Planes para visitar La Paz: arquitectura colonial, brujas, teleféricos y cholitas en el ring

Plaza de Murillo, en el centro histórico de La Paz.

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La Paz es una ciudad extraña y, en apariencia, caótica. Lo primero que impresiona es dónde está: literalmente colgada de un desfiladero que baja desde los 4.000 a casi 3.500 metros de altitud en quebradas imposibles. Lo segundo es su configuración laberíntica: las laderas cubiertas de casas bajas y ladrillo visto que crean un verdadero muro rojo y el centro ecléctico y desordenado donde se mezclan algunos restos del pasado colonial con grandes edificios de apartamentos y oficinas. No te vamos a engañar. La primera impresión puede no ser buena. Pero la capital no oficial de Bolivia –la constitucional es Sucre- es un microcosmos que trasciende lo arquitectónico, lo histórico y artístico. Es un lugar único e intenso en el que se siente la herencia prehispánica como en ningún lugar de Latinoamérica (incluso más que Cuzco). Y también un mosaico en el que se pueden encontrar verdaderas joyas que no desmerecen frente a sus vecinas peruanas o las históricas Potosí o Sucre. La mayoría llega y se va para ver otros lugares del país. Pero merece la pena hacer parada y fonda por unos días y dejarse sorprender.

 En torno a la Plaza Mayor de San Francisco: La Paz colonial.- Esta vez no fueron ni la espada ni la cruz, sino la necesidad que imponían las enormes distancias que iban mediando entre las ciudades de un imperio cada vez más grande. Y La Paz hace honor a su nombre, pues se fundó como posta de descanso en el camino que comunicaba el Cuzco y la Villa Rica de Potosí. Fue en 1548 aprovechando las quebradas que quedan al socaire de los vientos helados del Altiplano andino. Y ese fue el comienzo: el de posta de camino. Los restos de la ciudad colonial están diseminados. Los hay imponentes, como la Basílica de San Francisco (Sagarnaga, 173), un templo barroco del siglo XVIII que es una síntesis perfecta de esa mezcla de simbolismos europeos e indígenas que es tan característica de esta parte del mundo. Pero la mayoría de los rastros de la vieja España son viviendas de estilo colonial que, de milagro se salvaron de la piqueta o la simple ruina.

Buena parte de estas huellas hispanas están aisladas, como la que alberga el Museo Tambo Quirquincho (Plaza Alonso de Mendoza). Dicen que aquí se encontraba un antiguo tambo incaico que fue ‘modernizado’ para convertirlo en esa posta de descanso. Estaríamos, entonces, ante el edificio más antiguo de la ciudad. Otros forman bonitos conjuntos monumentales, como los de la Calle Jaén, un trozo divino de casonas coloniales que se ha conservado gracias a su conversión en centros culturales (aquí conviven pared con pared los museos del Oro Precolombino; del Litoral Boliviano; el de los Instrumentos Musicales; el de las Costumbres y la Casa Museo Murillo, un héroe de la independencia local).

Caminar por las apenas quince o veinte cuadras que rodean a la Basílica de San Francisco es irse topando con esos restos del pasado mezclados con grandes edificios del XIX y otras construcciones modernas de dudoso gusto. En Pichincha está la Iglesia de los Jesuitas (San Calixto); en Ingavi el fastuoso palacete barroco que alberga en Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Ingavi, 916; Tel: (+591) 2240 8640); en Comercio, el precioso Palacio Diez de Medina, sede del Museo Nacional de Arte (Comercio y Socabaya; Tel: (+591) 2240 8600); en Colón la sencilla Iglesia de la Merced... Lo mejor es ir y venir para toparse con viejos balcones, portadas de piedra, iglesias en las que conviven los dioses de las dos orillas o verjas de hierro varias veces centenarias. Otro lugar muy importante es la Plaza de Murillo. Aquí conviven casi tocándose, la Catedral Metropolitana (del siglo XIX) con el Palacio de la Asamblea Plurinacional, sede del Legislativo. Pese a los desconchones de los edificios, esta plaza es uno de los centros monumentales de la capital paceña. Es un buen lugar para sentarse a descansar y ver pasar al variopinto paisanaje local.

Cholitas, mercados y brujas.- Volvemos a la vera de San Francisco para internarnos en las callejas que suben hacia la margen occidental de la quebrada paceña. En esta parte de la ciudad vieja se deja notar con fuerza el carácter mestizo de La Paz. No es viejo, ni mucho menos, pero el Mercado de Lanza (Plaza Mayor de San Francisco) es un buen adelanto de lo que nos espera un poco más adelante. Las calles y pequeñas plazas de esta zona son un mercado continuo dónde prácticamente se puede comprar de todo. La Calle Linares es uno de los lugares más auténticos de la capital y, de lejos, el sitio que mejor pone de manifiesto la mezcla curiosa de culturas y creencias que es esta parte del mundo. El Mercado de Las Brujas se ha convertido en una atracción turística que ofrece fotos curiosas de amuletos, efigies de viejos dioses, pócimas y fetos de llama. Los que llegan desde otras partes del mundo compran alguna cosa y hacen fotos. Pero los locales aún vienen buscando, por ejemplo, esos fetos de llama que ofrecidos en ofrenda a los cimientos de una casa aseguran que a uno no se le va a venir el techo encima. O los polvos de lengua de perro que te entregan la voluntad del ser amado. Aquí en la propia Linares está el Museo de la Coca (Linares, 906; Tel: (+591) 6985 1999) un modesto centro privado en el que se explora la historia de este cultivo y sus usos a lo largo de los siglos. La coca sigue siendo uno de los ejes culturales del país y la mayoría de los locales la mascan habitualmente para calmar los efectos de la altura y el cansancio.

