Defensa extrema el proceso de identificación de los tripulantes del SAR

Grúa principal del buque EDT Ares.

Teresa Cárdenes

Las Palmas de Gran Canaria —

El Ministerio de Defensa ha pedido extremar el cotejo de datos antes de hacer pública la identidad de los dos cuerpos rescatados el pasado lunes del interior del helicóptero del SAR accidentado el 19 de marzo y de los restos humanos hallados el martes, horas después de que el Súper Puma se partiera en dos cuando era izado hacia la superficie por las grúas del EDT Ares.

Fuentes del Ejército del Aire y de la Delegación del Gobierno en Canarias insistieron este jueves en que todavía no ha terminado el proceso de comprobación y que la identidad de los cuerpos y restos encontrados todavía no ha salido del Instituto Anatómico Forense de Las Palmas. Las fuentes militares consultadas explicaron que los cascos que portaban los cuatro militares fallecidos en el accidente no llevaban inscrito su nombre y que el parche identificativo reglamentario que portaban sus uniformes tampoco valen en este caso como una prueba segura, debido a las circunstancias del siniestro y al accidentado proceso de recuperación de los cadáveres.

Defensa quiere eliminar cualquier riesgo de error en la tarea de identificación y por eso ha insistido en extremar las pruebas, iniciadas en el Anatómico Forense cuando en la noche del martes llegaron a Gran Canaria los dos primeros cadáveres. En la práctica, esto ha supuesto para las familias una semana más de calvario, añadido al mes que ya había transcurrido desde que el helicóptero se hundiera en el mar en la noche del 19 de marzo a 37 millas de Gran Canaria.

Tampoco se acaba de confirmar cuándo se abrirá en la Base de Gando la capilla ardiente para velar los cuerpos si a ello acceden las familias y qué día se celebrarán las honras fúnebres ensayadas una y otra vez en la sede donde se aloja el 802 escuadrón al que pertenecían los militares muertos.

Cascos sin nombre

Para los no iniciados y a pesar del tiempo transcurrido, podría parecer tarea sencilla la identificación de los dos cadáveres y, de hecho, en medios periodísticos se ha especulado con el uso de los uniformes como prueba.

Fuentes del Ejército del Aire señalaron este jueves, sin embargo, que el casco no lleva el nombre de su portador y que el parche de identificación reglamentaria, que va adherido al uniforme y lleva una muestra de ADN del oficial, tampoco vale en este caso, por las vicisitudes que se han sucedido desde que el helicóptero cayera y se hundiera en el mar. “El parche vale como identificación si te encuentras a una persona caída en la calle, pero no después de un mes tras el hundimiento, porque puede moverse, perderse...” o ni siquiera encontrarse, como previsiblemente ha ocurrido con los restos hallados horas después de la extracción de los dos primeros cadáveres.

Lo único que sí está claro es que, en cuanto se produzcan las primeras identificaciones, se celebrarán las emotivas honras fúnebres preparadas por los compañeros de los fallecidos, previsiblemente el sábado y con la presencia del ministro de Defensa, Pedro Morenés. Estos actos seguirán adelante incluso aunque, una vez terminado el trabajo del Anatómico, se acreditara que no hay ningún resto identificado de uno o de los dos cadáveres que cayeron al agua cuando el helicóptero se partió al ser izado.

El winche y las grúas

Mientras tanto, la causa exacta de que la cabina del Súper Puma se fracturara en el momento en que era extraído del agua, lo que provocó la pérdida de dos cadáveres, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados por el Ministerio de Defensa y también por la empresa Phoenix International Holding, a la que se contrató para este complejísimo rescate a cargo de un crédito ampliado para atender sucesivas prórrogas que alcanza los 5 millones de euros.

El EDT Ares, el barco chipriota subcontratado por Phoenix para rastrear la zona del siniestro con el robot submarino Remora II propiedad de la compañía norteamericana, lleva a bordo al menos tres grúas diferentes, una que hace descender el ROV (vehículo operado por control remoto, según sus siglas en inglés) y otras dos destinadas al izado de los objetos buscados, en este caso el helicóptero del SAR. Una de estas grúas es un enorme brazo situado en un lateral de popa y la otra es un arco de articulación hidráulica situado en el extremo trasero de la cubierta.

Lo habitual, según fuentes conocedoras de este tipo de operaciones, es que el ROV descienda, rastree, identifique el objeto buscado y transmita por fibra óptica imágenes de alta definición a los ordenadores situados en el barco. De esta forma, la tripulación, altamente especializada, decide de qué lugares del objeto buscado se pueden enganchar los cables de acero usados para la extracción, que normalmente se posicionan en tres lugares de anclaje mediante los brazos robóticos articulados del vehículo no tripulado, en este caso el Remora II.

A continuación, el winche de la grúa principal (el cilindro giratorio sobre el que se enrrolla el cable de acero) empieza a tirar y comienza la fase ascendente de la extracción. Sin embargo, según esos mismos expertos, la fase más delicada de la extracción no es, pese a su extrema complejidad, la más delicada: ésta comienza cuando el objeto rescatado se aproxima a la superficie y entonces, por lo general, interviene como apoyo la grúa secundaria del barco para conseguir elevar el objeto sobre la superficie y depositarlo en la cubierta del buque.

Extraoficialmente se ha apuntado estos días que el helicóptero del SAR se fracturó justamente cuando se producía un cambio de grúa, es decir, supuestamente cuando entraba en acción la segunda grúa del buque y ya estaba próxima a concluir la operación de rescate de la nave y de sus fallecidos ocupantes.

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