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Represión y caridad

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Represión y caridad. Caridad y represión. Dos caras de una misma moneda. El poli malo y el poli bueno que rotan alrededor del empobrecido, del desahuciado, del parado, del precario?; para que no se desmande airado, para que permanezca inmóvil, para que no se organice ni exija en las calles ni ante las instituciones el cumplimiento de sus derechos y el respeto a su dignidad como ser humano; para que se conforme, dócil, con llevar a casa una bolsa con comida, una ayuda misericordiosa y monjil para ir tirando, mientras temeroso agradece su supervivencia invisible y empequeñecida en la rendija triste de la luz del sol, sintiéndose satisfecho de no recibir un palo policial por contestatario “anti-sistema”.

Un mundo donde el foso entre unos pocos cada día más ricos y la gran masa de pobres y personas en la cuerda floja se agiganta como mancha negra que amenaza con cubrirnos a todos. Un país, España, donde es legal el saqueo a ciudadanos inermes, el desprecio y criminalización de los débiles, la desmembración de lo público, la corrupción sistemática, la esclavitud laboral, y la sustitución del estado de bienestar por la antigua caridad de las señoras con abrigo de visón, creando un ejército de excluidos a los que el gobierno pretende ahora sojuzgar con una ley de seguridad ciudadana de corte franquista. Una comunidad autónoma, Canarias, desbordada por la miseria y el desempleo, donde sus representantes políticos consagran el tocomocho de la RIC, fomentan la salida de inversiones al exterior y renuncian a la justicia social, mientras sonríen a la cámara, frotándose las manos ante el rédito político de iniciativas posiblemente bienintencionadas como el Telemaratón, ya que les permiten eludir su obligada responsabilidad frente a la pobreza, trasladándosela de un plumazo a toda la ciudadanía tinerfeña, aunque ?eso sí-, desdibujada en forma de caridad.

Represión y caridad. Caridad y represión. Dos caras de una misma moneda decadente. La que sustituye a golpe de decreto una frágil sociedad del bienestar, con derechos sociales y libertades, por un sistema retrógrado, injusto e ilegítimo que sólo beneficia a una casta político-empresarial, y frente al cual solo podemos hacer una cosa: desobedecer; rebelarnos.

mvacsen@hotmail.com

Represión y caridad. Caridad y represión. Dos caras de una misma moneda. El poli malo y el poli bueno que rotan alrededor del empobrecido, del desahuciado, del parado, del precario?; para que no se desmande airado, para que permanezca inmóvil, para que no se organice ni exija en las calles ni ante las instituciones el cumplimiento de sus derechos y el respeto a su dignidad como ser humano; para que se conforme, dócil, con llevar a casa una bolsa con comida, una ayuda misericordiosa y monjil para ir tirando, mientras temeroso agradece su supervivencia invisible y empequeñecida en la rendija triste de la luz del sol, sintiéndose satisfecho de no recibir un palo policial por contestatario “anti-sistema”.

Un mundo donde el foso entre unos pocos cada día más ricos y la gran masa de pobres y personas en la cuerda floja se agiganta como mancha negra que amenaza con cubrirnos a todos. Un país, España, donde es legal el saqueo a ciudadanos inermes, el desprecio y criminalización de los débiles, la desmembración de lo público, la corrupción sistemática, la esclavitud laboral, y la sustitución del estado de bienestar por la antigua caridad de las señoras con abrigo de visón, creando un ejército de excluidos a los que el gobierno pretende ahora sojuzgar con una ley de seguridad ciudadana de corte franquista. Una comunidad autónoma, Canarias, desbordada por la miseria y el desempleo, donde sus representantes políticos consagran el tocomocho de la RIC, fomentan la salida de inversiones al exterior y renuncian a la justicia social, mientras sonríen a la cámara, frotándose las manos ante el rédito político de iniciativas posiblemente bienintencionadas como el Telemaratón, ya que les permiten eludir su obligada responsabilidad frente a la pobreza, trasladándosela de un plumazo a toda la ciudadanía tinerfeña, aunque ?eso sí-, desdibujada en forma de caridad.