Prado arriba; Prado abajo.- Una enorme sucesión de avenidas cruza el cauce de la quebrada paceña dividiendo la ciudad en dos mitades: Pérez Velasco; Mariscal Santa Cruz y 16 de Julio. Esta ‘calle’ partida en tres conduce desde el centro de la ciudad colonial (Plaza Mayor de San Francisco) hasta las puertas de la ciudad moderna más allá de la Plaza del Estudiante. Aunque los rascacielos y los mamotretos de dudoso gusto han ido ganando terreno, esta arteria de comunicación fundamental aún atesora algunos lugares lindos fruto de la expansión republicana de La Paz durante el siglo XIX. Como sucede en otras ciudades españolas y de origen español, El Prado ejercía de paseo arbolado a las afueras de la traza urbana. Y en La Paz, El Prado, aunque ya está en pleno centro, sigue siendo el Paseo. Así en mayúsculas. Hoy la vieja alameda es un boulevard enclaustrado por la bulliciosa 16 de Julio. Pero aún así es un agradable lugar donde caben los monumentos y una buena masa de árboles, un elemento bastante escaso en las calles paceñas más allá de plazas y parques. Aprovecha que estás por aquí para subir hasta el Mirador Killi Killi. Es una magnífica atalaya desde la que se puede ver la ciudad entera.

El barrio de Sopocachi.- El Paseo del Prado culmina en la Plaza del Estudiante. Este lugar en realidad está dedicado a la figura del poeta local Franz Tamayo aunque los paceños la rebautizaron por su cercanía con el campus de la Universidad de San Andrés. Una plaza que sirve de puerta de entrada al exclusivo Sopocachi, barrio histórico vinculado a los primeros años de la República Boliviana. Antes de iniciar el paseo, a dos pasos de la Plaza del Estudiante queda el Museo Arqueológico Nacional (Calle Tiahuanacu, 93; Tel: (+591) 2233 1633) que cuenta con una buena colección de objetos y restos de las culturas prehispánicas del país. Sopocachi es un paréntesis al barullo que impera en el centro de La Paz. Subir por la Calle Ecuador es ir pasando de manera progresiva del bullicio a la tranquilidad, A medida que vamos ascendiendo van desapareciendo los puestos callejeros, el tráfico se vuelve bastante más escaso y va imponiéndose el silencio. En Sopocachi abundan las embajadas, los hoteles boutique y los locales de moda a los que van los paceños y paceñas ‘top’ y buena parte de los turistas extranjeros.

Los tres grandes espacios públicos del barrio son la Plaza Abaroa, en la zona baja (a apenas una cuadra de la Avenida 6 de Agosto –continuación de El Prado-) y las Plazas de España y El Montículo en la parte alta. Junto a Arbaroa impera un paisaje de grandes edificios, rascacielos y sedes de ministerios y organismos gubernamentales. Un poco más arriba, las calles están cuajadas de edificios bajos y algunos buenos ejemplos de la Arquitectura Republicana. Un buen ejemplo de este estilo es la Casa Museo Marina Núñez Del Prado (Ecuador, 1934), palacete de la familia paterna de la célebre escultora boliviana en la que se custodia una más que notable colección de arte colonial (imponente la platería), precolombino y piezas de la propia Marina Núñez Del Prado. Los otros dos grandes espacios que hay que visitar en la zona son la Plaza de España –presidida por una efigie del inmortal Cervantes- y, sobre todo, El Montículo. Aquí vas a encontrar un precioso portón barroco del siglo XVIII (perteneciente al desaparecido Seminario de San Jerónimo), una fuente monumental dedicada a Neptuno, una pequeña ermita y vistas alucinantes sobre buena parte de La Paz y las laderas que suben hacia ese universo paralelo que es El Alto. Muy cerca de la Plaza de España está la estación terminal del Teleférico Amarillo que sube hasta las cimas de la quebrada.

