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Un paseo hasta el fin del mundo en la isla de El Hierro

Faro de Orchilla, en el extremo occidental de El Hierro.

Viajar Ahora

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La HI-400 recorre a media altura la zona más salvaje y apartada de El Hierro. Desde Valverde, apenas hay 18 kilómetros (unos 25 minutos de paseo tranquilo), pero cuando uno se interna en los pinares que rodean la Hoya del Morcillo, uno parece entrar en otra isla completamente diferente. Hemos dejados atrás los prados y colinas verdes de Nisdafe y los campos cerrados por muros de piedra que marcan la isla humanizada. Pero aquí la cosa cambia. Lo primero, por los densos pinares que se adueñan del paisaje convirtiendo los campos de color esmeralda en colinas en las que manda el verde apagado de los pinos y el ocre de los suelos que no beben con asiduidad. Aún así entramos en la zona más espectacular de la pequeña pero intensa geografía herreña. Los pinares ocupan la parte alta de la isla hasta el mismo borde del abismo que da paso a El Golfo, otra de las grandes comarcas. Ahí hay varios hitos de importancia que tienen que ver con lo físico y lo cultural: a pocos kilómetros podemos visitar el Alto de Malpaso (1.501 metros sobre el nivel del mar), altura máxima de la isla y excelente mirador y la Cruz de Los Reyes, un lugar muy importante para la cultura pastoril local y la religiosidad de la isla.

Aquí la mano del isleño apenas ha transformado el paisaje que ha permanecido casi intacto a lo largo de los siglos. Entramos en las tierras que dan paso a la Dehesa: un término que da nombre a casi una cuarta parte de la superficie insular y que nos habla de la importancia que la cultura ganadera tuvo y aún tiene en El Hierro. El extremo oeste fue desde siempre un lugar de terrenos comunales destinados al pastoreo. Y hacia allí vamos. A un lugar muy especial que aúna valores naturales, geográficos, culturales, históricos y religiosos en apenas unos kilómetros cuadrados. Como, por ejemplo, los Grabados del Julan, una de las manifestaciones rupestres más espectaculares de las islas.

En las coladas de lava que bajan hasta la orilla del Mar de Las Calmas, los antiguos grabaron multitud de señales e inscripciones aprovechando las enormes losas de piedra que se encuentran en el lugar. Para visitar el lugar hay que reservar la excursión con guía (Tel: (+34) 922 558 423; E-mail: eljulan@gmail.com) que dura entre tres y cuatro horas –te recomendamos bajar caminando y subir en coche) pero que al ser con guía es muy instructiva (no sólo recorre los grabados, sino que visitas varios yacimientos más incluida la Cueva de Juan Baltasar. Si no quieres hacer todo el camino, puedes conocer el lugar de manera indirecta en el Centro de Interpretación (Acceso por HI-400) donde también puedes aprender sobre los bimbaches (los habitantes prehispánicos de El Hierro).

Como te decíamos con anterioridad, el extremo oeste de la isla está lleno de lugares con una carga altísima de simbolismo. El Santuario de Nuestra Señora de Los Reyes es una modesta iglesia de estilo rural. Su simplicidad exterior también se refleja en el interior: pero aún así es un lugar central en la cultura insular. Dicen que la Virgen de Los Reyes llegó a la isla gracias a una encalmada que atrapó un barco que iba a América durante muchas semanas. Al agotarse los víveres, los marineros acudieron a los pastores isleños en busca de ayuda. Éstos aprovisionaron el barco con agua, vino y alimentos y el capitán los obsequió con lo único de valor que tenían: la imagen. Dicen que nada más pisar tierra, empezó a soplar una brisa propicia. La virgen estuvo varias décadas en la Cueva del Caracol hasta que se construyo una primera ermita y se convirtió en la patrona de la isla. En esta parte de la isla aún subsisten antiguos ritos y festividades que tienen que ver con el uso comunal de La Dehesa desde tiempos inmemoriales. La Dehesa es, también, un lugar de altísimo valor natural y paisajístico. Aquí se encuentra el Sabinar, un bosque abierto y casi surrealista de grandes sabinas retorcidas por el viento y el Mirador de Bascos, uno de los mejores balcones hacia El Golfo.

EL FIN DEL MUNDO.- Desde La Dehesa podemos ver como la isla se desploma hacia el mar a través de paisajes dominados por viejos volcanes. Más allá de estas costas no hay nada más hasta llegar a tierras americanas. Nada más y nada menos. Y, como es lógico, hasta el descubrimiento del Nuevo Continente este fue el fin del mundo conocido: el principio y final de todo, lo que convirtió a El Hierro en el punto geográfico de referencia internacional durante siglos. Hasta que los ingleses se lo llevaron a Greenwich, por aquí pasó el Meridiano Cero. Un sencillo monolito cercano al Faro de Orchilla recuerda el hecho. Aunque la pista de tierra asuste, merece la pena llegar hasta la costa. Primero porque es un lugar especial y, segundo, porque los paisajes volcánicos que rodean Orchilla son impresionantes.

El paseo por esta parte de la isla culmina en El Verodal, una playa de arenas rojizas a pie de risco en la que suele batir el mar de manera furiosa gran parte del año. Desde aquí, la HI-500 gira hacia El Golfo a través de un tozo de costa en el que puedes hacer varias paradas: el Arco de la Tosca (una curiosa formación rocosa) y la pequeña playa de Arenas Blancas (una rareza en medio del paisaje volcánico). Aunque está ya dentro de El Golfo, te proponemos finalizar el paseo en el Pozo de la Salud. Este pequeño pozo de aguas salobres se abrió para dar de beber al ganado, pero pronto se extendió la fama del poder curativo de unas aguas que se llegaron a exportar en garrafas a tierras americanas. Hoy en el lugar, junto al pozo histórico, hay un balneario con hotel. Desde aquí puedes subir hasta Sabinosa, un pueblecito pequeño pero muy auténtico en el que hay buena arquitectura tradicional, huertecillos, viñedos y varios lagares centenarios.

Fotos bajo Licencia CC: Marcel Oosterwijk; Jose Mesa; Mario Trifuoggi; Javier Sanchez Portero

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