La doble realidad de la calidad del aire en Canarias

Toni Ferrera

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La calidad del aire en Canarias se puede mirar de dos maneras. Es posible descartar la calima y no tomarla en consideración para la elaboración de los informes de evaluación, tal y como hace el Ministerio para la Transición Ecológica siguiendo la norma 2008/50/EC de la Comisión Europea, que permite borrar las aportaciones de fuentes naturales. Y también se puede acudir a la red de vigilancia del Gobierno regional y apreciar un patrón que se repite: cada vez que se producen intrusiones de masas de aire africano, los niveles de PM10 (partículas sólidas o líquidas de polvo inferiores a 10 micras) ascienden a cotas peligrosas para la salud.

Todos los expertos coinciden: “Somos la envidia de cualquier ciudad de España”, subraya Alberto Santana, jefe de Servicio de Prevención y Control de la Calidad del Aire en las Islas. “No somos una zona de alta contaminación”, agrega Emilio Cuevas, físico y director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña.

Las causas, dicen, son varias. Destaca la influencia de los vientos alisios, que barren la contaminación. También la cercanía del mar y la ausencia de una industria extendida que expulse a la atmósfera sustancias dañinas.

El último estudio del Ministerio para la Transición Ecológica señala que en 2019 no se produjeron en Canarias superaciones de ningún valor límite para la protección de la salud. Esto es así porque, como remarca Santana, se descarta lo que viene de fuera y solo se tiene en cuenta lo producido por el ser humano. La Comisión Europea lo permite siempre y cuando los Estados miembros justifiquen debidamente el origen natural de la contaminación. De otro modo, a Canarias le resultaría imposible cumplir con los límites que establece el organismo comunitario. 

Como se puede apreciar en el gráfico de arriba, la red de Santa Cruz de Tenerife-La Laguna (que engloba las estaciones medidoras de Vuelta Los Pájaros, Tome Cano, Piscina Municipal, Parque La Granja, Depósito Tristán y Casa Cuna) superó el umbral diario de PM10, situado en 50 μg/m3, un total de 69 veces. Ninguna otra red española superó ese dato en 2019.

Pero la razón (y la lógica) llega echando un ojo a la hemeroteca. A principio y finales de febrero, con las cifras de PM10 por encima de 100, la calima hizo acto de presencia en el Archipiélago. Lo mismo ocurrió en junio, octubre, noviembre y diciembre. La norma se repite para Las Palmas de Gran Canaria.

“Cuando tenemos mala calidad del aire es por la calima, que hace que acumulemos bastantes partículas de PM10. Lo que pasa es que tienes 50 días en los que superaste el límite, pero quitas 49 porque se dieron en jornadas de polvo desértico. Esto se hace para saber si las personas han sido un factor causal”, explica Santana.

La tabla adjuntada ofrece una imagen bastante clara. Las estaciones medidoras canarias que registran la presencia de PM10 en el aire no notifican valores altos durante el año. Solo en aquellos días en los que la calima alcanza al Archipiélago.

Entre las peores estaciones se encuentra Casa Cuna, en Santa Cruz de Tenerife, El Pilar, en Santa Cruz de La Palma, Las Galletas, en el sur de Santa Cruz de Tenerife, y Playa del Inglés, en el sur de Gran Canaria.

Vemos, por ejemplo, que en Arinaga se llegó a alcanzar 183 μg/m3 de PM10 el 5 de febrero de 2019 y en Arrecife se registró 124 μg/m3 de PM10 el 25 de diciembre de ese año. En ambos casos se superó el umbral diario. Eso es innegable. Pero, ¿hasta qué punto es esto perjudicial para la salud?

Una investigación llevada a cabo por un equipo multidisciplinar de cardiólogos, bioquímicos y físicos, liderado por el Servicio de Cardiología del Hospital Universitario de Canarias, concluye que la exposición al polvo desértico aumente un 2% el riesgo de muerte cardiovascular el mismo día que se inhala. Otro estudio, publicado en la revista Environment International, señala que la exposición aguda al polvo mineral podría causar silicosis (síndrome del “pulmón del desierto”) y episodios de asma. Y este otro, publicado en la International Journal of Biometeorology, ofrece una imagen completa de cómo las jornadas de calima son un perjuicio para la salud.

No existe un número concreto de días de exposición que deriven en una hospitalización. Puede variar. Canarias vivió entre el 31 de diciembre de 2014 y el 5 de enero de 2015 una semana de polvo desértico dramática. Entre esos días, ingresaron 50 personas en Las Palmas de Gran Canaria y 26 en Santa Cruz de Tenerife a causa de las masas de aire africanas. Pero en febrero de 2020, durante los tres días más críticos del peor episodio de calima registrado en las Islas, las hospitalizaciones fueron de siete y tres, respectivamente.

Como se puede ver en el gráfico, tres de las cinco zonas que más días superaron el límite diario de PM10 en España en 2019 (último año del que se tienen datos) están localizadas en Canarias. Son Santa Cruz de Tenerife-La Laguna (69), Sur de Gran Canaria (64), y Sur de Tenerife (37). Sin embargo, con respecto a las superaciones de O3 (ozono), el Archipiélago es, junto con Cantabria, una de las autonomías con los registros más bajos. 

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