Subir hasta El Alto.- La inauguración de las diferentes líneas de teleférico ha acercado los diferentes barrios y poblaciones que se desparraman por la geografía endiablada de La Paz. El Alto es una ciudad desmesurada que se extiende a más de 4.000 metros de altitud sobre un enorme altiplano (con más de 400 metros de desnivel con las zonas paceñas más bajas). Es un lugar singular que gracias al teleférico (que forma la red más extensa del mundo) se ha ido integrando en las rutas turísticas. Por su situación geográfica, justo al borde de la gran hoya que alberga a La Paz, ejerce de mirador privilegiado en lugares clave como Faro Murillo (Estación Faro Murillo, línea morada), Ciudad Satélite (Estación Qhana Pata, línea amarilla) o las inmediaciones de la Avenida 16 de julio (Estación 16 de Julio, línea roja). Y no sólo verás la ciudad desde las alturas: también la mole imponente del Illimani, el gigante nevado de más de 6.400 metros de altitud que vigila esta parte del mundo. La línea plateada, que recorre el borde del precipicio, sirve de conexión entre estas tres líneas que suben desde La Paz y, también, para acceder a las estaciones de las líneas que se internan en El Alto (azul y morada). Pero su principal atractivo turístico es que es el mejor de los miradores posibles para ver la capital desde las alturas y moverse entre puntos importantes de El Alto. Como por ejemplo las avenidas Cívica y Tihuanacu, dónde se forman gigantescos mercados a cielo abierto que se cuentan entre los más grandes de Latinoamérica.

El Alto es un lugar famoso entre el turismo que tira de mochila por Latinoamérica por algunas atracciones bizarras. Quizás la más singular es el Cholitas Wrestling (Calle 4 Villa Dolores; Tel: (+591) 7729 4590) un curioso espectáculo de lucha libre donde participan mujeres vestidas con sus atuendos tradicionales. La primera vez que estuvimos en La Paz fuimos de mala gana, pero no es más que un divertimento popular y bastante curioso (como lo que es la entrada para extranjeros sea mucho más cara que para los locales) en el que hay muchísimo más teatro que violencia. Otro fenómeno alteño que se está convirtiendo en una atracción turística es el de los ‘cholets’, un palabro despectivo de nuevo cuño formado por la unión de las palabras cholo (como se llama a la población indígena) y chalet. Los cholets son residencias y negocios vinculados a la nueva burguesía de El Alto que ha florecido al socaire del milagro económico boliviano. Algunas de estas construcciones lucen extravagantes y vistosos diseños inspirados en las culturas tradicionales (sobre todo en los espectaculares tejidos andinos –aguayos-). Otros son verdaderos templos en los que se mezclan lo naif y lo kitsch a partes iguales (con máscaras de superhéroes, estatuas de la libertad y otras lindezas arquitectónicas como un barco que corona un edificio de diez pisos al que los locales llaman el Titanic). La mayoría de estos ‘cholets’ se encuentran en el barrio de Villa Adela (Acceso Línea de buses verde desde la Avenida 6 de marzo). El ejemplo paradigmático de este estilo al que también llaman Nuevo Andino es el salón de fiestas El Imperio del Rey (Calle 9 y Avenida Bolivia). La Plaza de la Cruz ejerce de epicentro del Cholet ya que las dos avenidas que la cruzan (Bolivia y Julio César Valdez) atesoran un buen número de estos edificios que, poco a poco, se van extendiendo a otras partes de El Alto.

Cuatro excursiones desde La Paz.- Antes de partir a conocer lugares como las riveras del Titicaca, Sucre, Potosí o el mágico Uyuni, podemos aprovechar la estadía en La Paz para visitar algunos lugares que están muy cerca de la ciudad y que merecen la pena. Si eres amante de la arqueología no debes dejar pasar la oportunidad de pasear por las ruinas de Tihuanacu (Acceso por Ruta 1), una importante ciudad preincaica que floreció entre los años 400 AC y el 900 DC como cabeza de una cultura que alcanzó territorios de las actuales Bolivia, Perú, Chile y Argentina. Otro lugar mucho más cercano a la capital es el Valle de Las Ánimas, una excursión que puedes hacer por tu cuenta con los modernísimos Autobuses Pumakatari que salen desde Plaza Camacho (Ruta marrón a Chasquipampa) hasta la parada de la calle 60 en Ovejuyo. Este valle mágico excavado por el agua y el viento está lleno de formaciones rocosas en forma de pináculos. No es una ruta larga pero sí exigente. Ten en cuenta que estamos a más de 4.000 metros de altura. Otro plan paceño habitual es descender por la famosa Carretera de La Muerte que conduce a Coroico, en las Yungas bolivianas (selvas). Esta vieja carretera en desuso es una de las más peligrosas del mundo pero aún así se organizan excursiones para descenderla en bicicleta. No es tan difícil como parece. Nosotros pudimos hacerla sin muchos problemas. Terminamos con otro clásico paceño: El Valle de La Luna. Este espacio natural singular se encuentra al sur de la capital pero bien comunicado por transporte público (líneas de autobuses a Masalla desde la Calle México y la Avenida Mariscal Santa Cruz). Este lugar se parece mucho al Valle de Las Ánimas aunque la concentración de pináculos de piedra es mucho mayor formando un paisaje surrealista.

Fotos bajo Licencia CC: Esmée Winnubst; Dimitry B.; Jenny Mealing; Jan Beck; Emerging Architecture El Alto, Bolivia; juhauski72

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