Dos días en Fez: los secretos del laberinto del norte de Marruecos

Un vendedor de cerámica tradicional inspecciona la mercancía en una tienda de la medina de Fez. Viajar Ahora

0

Los guías improvisados, y normalmente muy pesados, que se arremolinan en los alrededores de Bab Boujelud repiten hasta la saciedad el número 9.000. Y la cifra suele venir acompañada de los más negros presagios para los viajeros y viajeras que se adentran, por primera vez, en las tripas de la medina medieval más grande del norte de África. 9.000 insisten, como para poner de manifiesto la imposibilidad de salir airosos del envite in la ayuda de un local. Dicen que este verdadero laberinto de calles, cuestas, pasadizos y callejones suman 9.000lugares distintos. No sabemos si es verdad; a lo mejor es una exageración para meterle miedo al turista o, quién sabe, puede que hasta se queden cortos porque los muros de esta ciudad encierran un verdadero universo de trazados imposibles que harían perder la cabeza al más surrealista de los geómetras. Las calles doblan en codos imposibles; se estrechan hasta el punto de tener que retroceder al paso de los burros; bajan de manera vertiginosa hundiéndose en escaleras que,  literalmente, pasan por debajo de las casas; se convierten en ‘enormes’ galerías cubiertas repletas de comercios… Todo es posible en Fez.

La primera tarea del viajero o viajera que se interna por esta puerta es hacer caso omiso a los malos augurios de los cenizos. Afortunadamente, los guías que reciben un educado no por sexta o séptima vez dejan de insistir y desean al intrépido una buena estancia en la ciudad. Fez es, según nuestra opinión, la mejor de las ciudades imperiales marroquíes para el viajero inquieto; atesora una monumentalidad mucho mayor que Marrakech y el carácter de sus gentes es más amable y menos ‘agresivo’ que en su prima del sur (quizás porque el número de occidentales que la visitan es bastante menor). Además la cercanía de otras grandes ciudades históricas del país (se puede acceder en pocas horas en tren a Meknés y Rabat) la convierten en un buen lugar para explorar el norte marroquí. Otro punto a favor es que Fez está muy bien señalizada para visitarla por tu cuenta.  No hagas caso a los falsos guías y atrévete a descubrir los secretos de la ciudad por tu cuenta

RUTA 1. LA VIEJA MEDINA.- Partimos desde Bab Boujelud. La medina de Fez está partida en dos. Fes el Bali (la vieja Fez) y Fes el Jdid (la nueva Fez). Obviaremos el trozo de medina que se encuentra más cerca de la ciudad moderna e iniciaremos la ruta pasando la famosa Puerta Azul (Bab Boujelud) para enfrentarnos al enorme reto de desgranar los secretos de un laberinto digno de la mente de un desquiciado. Pero no hay que alarmarse. Una vez dentro del recinto, podemos ver que desde la pequeña placita sólo hay dos posibilidades para seguir adelante. Si giras en el primer callejón hacia la izquierda te encontrarás con Talaa Kbira –la cuesta grande- y si sigues hacia la derecha está Talaa Sghira –la cuesta pequeña-. Son las dos principales vías del casco histórico fesí y la mejor forma de explorar sus encantos. Puedes usar estas dos calles (marcadas de rojo y morado en el mapa) como ejes de la visita e ir y venir por las callejas para ir descubriendo los rincones. La gran mayoría de los grandes monumentos y museos se encuentran en estas dos calles o en sus alrededores. No es tan difícil como lo pintan.

Te recomendamos iniciar la visita por Talaa Kbira (desde Boujelud, la primera bocacalle a la izquierda y la primera a la derecha –línea roja-). A los pocos metros de iniciar el camino te vas a encontrar con la puerta de la Madrasa de Bou Inania (Talaa Kebira -a 150 metros de Bab Boujelud-; Horario: SJ 9.00 – 18.00) una antigua escuela coránica del siglo XIV que es uno de los mejores ejemplos de arquitectura islámica de esta parte del país. Aquí te vas a encontrar con un impresionante trabajo en el que se combinan la piedra, el yeso, la madera y el azulejo. También es una de las escasas oportunidades para ver una mezquita por dentro; como sucede en todo Marruecos, la entrada a los templos está vetada a los no musulmanes. Siguiendo la Cuesta Grande, que poco después de la madrasa se desploma, literalmente, buscando el cauce del Oued Fes (Río Fez), nos encontramos con uno de los mayores zocos de la ciudad. Una enorme red de galerías cubiertas que parten de esta arteria principal y que se extienden hasta las inmediaciones de la Karaouyine, la gran mezquita de la ciudad.

Antes de seguir hacia abajo desvíate por Derb Sidi Moussa para visitar el antiguo Funduk Nejjarine (Plaza Nejjarine; Horario LD 10.00 - 19.00) antiguo caravasar (fonda de los comerciantes que recorrían el país con sus caravanas) reconvertido en museo de piezas históricas y artesanías locales que merece la pena ver por lo impresionante del continente. No dejes de subir a la terrazas superior. Desde aquí podrás ver el caos de terrazas, minaretes y antenas parabólicas de la vieja medina y, también, la inmensa mole de tejados verdes vidriados de la Karaouyine (aprovecha porque no la podrás ver por dentro). No vuelvas a Taala Kbira de inmediato.  Callejea un poco en las inmediaciones de la Plaza Nejjarine y métete en las galerías cubiertas repletas de tiendas. Desde aquí a la Plaza Seffarine s encuentran, a nuestro juicio, algunos de los rincones más auténticos de la ciudad.

