Hace unos días que teníamos aparcado por ahí el propósito de comentarles cómo va el asunto de las demandas del periódico El Día, que lleva una racha ciertamente calamitosa. Vamos, que no gana ni una porque ni una está para ser ganada, y a las pruebas de cada día nos remitimos. Ya les hemos dicho aquí que los insultos, las infamias, las mentiras, las injurias y las calumnias que cada día profiere don Pepito desde sus editoriales y sus pastorales dominicales no suelen ir acompañadas de las dos coristas de cabecera del insigne editor, Ricardo Peytaví y Andrés Chaves, quizás sabedores de que tanto peso en la proa no puede ser bueno cuando se navega rumbo al marisco. Pero, de improviso, nuestro sagaz Peytaví nos sorprendió este fin de semana con un sentido artículo que nos llamó a la más absoluta solidaridad profesional y humana, a la más piadosa conmiseración cristiana. Decía en su llanto de kiries que la Justicia ha vuelto a decepcionarle al condenarle nada menos que a 1.000 euros de indemnización por sus barrabasadas contra el también periodista Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca, ex director de Diario de Avisos y uno de los colegas más respetados del gremio, después de don Pepito, por supuesto. La queja de Pleytaví venía aderezada con un lamento por otra resolución judicial que también le contrariaba porque revocaba una sentencia de primera instancia que había condenado a unos insurrectos que habían insultado a su honorable director. El entrañable articulista, españolista de pro, ya debe estar pensando en sumarse a la exigencia pepitiana de una justicia independentista que, como primera medida, amnistíe a los audaces editorialistas de El Día. No va a ser posible, al menos de momento.