Pepe López: pasión por la historia

19 de junio de 2025 09:52 h

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La historia la hacen para siempre los hombres que la viven; la escriben otros hombres que la leen y, en ocasiones la cambian con antojos ideológicos y una visión comprometida. Pero la historia sigue siendo la coqueta de los siglos y la referencia eterna del Maestro. Creo que estas palabras del poeta Luis Alberto Ambroggio retratan el pensamiento del amigo Pepe López, empeñado siempre en dejar por detrás las partes de la historia mal contadas que él analizaba con la hondura reflexiva que transmitía a sus alumnos.

Indagando en el desván de los recuerdos o adentrándose en las oscuras páginas de los archivos, López Mederos era un incansable buscador de las verdades que duermen la larga siesta de los siglos. Así, mostraba a sus alumnos la sólida realidad de nuestra historia: los días de luces y las noches de niebla y de sombras, cuyos capítulos escritos con sangre todavía hoy nos atormentan. Como catedrático de Geografía e Historia de Enseñanza Media presumía de su asignatura: La Historia es como la memoria, un camino que si no se transita, frecuentemente se olvida, desaparece… Como profesor mezclaba ante sus alumnos, con espíritu socarrón, la orgullosa dignidad del investigador, trabajo que defendía con fuerza y elocuencia, sobre todo cuando trataba de aclarar acontecimientos engañosos o recordar el deterioro y el caos de alguna época, su estilo era pertinaz y auténtico. De esta forma, ayudaba a sus alumnos a descubrir, junto a lo positivo, las cicatrices ocultas del pasado. El profesor López Mederos como vivía, de forma persistente, la impronta sentimental de la búsqueda, convertida en una desbordante pasión por indagar sobre episodios perdidos en el tiempo hasta hallar respuestas a tantos silencios.

José Melquiades López Mederos dedicó, además, una parte de su tiempo a la vida pública. Como político fue diputado autonómico y, durante un tiempo, delegado del Gobierno en la Isla. Sus fidelidades inconmovibles siempre fueron al Partido Socialista y, ante todo, a la propia tierra, esa conciencia de pueblo y de Isla que, según decía, es la que nos permite, culturalmente, situar a La Palma en un marco más universal. Tal vez por eso, siempre traté a Pepe López más como profesor e investigador que como político. Al fin y a la postre no hay mejor política que la que surge de los valores cívicos, y éstos dependen en gran medida de la educación. La educación dota a la política de una fuerte carga ética, de una preocupación por el servicio público en la incansable búsqueda de resolver deseos e intereses comunes.

Recuerdo haber coincidido con él en un vuelo La Palma-Gran Canaria, ambos viajábamos por razones de trabajo, yo lo hacía por obligación, y él por la vocación de investigar como tantas veces en el Museo Canario de Las Palmas. Compartimos asiento, y sostuvimos una conversación larga que, al menos para mí, fue memorable: el siglo de las luces en La Palma, la Sociedad de Amigos del País, la Sociedad “La Investigadora”, la Masonería en la Isla, y la figura relevante de Antonino Pestana, cuyo archivo, me dijo, iba a visitar. Le bastó la biografía de este personaje para abarcar en torno a él, con datos precisos y rigurosos la realidad social y cultural de una etapa decisiva en la historia de La Palma. La singularidad de un personaje ilustrado que destacó por sus ideas y por sus obras. En palabras de López Mederos… Como buen masón, Antonino, fue un defensor de la libertad, la dignidad humana, la justicia, la verdad y el progreso. Pestana había sido Venerable Maestro de la Logia Abora, también fue uno de los creadores de la Sociedad La Cosmológica y la Biblioteca Cervantes, y conservador tras su fundación del Museo de Historia Natural y Etnográfico. Su pasión por la historia le llevó a recopilar crónicas y noticias; periódicos y libros de fundaciones e instituciones religiosas; documentos judiciales y hasta cuadernos de registros de propiedad; obras poéticas, narrativa, teatro, loas, carros alegóricos y danzas relacionadas con nuestras Fiestas Lustrales... Y, a lo largo de su vida, había creado un fondo documental que sus descendientes donaron al Museo Canario, una institución de la que fue, durante muchos años, socio corresponsal en La Palma.

Aterrizábamos en Gando y el profesor López Mederos me había puesto al día, no sin antes añadir que este archivo tendría que estar en La Palma, para que los estudiosos no se vieran obligados a viajar a Gran Canaria -como era su caso- a la hora de investigar para trabajos de un mayor calado. Me consta que luchó por ello, siendo uno de los principales impulsores de la iniciativa que, como un sueño se haría realidad en 2016, siendo Primitivo Jerónimo consejero de Cultura y Patrimonio del Cabildo Insular de La Palma. Después de un excelente trabajo de digitalización y catalogación, el Museo Canario de Las Palmas firmó el correspondiente convenio para que nuestra Isla recuperase uno de los archivos más importantes de su historia.

Me consta que, en ocasiones, la vocación de servir se adueña del hombre y su destino. López Mederos: profesor, escritor, político, conferenciante… fue un personaje ilustrado, de mente clara y corazón entero. Por eso, su último regalo no podía ser otro que un libro, La Palma, cruce de destinos: Las maletas de García Atadell y el destierro del marqués de la Eliseda en Canarias. Ya lo ves, amigo Pepe, hoy buscaba unos datos en el agujero negro del tiempo, y me acordé de ti. Es verano… en nuestra ciudad refresca el alisio y pienso que sigues vivo en el jardín de los vientos.

Julio M. Marante