La Palma nos está pidiendo a gritos que la protejamos

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Este jueves, según el calendario, se conmemora a San Miguel. Es un día en el que todos nos sentimos miembros de una comunidad. Nuestra isla, la isla corazón, la isla verde, la Isla Bonita.

Y días como hoy nos sirven para recapitular y para reflexionar sobre el rumbo de nuestra isla. Como bien sabemos, pertenecemos a Canarias, un archipiélago único por su clima, por su gente, por su biodiversidad, tanto marina, como terrestre. Un lugar idóneo en el que la vida prospera de forma exuberante. Ya lo decían los griegos, llamándonos 'El Jardín de las Hespérides'.

Hoy, entonces, es preciso recalcar nuestro valor.

En primer lugar, nuestro cielo. Recordemos, orgullosos, como fuimos pioneros en proteger nuestro valiosísimo firmamento, a través de la Ley 31/1988, conocida como “Ley del Cielo”, que ha marcado un antes y un después, no sólo aquí, sino en otros territorios que, fijándose en nosotros, desarrollaron legislaciones similares, como por ejemplo Chile, Hawái o Italia.

Hagamos memoria, un buen uso de ella, para sentirnos felices de ser Reserva Mundial de la Biosfera, un reconocimiento que obtuvimos, plenamente, en 2002 y que es prueba de la importancia ambiental de nuestro hogar. Este 'título' tiene que servir de precedente cuando intentemos calcular nuestra biodiversidad. Y, por ello, ser RMB es la muestra decidida de que es extremadamente necesario, velar, como ciudadanos, para su conservación.

Porque somos únicos, señores y señoras, tenemos un reducto de vegetación único, la laurisilva, que solo se ha conservado en Canarias.

Tenemos un Parque Nacional, la Caldera de Taburiente, que tanto nos ha inspirado y que tanto sigue inspirando. Una joya natural, yo lo llamo: la joya de la corona, y justamente, está en el centro de la isla (¿Casualidad? No lo creo).

Una isla con un gran potencial para las energías renovables, debido a su condición geográfica y climática. Una isla, que sin embargo, no ha aprovechado su potencial, aunque recientemente vayan surgiendo nuevos -e ilusionantes- proyectos como el de La Palma Renovable.

Proyectos que como otros múltiples de los que hay en la isla, abogan por cuidar y ejercer de custodios de nuestro entorno. Sin embargo, como sabemos, el uso de combustibles fósiles para abastecernos, la degradación de nuestros ecosistemas para seguir turistificando la isla (así como ocurre en Tenerife, con el caso del Puertito de Adeje) no son compatibles con la conservación tan necesaria de nuestros valores medioambientales, y más aún, en un contexto donde el cambio climático arrasa poco a poco cada territorio.

No tiene sentido alguno, seguir contribuyendo, desde nuestra isla, a la destrucción de nuestro planeta. Tenemos el deber de movernos de forma más sostenible, de intentar usar menos residuos (o por lo menos, no abandonarlos en nuestros barrancos), de comer menos carne, de intentar ser, desde nuestros hogares, lo más respetuosos con nuestro entorno, pero, claro está, sin las Administraciones jugando el papel fundamental para el que fueron creadas, es mucho más difícil actuar individualmente en una territorio tan aislado como es La Palma.

Los gobiernos son los que tienen que promover medidas que faciliten el reciclaje y la gestión de los residuos a los ciudadanos, como las que se están implementando en Santa Cruz de La Palma, o una mejora del transporte público para que de una vez por todas podamos descongestionar nuestras carreteras con el consiguiente efecto de disminución de emisión de C02 que ello tiene.

La Palma nos está pidiendo a gritos que la protejamos. No nos podemos permitir hacer lo contrario.