Dicen que Orson Welles estaba hablando por teléfono desde una cabina, en una estación de tren, con un productor. Este le pregunta si tiene alguna historia entre manos, porque en tal caso le produciría una película. Welles, que siempre tuvo problemas para financiar sus obras, rápidamente mira hacia un expositor de libros que está cerca y coge una novelita al azar. Le responde al productor que sí, que está trabajando en el guion de una gran novela. Lee el título de la portada: If I die before I wake. Así nació la película que se tituló La dama de Shangai . Eran otros tiempos.
Ahora se hacen muchas películas basadas en novelas de éxito, como las del expositor aquel, pero con miles o millones de lectores. Ejecutivos asustados y con miedo al fracaso tirando sus redes de pesca masiva para meter a todos esos lectores dentro de la sala. Quién dice “sala” dice salón.
Vi La dama de Shangai de joven y me fascinó, pues era enorme el gusto estético y la visión del director, pero también enorme era la belleza de su protagonista, la mujer más guapa del mundo, Rita Hayworth; a la sazón ex-pareja de Welles, que parece ser que la tiñó de rubio por venganza, para afearla. Esto nunca lo entendí, jamás a la Hayworth se la vio tan hermosa.
Sirva esta introducción para hablar del complejo mundo de la adaptación cinematográfica o serial en relación a la serie de moda, El Eternauta. Nunca leí la novela en que se basó La dama de Shangai pero sí leí el cómic escrito por Héctor Germán Oesterherld y dibujado por Francisco Solano. Fue hace bastantes años y, aunque no soy un lector asiduo de cómics, sí procuro de vez en cuando leer algunos de los considerados mejores o más emblemáticos. Y he de decir que no me entusiasmó. Lo leí con cierto placer pero no descubrí las razones por las que muchos lo consideran una obra maestra. Me pareció una obra menor, aunque quizá se deba a que las ilustraciones no me convencieron. Creo que en el cómic el ilustrador es sumamente importante, como se puede apreciar por ejemplo en Blacksad, una historia de cine negro convencional pero con una excelencia visual tan arrolladora que su lectura y contemplación conducen a un enorme disfrute estético. No me ocurrió esto con El Eternauta, aunque es una apreciación que pudiera resultar injusta, dado que el nivel artístico en la ilustración de cómics ha experimentado grandes cambios desde la época del cómic argentino.
Sin embargo, la serie me ha producido un placer muy superior, lo que contradice el tópico de “el libro era mejor que la película” que tanto se suele emplear. Y esto ocurre, creo, porque esta obra estaba llamada a ser una obra cinematográfica, su potencial estaba ahí, ese era su formato ideal. Como si obligas a un niño a jugar al ping-pong cuando lo suyo es el tenis. Para adaptar bien hay que entender bien la obra. Comprender cuál es su esencia, su alma, lo que hay que mantener y lo que hay que desechar en función de lo que es el lenguaje cinematográfico y lo que es el literario (por dios, adaptar no es coger las frases del libro y meterlas como voz en off en la película. Perdón, no pude callármelo). Los creadores de El Eternauta lo han entendido y han sido fieles a lo que tenían que ser fieles y han inventado para los nuevos tiempos (el cómic es de 1957) lo que era necesario implementar.
Y, por supuesto, Darín. Creo que fue el guionista William Goldman quien dijo que las películas que son buenas lo son por algún aspecto concreto, como puede ser la fotografía o el vestuario. Que destacan por algo específico. Decía, por ejemplo, que El exorcista lo es por su maquillaje. Es cierto que es una opinión como mínimo curiosa; quizás una boutade, una broma del oscarizado guionista. Quién sabe. Pero puede que tenga algo de cierto. Porque, ¿qué sería de El Eternauta sin Ricardo Darín? Es más, me atrevo a decir, ¿qué sería de cualquier película de Darín si no fuera por Darín? Todo lo que hace Darín es bueno. Incluso lo malo.
Es una serie disfrutona y excelente a ratos. Qué pena que eso ocurra. Ese desequilibrio. Que una escena tenga tanta fuerza visual, tanto cine, y que la siguiente sea convencional. Pero esto sucede demasiadas veces. No todos son Kubrick. Y yo quiero que las películas (sí, sí, y las series) sean buenas de principio a fin. Y da rabia que no se mantenga la excelencia en todo el metraje. Claro que yo soy un loco del cine. Yo comprendo a Kubrick. En fin, que esto de la adaptación tiene mucha tela que cortar. Se habla poco de ello. Se cree que es buena idea adaptar las grandes novelas pero no siempre es buena idea. Dejen tranquilas a El guardián entre el centeno, La senda del perdedor y La conjura de los necios. No es necesario que las adapten, de veras. Se pueden hacer magníficas películas de novelas (o cómics) de nivel medio. Pueden salir grandes cosas de ahí. Y más si tienes a Darín.