Una gran nube de polvo envuelve al pueblo de Guatiza, una pequeña localidad de menos de mil habitantes situada en el norte de Lanzarote. El origen de la polvareda es una caravana de seis buggies con turistas a bordo atravesando un camino de tierra. Esta estampa se repite varias veces al día, todas las semanas, todos los meses, y se reproduce también en otras zonas de la isla. Aunque realizar estas excursiones por el medio natural está prohibido, esta atracción turística sigue ofertándose, empujando a los residentes al límite. “Cuando el turismo ya no puede convivir con la población, se crea un grave problema”, aseveran los vecinos de Guatiza.
“Conduce por las dunas de Lanzarote gracias a este tour en buggy”. “Conduce por paisajes impresionantes, playas vírgenes y pueblos como Guatiza”. “Explora el increíble volcán de El Cuervo y haz fotos increíbles en la formación volcánica de Las Grietas”. Estas son algunas de las ofertas que aparecen en Internet para contratar esta atracción turística. Por poco más de cien euros, puedes llevar este vehículo durante tres horas por diferentes espacios de la isla.
“Sabemos que el turismo es importante, pero que no se le quede grande a los políticos el concepto de sostenibilidad y que la apliquen”, asevera Nayra. Ella y otros residentes del norte de Lanzarote han exigido al Ayuntamiento de Teguise, municipio en el que se sigue practicando esta actividad, que cumpla con la normativa y que ponga límites para reducir su impacto en la calidad de vida de la población.
“Nos afecta de diferentes formas. Los recorridos pasan por zonas protegidas y agrícolas y no cumplen con la ordenanza. Genera una presión sobre el suelo que altera los cultivos y también la fauna de la zona. No hay seguimiento, no hay penalizaciones”, critica la vecina.
A todos estos perjuicios se suma la contaminación acústica. “No hay una franja horaria. Pueden pasar hasta a las once de la noche. Hay personas mayores que necesitan su descanso y que se ven afectadas. Estos días, con el calor y la calima que ha hecho, sumado a los buggies… El levantamiento de polvo ha sido bestial”, detalla Nayra.
El Cabildo de Lanzarote ha remitido un informe a todos los ayuntamientos para advertirles de que este tipo de excursiones no están permitidas en suelo rústico, de acuerdo con el Plan Insular de Ordenación y la Ley del Suelo de Canarias. “No existe ninguna red oficial de rutas aprobada para este tipo de actividades, y mientras eso no ocurra, la circulación de vehículos en caravana por el medio natural está prohibida”, aseveró en un comunicado el consejero insular de Política Territorial, Jesús Machín Tavío.
El consejero ha pedido a los municipios extremar el control sobre estas actividades que “generan un impacto ambiental negativo y deterioran caminos agrícolas y ganaderos”. “Se puede circular por asfalto, pero no por zonas sensibles ni por caminos tradicionales que los ayuntamientos se esfuerzan en mantener y que estos vehículos destrozan al pasar por encima”, afirmó el responsable del Cabildo.
Según la corporación insular, este tipo de actividades “representan un grave impacto para el entorno natural por el ruido y polvo que generan, especialmente en espacios protegidos o con valores paisajísticos y ecológicos relevantes, y pueden dar lugar a procedimientos sancionadores”. Este verano, agentes del área de Medio Ambiente detectaron una caravana de quads que circulaba de forma irregular en el límite del Monumento Natural de Los Ajaches, localizado en el sur de la isla e incluido en la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos.
Preguntado por este periódico, el Ayuntamiento de Teguise no ha anunciado medidas inmediatas para regular esta actividad. Desde la corporación gobernada por Coalición Canaria y el Partido Popular han defendido su compromiso “con la protección del medio ambiente y con la calidad de vida de los vecinos”. “Hemos puesto a disposición de la ciudadanía en nuestra web un proceso de consulta pública para que todas las personas interesadas puedan aportar sus ideas y sugerencias de cara a la modificación de la ordenanza municipal que regula este tipo de actividades en suelo rústico”, justifican.
“Con esta iniciativa buscamos garantizar un equilibrio entre la actividad turística y la preservación de nuestros espacios naturales, así como fortalecer la participación ciudadana en la toma de decisiones que afectan al municipio”, han añadido, pero no han anunciado medidas inmediatas para regular esta actividad.
Una zona de especial protección de aves
Esta atracción turística no solo impacta en la calidad de vida de los vecinos y vecinas, sino también de las especies amenazadas que encuentran en Lanzarote uno de sus pocos refugios. Uno de los recorridos por los que transitan estos vehículos atraviesa la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) Llanos de La Corona y Tegala Grande. Este enclave tiene una superficie de 27,5 kilómetros cuadrados y se extiende por seis municipios. En él habitan aves como la hubara, el cuervo canario, el alcaraván o el halcón de Eleonora.
En esta misma zona sufrieron un accidente a bordo de un buggy dos mujeres británicas en 2023. Madre e hija habían viajado a Lanzarote de turismo y se precipitaron en medio de la excursión por Las Roferas, un espacio que por sus particularidades geológicas se ha convertido en un espacio codiciado por los visitantes para hacerse fotos. La madre, de 61 años, murió ese mismo día, y su hija falleció cuatro días después en el hospital.
“Que en una isla declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO se practique este tipo de actividad es un sinsentido”, subraya Alberto Ucero, doctor en Ecología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. El investigador lleva años estudiando a las hubaras, una especie en peligro de extinción. “Tenemos varios estudios que determinan que las hubaras no usan zonas próximas a caminos de tierra muy transitados en la época de alimentación y de reproducción precisamente debido a las molestias que generan este tipo de actividades y que, además, son un potencial factor de mortalidad”, explica.
El investigador cuenta que se han encontrado hubaras atropelladas en caminos de tierra. “Esto lleva a que se excluyan estas zonas del hábitat de la zona de uso, y se va recortando también espacio en cuanto al desarrollo de su actividad normal, influyendo en la cría, alimentación, reproducción y nidificación”, subraya. Ucero insiste en que se trata de especies “muy sensibles a la actividad humana”. “No están acostumbradas a ruidos y lo ven como una amenaza”, sostiene. Para el investigador, la normativa existente es suficiente, “pero hace falta voluntad política”.