Expertos corrigen a los Sabios
El parto de los montes Es obvio que en la famosa Comisión de Sabios había personas
indiscutiblemente cultas y con criterio contrastado cuya opinión en temas de
relevancia social debería ser tenida en cuenta. No obstante, siempre me
chocó, desde el principio, la ausencia de profesionales de reconocido
prestigio no ya del mundo periodístico -Urbaneja es indiscutible en ese
sentido, por él mismo y su trayectoria profesional como por su cargo como
representante de las Asociaciones de la Prensa- sino del mundo de la
comunicación específicamente audiovisual y, más concretamente, de la
televisión. ¿No hay en España profesionales de la televisión de probada
independencia, criterio coherente y madurez contrastada como para ser
escuchados al mismo nivel que la Sra. Camps o el Sr. Lledó, con la ventaja
de que conocen bien “el percal”, cosa que obviamente no ocurría con el
famoso Comité de Sabios? ¿Resultado final? El parto de los montes. Y menos mal que el voto discrepante de Urbaneja, sensato economista aunque
tan desconocedor del mundo de la tele como los demás, puso el acento sobre
las íes más hirientes: las que tienen que ver con la financiación. La de la
deuda pasada -más de un billón de las antiguas pesetas, que se dice pronto-
y la del mantenimiento futuro de la televisión pública. No al canon, no a la privatización de alguna parcela de nuestra
hipertrofiada RTVE, si a una financiación mixta... O sea, más de lo mismo.
Es decir, competencia con las privadas por el pastel de la publicidad -cada
vez más disputado en el futuro con la TV digital terrestre- y, por tanto,
búsqueda del share a toda costa, es decir, a costa de la calidad que debe
tener la TV pública con audiencias menos masivas que la TV privada... La financiación de una auténtica televisión pública debería ser
exclusivamente pública. Por definición. Cuanto menos pública la
financiación, menos pública la televisión... Sólo eso garantiza la
independencia de su programación, que debe estar en línea con el interés
general y no con el de los anunciantes y demás grupos de presión, económicos
u otros, que pueden condicionar los contenidos simplemente retirando su
apoyo publicitario o, aun peor, su patrocinio directo. Una televisión pública, además, menos mastodóntica que la actual RTVE. Con
un sólo canal, una radio con una o dos emisoras, algunos (pocos) canales
temáticos especializados para la TV digital, y punto. ¿Es utópico? Pues si, porque en gran parte le quitas el caramelo de la tele
“propia” a los gobernantes de turno. Pero ese caramelo está cada vez más
diluido, porque hay ya muchas más televisiones cuya opinión cuenta, y mucho;
a veces más que la de TVE. Pero necesitamos televisión pública, lo más pública posible. Si desapareciera la TV pública, desaparecerían los contenidos de interés
público, aunque algunos sean minoritarios, porque a ninguna tele privada le
interesarán por razones publicitarias (de audiencia). ¿Y el billón y pico de deuda? Véndase a las empresas privadas que lo deseen
lo que sobra de la hipertrofiada RTVE actual. Con ese dinero paguemos parte
de esa deuda. Y lo que quede, pues como en la propuesta de los sabios, que
lo asuma el Estado. ¿Quién, si no? ¿Y el canon? Pues por qué no. En toda Europa funciona. Pero en eso Spain
sigue siendo different. No sé por qué.En fín, los sabios hablaron. Pero dijeron poco comparado con lo que muchos esperábamos de ellos. ¿Y de los canales autonómicos, qué? En efecto, no hay que olvidar a estas otras televisiones públicas. Lo dicho para RTVE para ellos, pero a escala de autonomía y no de todo el
estado. Manuel Toharia
Fuente: Revista Carta de Ajuste que edita la Academia de Televisión (Marzo)