Durante años, y aún ocurre, a alcaldes de Santa Cruz de Tenerife como Manuel Hermoso y García Gómez (que acabó en el PP junto a Maribel Oñate y tantos otros de aquella ATI-AIC-CC ochentera y noventera) se les criticó a fondo por pasear el pendón de la Conquista castellana por las calles de la capital tinerfeña. También ocurrió en La Laguna (incluso en etapas de Elfidio Alonso) y grupos independentistas o de nacionalismo canario arraigado no perdían ocasión para darle donde –quizás- dolía a los exespañolistas (pocos lucharon contra la dictadura) y exucedistas (muchos siguen admirando a Adolfo Suárez) que emprendieron el camino insularista y acabaron en aquello de “Canarias, lo primero”, antes de cualquier mensaje imperialista y de nacionalismo rancio y nada liberal de Trump.
Eran tiempos de disputas de banderas. De hecho, ATI, AIC y luego CC aún no reconocían ni alardeaban de la de siete estrellas (ahora ocho, se supone) a principios y mediados de los 90, aunque un consejero del Cabildo desde los 18 años –luego alcalde de Santa Cruz y siempre en tareas de gestión, salvo cuando Patricia Hernández le amargó la toma de posesión de 2019 con su pacto con Ciudadanos- ya empezó a reivindicarla a finales de los 90 y decir que era ésa la que le representaba y sentía de verdad (llevaba años sonando el “Me gusta la cerveza” –perdón, “la bandera-” en el Heliodoro como aportación soberanista más auténtica casi desde Secundino). Sí, era José Manuel Bermúdez y aún sigue con el bastón de mando santacrucero tras una célebre y bien trabajada moción de censura, aunque con el elemento clave en la Península, en pleno confinamiento.
Algunos de los popes de aquella AIC-CC noventera en Tenerife criticaron por ese atrevimiento soberanista a Bermúdez (como Isaac Valencia, Marcos Brito y otros a los que el himno y la bandera de España rayaban los ojos) y, con el tiempo, alcaldes que comenzaron en el franquismo de los 60, como Fernando Luis (Santa Úrsula) o Domingo Calzadilla (Arafo), renegaron, se distanciaron del invento coalicionero o, directa y mucho más sinceramente, volvieron a las raíces y se afiliaron al PP. Y no fue algo aislado o esporádico, pues lo mismo hicieron mandatarios como Manuel Reyes (San Juan de la Rambla) o José Luis Méndez, alcalde de Los Silos que, para justificar su vuelta a la casa madre de las derechas, dijo aquello de que “los nacionalismos se estaban cargando España” al poco de entrar Zapatero en La Moncloa, y acabó también junto a las huestes de Aznar, Rajoy y demás. Con los de toda la vida, vaya…
Al final, se impusieron las tesis de Bermúdez y otros (sobre todo de las juventudes de CC) y en las sedes coalicioneras ondea la bandera de las siete estrellas desde hace tiempo, aunque haya monárquicas reconocidas como Ana Oramas que, lejos de renegar de la española, la creen totalmente compatible y prefieren más la de los canes canarios. Por eso ha llamado poderosamente la atención, al menos a algunos lectores avispados de Canarias Ahora, que Bermúdez haya alardeado este fin de semana, no del festival Plenilunio en sí, que está muy bien, que se ha afianzado y enriquece la oferta cultural y de ocio como pocos en la capital tinerfeña, sino de ciertos actos de dudoso nacionalismo isleño dentro de un programa muy amplio y rico.
Y es que no ha pasado inadvertido para esos lectores tanta exaltación de una exhibición, con partes teatralizadas y seguramente didácticas, del Ejército español, de las que ofrece una amplia selección de fotos en las redes sociales. Claro que ATI-CC siempre bebió de una parte del electorado de evidente sentimiento españolista y conservador (buena parte de los fundadores de AIC proceden de la UCD) y de ahí lo del pendón y el entusiasmo hacia acontecimientos como el reciente desfile militar por las calles santacruceras. Sin embargo, y aunque se descontextualicen un poco, chirría bastante ese apego y orgullo de supuestos nacionalistas canarios con unas imágenes que muestran a nazis, a los Reyes Católicos (incluso con parecidos con una Isabel actual –también de Castilla y de apellido Ayuso) y símbolos (escudos, banderas…) que bien podrían formar parte de un mitin o exhibición ultraderechista, a lo DisneyVox. “Ejército al poder”, se podría escuchar…
Claro que seguro que la actriz y el actor que hicieron de Isabel y Fernando justificaron alguna carcajada, claro que esta teatralización del Centro de Historia y Cultura Militar supone una oferta más de un festival repleto este año de actividades científicas, sobre todo centradas en el Universo o, mejor, Multiverso, gastronómicas, artísticas, musicales y para todas las edades; pero esas imágenes tan militares y con símbolos tan españolistas de Bermúdez, así como que las difunde con entusiasmo, no se darían (ni nunca se dieron, para nada) ni con dirigentes importantes del PNV (con los que CC está tan bien) ni con la Convergència i Unió de los 80 y 90 (mucho menos con la actual Junts del diabólico y repudiado Puigdemont) ni con nacionalistas que, eso sí, no sean, en el fondo, regionalistas más que pragmáticos y muertos de miedo ahora por el avance de Vox y compañía. Las encuestas, amigo Sancho, las encuestas… Al fin y al cabo, poco les cuesta a los máximos defensores del nacionalismo canario pactar con el partido que, como primera medida, prohibiría los partidos nacionalistas si llega algún día al poder. Ya lo hicieron en Arona, en Granadilla y en Teguise.