¿Qué pasaría si Sardá o Mercedes Milá se presentaran a las elecciones en España?
Si seguimos el proceso que ha vivido California al destituir a su gobernador después de 11 meses de mandato para colocar, como si de una campaña publicitaria sobre la última película de Terminator se tratara, a un actor de Hollywood; si además este actor, con fama de mujeriego y partidario de la fuerza como método de diálogo, consigue ganar las elecciones, podemos pensar que algo está pasando con la clase política y con el poder de los medios de comunicación en nuestra sociedad moderna. ¿Quién sería un buen candidato en España o en Madrid? ¿Tendría Javier Sardá más tirón que Zapatero si el presentador decidiese pasar a la política? ¿Podría María Teresa Campos presentarse como alternativa a Esperanza Aguirre y ganar las elecciones sin cuestionarse si tiene programa electoral o si sus amistades son el presidente de la Cámara de Comercio o el Conde Lecquio? ¿Que pasaría si Mercedes Milá considerara un día que podría ser un buen experimento sociológico dirigir los destinos de los españoles? Seguramente, y para la decepción de muchos políticos, si les tocara enfrentarse en las urnas con estos líderes mediáticos, ellos les ganarían la batalla. ¿Cuales serían las razones? La primera razón y fundamental es que estos monstruos de la televisión están acostumbrados a trabajar para la audiencia, o sea para satisfacer los gustos de sus “clientes” que somos todos los españoles. Si a esto se añade que la clase política española da la sensación de que se ha olvidado de los electores, metidos en sus particulares batallas de intereses, resulta que los auténticos expertos en atraer la atención de la masas, expertos en evitar el “zapping”, tienen altas posibilidades de triunfo. Nuestros líderes mediáticos están acostumbrados a hacer lo que sea para que la audiencia no los abandone y, además, dedicarán todo el esfuerzo necesario para hacerlo. Para ellos, los “clientes” - los espectadores o los electores si fuera necesario- son la más importante de sus prioridades. Los presentadores de la televisión tienen, al igual que el nuevo Gobernador de California, un alto nivel de reconocimiento y una imagen de “héroe” por encima del bien y del mal. Este carisma hace que su audiencia se sienta segura con ellos o por lo menos consigue que no se aburra mientras van contando, con mensajes cortos y concretos, qué piensan hacer por ellos. Nuestras celebridades televisivas saben cómo contar lo que les interesa y conocen las emociones adecuadas para hacer que su mensaje llegue, no sólo al oído de la audiencia, sino también al corazón. ¿Quién puede mejor que ellos mirar al objetivo de una cámara y explicar lo que les preocupa y lo mal que lo están pasando por una injusticia, un asesinato, una boda, una infidelidad, y conseguir que cualquiera de esas cosas tan distintas se conviertan en igual de importantes en un abrir y cerrar de boca? Hemos asistido al espectáculo fascinante de Schwarzenegger mirando fijamente al objetivo de la cámara de televisión y pidiendo disculpas por haberse comportado como un chico malo al abusar sexualmente de una serie de mujeres y no ha pasado nada. ¿Cuántas mujeres han denunciado su comportamiento? ¿Diez, veinte?. ¡¡¡Y los electores han aceptado sus disculpas y le han convertido en Gobernador de California!!! Los presentadores, expertos en el directo, conocen el plató como la palma de su mano, dominan los espacios escénicos y se mueven en ellos sin dificultad porque saben lo importante que es dominar un territorio que por lo menos mida dos veces la extensión de sus brazos. Y ejemplos no nos faltan. Cuando Javier Sardá se sintió herido por aparecer en la portada de una revista dentro de un cubo de basura; revista que pertenecía a un grupo accionista de Telecinco, su propia cadena, y que se beneficia de sus audiencias, no dudó en dedicar 20 minutos a un discurso en contra de sus contratadores como si del mejor predicador americano o líder de masas se tratara. Veinte minutos es una eternidad en televisión, pero se hace corto si se sabe como gestionar este tiempo “entreteniendo” a la audiencia. Y Sardá lo hizo. No le faltaron los aplausos de sus seguidores, ni las columnas en los periódicos apoyándolo o defendiéndolo, pero lo que seguro no consiguió es pasar desapercibido. ¿Y no es eso exactamente lo que pretenden constantemente los políticos? ¿Y no es intentar conseguir ese tiempo, esa influencia, esa capacidad de atracción, lo que hace que muchos de los políticos se olviden de lo que realmente interesa a los electores y que deberían resolver para ellos, sean ciudadanos que les han votado o no? Hay un camino muy importante que ya tienen recorridos estos grandes comunicadores: dominar el secreto de su oficio. Y es el camino que muchos políticos, dirigentes de grandes empresas y líderes de organizaciones no son capaces de recorrer, porque ni tan sólo se han tomado la preocupación de empezar a caminarlo. O porque no son conscientes de la necesidad de prepararse porque no conocen el objetivo: ellos son el mensaje en cada uno de sus gestos y de sus palabras, nos guste o no nos guste. Aunque nos cueste reconocerlo, no podemos dejar de admitir que actualmente sólo lo que sale en televisión existe; que lo que llega a todos los rincones del país, al último ciudadano, es lo que se difunde a través de la televisión, y que el que sabe dominar una cámara puede dominar multitudes. Y si no es así, y si éstas no son algunas de las razones ¿por qué ganó Arnold Schwarzenegger las elecciones de California? *Adriana Kaplan es Directora de Coaching TV