Los verodes floreados
cuando termina el estío,
viven gracias al rocío
en los campos agostados.
Con los tallos coronados
por ramilletes de flores,
soportando los rigores
sobre áridos pedregales,
malpaíses y andurriales
resecos por los calores.
Jócamo, 16.IX.2025
Nota: Con la floración de los verodes se anuncia la llegada del otoño. En ningún caso debe confundirse al “verode” (Kleinia neriifolia) con los “beroles o bejeques” (Aeonium spp.). Aunque de nombre común parecidos, desde el punto de vista sistemático no tienen nada que ver. Mientras el primero pertenece a la familia Asteráceas, los segundos se integran en las Crasuláceas, ambas bien representadas en la flora canaria.
No obstante, existen algunas convergencias que merece la pena reseñar: tanto el verode como los beroles son plantas crasas o carnosas, que comparten hábitats en los que el agua suele ser irregular y escasa, lo que determina su característico aspecto con tallos y hojas suculentas, que utilizan como reservorio durante las épocas de sequía extrema.
El verode es un endemismo canario, ampliamente extendido en la zona inferior soleada, cálida y árida del archipiélago, territorio de tabaibales y cardonales, dominados por diferentes especies del género Euphorbia, con las que a veces se confunde. A diferencia de éstas, conviene resaltar la ausencia de látex en el verode así como sus flores tubulosas y frutos vilanados muy diferentes.
No debe olvidarse que es una planta tóxica, que rehúye el ganado y utilizan los campesinos como cicatrizante y antiséptico.