Javier Sánchez-Simón ha pasado a la historia como uno de los mejores presidentes que ha tenido la Autoridad Portuaria de Las Palmas. Su carácter expeditivo, su independencia respecto de las directrices partidistas emanadas de la dirección de la formación política a la que aún hoy pertenece, el PP, y su impetuosa visión empresarial del organismo le granjearon muchos elogios de los operadores. Su sustitución, consecuencia de los mismos cambios políticos que a él le llevaron hasta los puertos de Las Palmas, no la ha encajado muy bien, o al menos eso aparenta. Sus primeras contestaciones públicas a su sucesor, Luis Ibarra, cayeron simpáticas en los medios de comunicación y en la opinión pública, convencidos de Sánchez-Simón manejaba por entonces un mayor grado de información del que tenía el nuevo titular de la plaza. No ha dejado pasar una sola oportunidad para reivindicarse, para reclamar la cuota de gestión que le pertenece en los éxitos que ahora corresponde capitalizar al nuevo presidente. Siendo una actitud en apariencia vanidosa, resulta comprensible y absolutamente humana.