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Amor y tormenta

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Román Delgado

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Hay pocas cosas como activar la imaginación, aunque ello se valga de la navegación virtual para escapar del tedio, del aburrimiento y de la incapacidad que a menudo se alimenta de la actualidad mil veces repetida: del día a día, del hoy, del ya, del ahora, del mismo segundo y sus milésimas.

Gracias a la imaginación y a la necesidad que uno tiene de andar a la deriva en el océano internet, he podido recuperar a uno de mis clásicos en esto de la música pop española. Gracias a la conocida como red de redes, he llegado a Cristina Lliso, no a la de hace pocos meses, ¡un horror!, con su intento de querer dar algo más, acción fallida total, sino a la de muchos años atrás junto a Suso Saiz y unidos en Esclarecidos.

Gracias al buscador Google y su potencial, he hecho retroceder el mundo y me he colocado en aquellos años de estrenada madurez para rememorar pasajes poéticos y acordes sobrios aunque lindos, los de la pieza Avestruz, una excelente composición musical del entonces mi grupo favorito, al menos en el segmento de los españoles, y sin duda una formación que fue capaz de gestionar un espacio esperanzador e innovador con Dragón negro.

El esplendor de la naturaleza que se deja domar para seguir siendo casi igual de salvaje, el corredor de nubes, ellas a toda prisa, desaparecidas a veces, altas otras y bajas en verano, más el repiqueteo de los pájaros, me condujeron sin remedio al tarareo de: “Tú crees que estoy en una nube y que parezco un avestruz...”. Y así, recordando ese breve y a la vez profundo pasaje rebosante de luz sonora, esa composición cargada de magia, literatura viva y sugerencia infinita, casi sin quererlo, casi sin buscarlo ni procurarlo, encendí el iPad, tiré de navegador y, de la mano de YouTube, llegué a la voz amorosa de Lliso y su Avestruz, en la versión denominada dos del mencionado disco, Dragón negro.

Logrado el objetivo, ya solo me entretuve en ver cómo las nubes viajaban de un lado a otro y las aves se posaban en materia tan esponjosa, y en limpiar mis recuerdos aprovechando que de vez en cuando el cielo escondía los cúmulos, estratos y cirros para solo pensar en digerir aquello de: “Tú crees que estoy en una nube y que parezco un avestruz. / Tú quieres que baje y aquí no hay escalera ni ascensor. / Arriba no saben cómo subes ni cuándo vas a bajar. / Si estoy en una nube, mi amor, tú eres mi tormenta”.

Necesidad de belleza, y alma de suspiro.

*Texto publicado en el libro de cuentos y artículos llamado PolicromíaPolicromía

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