La Mezquita Karaouyine es el gran centro espiritual y cultural de la ciudad. Fundada por emigrados tunecinos en el siglo IX, su madrasa fue el germen de la Universidad de Fez, la más importante del occidente musulmán. No podemos ver el interior de este monumental templo capaz de albergar a más de 20.000 fieles; tampoco sus arabescos, sus yeserías pintadas ni las vigas de cedro del Atlas finamente trabajadas que, según dicen, decoran su interior. Pero podemos entrar a la Madrasa Attarine (Talaa Kebira; Tel: (+212) 610 271 328), otra de las maravillas históricas y artísticas de la ciudad; ver la magnífica portada de la Zaouia (mausoleo) de Moulay Idriss y mirar de soslayo por alguna de las numerosas puertas de la propia karaouyine antes de partir hacia las riberas del Oues Fes.

Curtidores, artesanos y andaluces; el extremo este de Fes El Bali.- El paseo propuesto para esta primera jornada. Rodeando la mole de la Karaouyine llegamos a la Plaza Seffarine, donde podrás ver trabajar a los artesanos del metal martillando sus maravillosas piezas.  Desde aquí buscamos la Calle Chouara (ver ruta naranja en el mapa) para visitar las Tenerías de Derb Chouara, las curtidurías más famosas de todo el norte de África.  Esta instalación industrial es un verdadero ‘museo’ a cielo abierto que data del siglo XIII y que, junto a la gran mezquita, es responsable del prestigio de la ciudad en el orbe musulmán: los cueros fesíes aún son codiciados por todo el norte del continente. Se puede visitar la tenería por una pequeña propina pero la mejor opción es visitar alguna de las tiendas que hay en los alrededores que permiten ver la instalación desde las alturas (más que recomendable) aunque tengas que pasar por caja y comprar algún artículo de cuero. Si cruzamos el Oued Fes nos topamos con el barrio de los andaluces, que originalmente se pobló por refugiados que huyeron del sur de España tras la caída del Reino de Granada.

La gran referencia del barrio es la Mezquita de los Andaluces, a la que se llega tras subir una larguísima escalinata. En las inmediaciones de este templo se encuentra el zoco de la seda, uno de los más antiguos de la ciudad. Si no te quedan fuerzas, puedes tomar un taxi en la Plaza R'cif para volver a tu hotel. Si te quedan ganas, intenta subir hacia Bab Boujelud por Talaa Sghira. Si anochece ya no tengas miedo. Fez es una ciudad segura. La gente es muy amable y hospitalaria y no te va a pasar absolutamente nada.

DÍA 2 LA MEDINA NUEVA: PALACIOS, JUDÍOS Y FRANCESES.- La Avenida Moulay Youseff sirve de nexo entre la media y la ciudad moderna, herencia de los tiempos del protectorado francés. Fes El Jdid (La nueva Fez) se articula en torno a los dos palacios reales y sus jardines. La Plaza de los Alauitas y la imponente puerta del Palacio Real es el punto de comienzo de la ruta propuesta; pero en vez de seguir hacia adelante e internarnos en el antiguo recinto amurallado a través de Bab Semmarine nos concentraremos, durante la primera parte del paseo, en el barrio que ocupa el extremo suroriental de la ciudad. A simple vista podrás ver que las calles son más amplias y que las casas se asoman a la calle a través de ventanas y balcones. Entramos en La Mellah (el saladero), la antigua judería de Fes. Hoy casi no quedan judíos en las ciudades marroquíes pero si quedan algunas huellas de su paso. En Fez, las más notables son la Sinagoga  de Ibn Danan (Derb El Feran Teati –acceso por Grand Rue des Merinides- Horario: DV: 9.00-17.00) y el antiguo Cementerio judío. La Calle de los Meriníes sirve de eje de esta parte de la ciudad y concentra algunos de los viejos zocos directamente relacionados con la antigua población judía; la fabricación y venta de joyas de plata y oro.

Salimos de la judería siguiendo adelante por la Calle de los Meriníes para encontrarnos casi de frente con Bab Semmarine, una de las grandes puertas de acceso a la ciudad medieval. En principio, las calles de Fes el Jdid se parecen bastante a las de Fes el Bali: la misma estructura caótica, las tiendas, los minaretes de las mezquitas… Lo que diferencia a las dos medinas, más allá de la diferencia de edad de los barrios, es la presencia del gran palacio real, que ocupa el lugar de la antigua alcazaba (castillo). Las viejas murallas constriñen la ciudad: un buen lugar para ver esos viejos muros es el doble complejo de puertas de Bab Mechouar.

Más allá de esta puerta se extiende la Avenida de Moulay Hassan, vía que conecta las dos partes de la medina. Nosotros nos quedaremos en Jnan Sbil, un espacio a medio camino de jardín andalusí y gran arque a la francesa que sirve de gran pulmón verde de esta parte de la ciudad. Aquí se encuentra el Museo Dar Batha (Oued Fejjaline, 5; Tel: (+212) 535 637 800), instalado en un precioso palacete de verano mandado a construir por el sultán Moulay Hassan como residencia de verano en el siglo XIX. Si te gustan las antigüedades te vas a encontrar con piezas vinculadas a la historia de la ciudad y sus alrededores desde tiempos anteriores a la romanización de la Mauretania. Y si no eres mucho de museos por lo menos podrás disfrutar de uno de los escasos palacios de la medina que se pueden ver por dentro. Lo mismo sucede con Borj Nord (Acceso por Avenida de los Meriníes), una imponente fortaleza del siglo XV que domina la ladera norte del valle sobre el que se asienta de la ciudad. Aquí hay un curioso museo de armas antiguas, pero sólo por asomarse a la terraza y ver toda la ciudad a nuestros pies merece la pena el paseo.

Fotos: Viajar Ahora

Etiquetas
stats