Los carteros rurales no tienen quien les cubra

Entre carta y carta, Carlos Yánez llegó a muchos rincones de Gran Canaria. En 1983, la jubilación de un trabajador le permitió salir de la tienda de aceite y vinagre familiar y entrar a Correos como cartero en el municipio de Teror, donde, durante cinco años, recorrió a diario con su coche 43 kilómetros para repartir la correspondencia. “La casualidad”, como señala, fue que el trabajo le apasionó. Pasado ese tiempo, Carlos aprobó las oposiciones y repartió en Madrid durante un año, “el único que no he sido cartero rural”. Finalizó su experiencia en la capital, pero no la aventura. Cuando pidió el traslado a las Islas, siguió su camino en La Guancha, Tenerife, y después en Bañaderos, en el municipio grancanario de Arucas, donde estuvo hasta este año, cuando se jubiló. “Fue una experiencia maravillosa”.

Sin embargo, la historia también tiene sus grises. “Durante los últimos ocho años, muchas veces salí cruzado de casa hacia el trabajo”. Carlos y sus compañeros se siguen preguntando por qué cuando un trabajador de Correos se coge una baja o sale de vacaciones no cubren ese puesto. “Cuando faltaba un cartero en Arucas, los rurales teníamos que hacer ese servicio y después realizar nuestro recorrido. Los urbanos todavía tienen que seguir yendo una y hasta dos veces a la oficina”. Todo, asegura, por el mismo sueldo. Como consecuencia, el profesional con 37 años de experiencia reconoce que, en la gran mayoría de las ocasiones, los trabajadores no sacan toda la paquetería que debieran como consecuencia del volumen de trabajo que se acumula por no sustituir estas bajas. “Siempre te machacaban un poco para que lo sacaras, pero soy humano”.

El auge de Internet y, con ello, el de los envíos de paquetes, tampoco ha ayudado a aliviar esa carga de trabajo. Carlos llegaba media hora antes de que comenzara su jornada laboral. “Como soy una persona nerviosa y sabía que iba a haber más trabajo, prefería hacerlo más tranquilo, con tiempo de más”. Sin embargo, durante sus últimos años como cartero en la empresa pública postal, siempre se despertó con el mismo pensamiento: “Cuántos tendré hoy…”

Esther se recorre caminando con su carrito las calles de un lugar de Canarias que no ha querido especificar. Desde los 18 años hasta ahora, con 50, lleva trabajando como laboral fija en Correos. “Mientras mis piernas aguanten, voy a seguir con el carrito. Yo soy feliz trabajando”. Pero, una vez más, las circunstancias que se han dado han provocado que esta cartera sienta “tristeza” por la situación en la que se encuentra la empresa pública desde hace algunos años. Esther explica que las “colindes” son los repartos de carteros que no se han contratado y de los que tienen que hacerse cargo el resto de trabajadores en activo. “Esto supone que los carteros se vean sobresaturados y que la calidad del reparto mengüe bastante”, advierte. 

La cartera canaria afirma que la regla de tres en este declive es clara: “Si quitan a un cartero, los ciudadanos rurales se van a ver afectados”. ¿Por qué? La carga del trabajador que falta se divide entre el resto de activos de zonas cercanas, lo que al mismo tiempo supone más carga de trabajo para ellos y conlleva, finalmente, que no tengan tiempo efectivo para hacer la entrega a tiempo. Por su parte, esas plazas que no se cubren, van desapareciendo, de ahí que a eso le llamemos ERES encubiertos“, explica. Por lo tanto, Esther concluye que Correos no está cumpliendo con lo que ”predica en sus campañas publicitarias sobre dar cercanía y accesibilidad a los ciudadanos que viven en entornos rurales“. Esta situación es la que hace que la canaria sienta que la empresa vea a los carteros ”como números y no como personas“. 

Si bien se muestra crítica e indignada con la gestión de Correos, la trabajadora no deja de reconocer las buenas actuaciones de la empresa postal, ya que se les ha provisto del material sanitario necesario para evitar los contagios de coronavirus. Además, asegura que es una persona de riesgo frente al virus y que cuando estalló la pandemia, la empresa permitió que se quedara en casa durante algunos meses: “Respetaron mi salud y la del resto de mis compañeros vulnerables”.

A Nono le gusta su trabajo, pero sabe dónde están sus límites. Desde sus inicios como cartero, en 2002, el grancanario trabajó en su isla natal, en Lanzarote y en Fuerteventura, donde finalmente se afincó tras conseguir una plaza. “Cuando yo empecé, salía con el cofre de la moto lleno de cartas y cuando llegaba a la cartería llenaba prácticamente medio casillero”. Ahora, las cartas se han convertido en una rara avis en la sociedad. “Cómo va a haber cartas existiendo Twitter y WhatsApp”, se pregunta Nono, “las únicas que no han desaparecido han sido las comerciales”, asegura.

El reemplazo de las cartas por paquetes ocasiona que el cartero muchas veces tenga que “jugar al tetris” para meter los bultos en su coche. El aumento de trabajo también se nota en el cuentakilómetros. “Tengo como cinco kilómetros de más en mi recorrido que no me pagan, porque no viene nadie a sentarse conmigo y que se de cuenta de que en lugar de 62 kilómetros hago 67”. También se queja de que, a pesar de que muchas casas se han dado de alta en las zonas rurales, “nadie las ha redimensionado”.

Además, Nono expresa que con total certeza va a tener que hacerse cargo del recorrido de algunos de los carteros que han cesado en Fuerteventura.

Huelga general

Los trabajadores de Correos estaban llamados el pasado miércoles a una huelga general en todo el Archipiélago en protesta por lo que consideran el “desmantelamiento” de este servicio postal. La participación en el paro fue del 22% del personal. La plantilla denuncia la supresión de puestos de trabajo y de secciones de reparto, así como de decenas de contratos eventuales. No es la primera movilización de los trabajadores canarios de Correos en lo que va de año.

La entidad postal ha negado el despido de trabajadores y recuerda la contratación de más de 4.000 personas durante el pasado verano. Ángel Cabanillas, miembro del comité de la empresa en la provincia de Las Palmas, afirma que, lejos de verse ampliada la plantilla, en Canarias se han producido “27 cesiones de reparto”. 

Una de las islas más afectadas, teniendo en cuenta su geografía, ha sido Fuerteventura, donde “han quitado carteros en Antigua, Costa Calma, Morrojable y Gran Tarajal”, sumando un total de cuatro ceses de trabajadores. El sindicalista avisa de que, además de los empleados, la gran afectada es la ciudadanía, quien notará el progresivo deterioro de los servicios. “La isla no ha menguado, las distancias son las mismas, pero ahora hay menos carteros, algo que se va a notar, sobre todo, en las zonas rurales”, advierte.