acopiar a mis compañeritos de la Primaria, no solo los de mi clase, también los de otras clases, así como aquellos de mis antiguos alumnos que no eran mis predilectos, porque estos estaban ya en la primera selección.

Me he llevado muy gratas sorpresas. Alumnos por los que yo, como mucha otra gente, no hubiera apostado, sorprendentemente triunfan, mientras que otros que se esforzaron para sacar sus estudios de forma brillante lo pasan fatal para salir adelante. Simplemente la vida es muy injusta, aunque en numerosas ocasiones se confirman los vaticinios que los profes hacíamos respecto a algunos de ellos.

Luego, personas que conocí en distintas épocas y en lugares alejadísimos entre sí asombrosamente son familia. Personas de todas mis épocas del pasado y del presente comentan por igual en un mismo tema… ¿Te das cuenta del poder de convocatoria que tenemos en nuestras manos con esta herramienta? Contar entre tus amigos de Facebook con toda esa gente que ha estado en contacto contigo a lo largo de tu vida ¿no te parece una idea increíble? Revivir aquella amistad que creíste perder para siempre, saber las vueltas de la amiguita que te tomaba el pelo en el pupitre de al lado, del compañero que se copiaba de ti, del profe al que le tenías tanto pavor, de aquel alumno al que suspendiste; ver cómo acabó la historia de la compañera que le hacía la pelota al jefe, observar el comportamiento de tu contrincante político, saber que los que son tus ídolos tienen vergonzosas faltas de ortografía… Tantas cosas…

No serán amigos del todo pero el ver a la gente por la calle y saludarla con su nombre, con una sonrisa, comentar que te gustó lo que publicaron… Digan lo que les apetezca pero esta relación comunicativa sin espacio ni tiempo de referencia es más que una familia de la que me costará desprenderme, porque los lazos con esos amigos son cada vez más sólidos.

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