El tomate canario se queda en los huesos

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

La oferta de la fruta isleña se derrumba en apenas 15 años de las 352.000 toneladas exportadas en 1995 a las poco más de 32.000 en la última campaña cerrada. El tomate de exportación de las Islas ha pasado de ser la joya de la corona en el campo isleño, incluso por encima del plátano, a convertirse en algo insignificante en su aportación a la riqueza del sector primario. La culpa no es del chachachá, sino que son múltiples las causas que explican tremendo fracaso: externas, internas y nacidas en el propio sector.

La actividad agrícola de cultivo del tomate de exportación, otrora la joya de la corona en las Islas (incluso generó, hace pocos decenios, más riqueza que el mismo plátano), hoy se halla en una situación paupérrima, de caída hacia la nada, de práctica desaparición, como así se puede decir que ya ocurre en la isla de Tenerife, donde esas labores solo las ejercen unas cinco firmas exportadoras, con unas pírricas 10.000 toneladas enviadas al continente en la zafra de 2014-15.

Las causas de tal debacle tienen orígenes interno (en Canarias) y externo (fuera de las Islas) algo complejos, y en ellas sin duda hay que incluir las nefastas decisiones administrativas adoptadas por algunos gobiernos (el español, con el expediente de reintegro de la compensación al transporte abonada con cargo al año 2002 y con las reducciones continuas en los porcentajes máximos -es del 70% desde 2010- liquidados en concepto de apoyo público al transporte debido a los recortes presupuestarios de la crisis) y los compromisos públicos y planes de apoyo específicos que ha incumplido el Ejecutivo autonómico, por ejemplo, con los retrasos encadenados en el abono de las ayudas del llamado Posei adicional desde 2009 en adelante, un verdadero desastre que ha hecho abandonar a muchos agricultores locales.

Hay de todo, y casi siempre muy malo para los intereses de los tomateros isleños. El hundimiento se veía venir y hoy es una realidad en las Islas. Difícil salir de esta crisis (¿estructural?), más cuando ya ha cogido una profundidad muy honda, lo que se observa con meridiana claridad al examinar la evolución de las principales variables del tomate de exportación a través de registros oficiales.

El descenso camino de los infiernos

Canarias cerró la zafra de 2014-15 (los años no son naturales, como sí ocurre con el plátano) con unos envíos a sus puertos extranjeros habituales (en Inglaterra y Holanda, en Southampton y Rotterdam) de 63.000 toneladas. Esta cifra es el 82% menor que el global de exportaciones de tomate del año 2000 (15 años atrás), con 352.000 toneladas por campaña y unos envíos equiparables a los que hoy posee el plátano. De las 63.000 toneladas comercializadas fuera de las Islas en la campaña pasada, solo unas 10.000 tenían procedencia tinerfeña, con más de 50.000 de la provincia de Las Palmas (de cuyo principal puerto se hicieron todos los embarques).

Pero hay más: en la recién liquidada campaña, la de 2015-16, sellada hace pocas semanas, los envíos solo llegaron a 32.000 toneladas, casi la mitad de los anteriores, lo que supuso el 9% de lo que se mandaba al exterior en el 2000, un año con apogeo en el continente europeo del tomate de exportación de las Islas (en otoño-invierno). En ese ejercicio, el tomate generaba tanto valor de la producción (riqueza) como el plátano, al que casi siempre superó hasta que éste logró un trato sobresaliente en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), primero con la Organización Común de Mercado (OCM) de esa fruta (desde 1992) y, liquidado ese modelo, dentro del programa Posei, a partir de 2006 (con 141 millones de euros al año en ayudas directas, en torno a 0,38 euros por kilo comercializado en 2015, aunque se paga por superficie).

La suma de fenómenos destructivos 

No hay duda de que el tomate canario de exportación lo ha tenido muy difícil para mantener su otrora fortaleza en el mercado europeo en los meses de otoño e invierno, cuando la llamada fruta isleña se vendía con relativa comodidad y razonables retornos desde los mercados de destino, donde Canarias ofrecía una ventaja diferencial clara: podía producir fuera de la temporada continental.

Este factor siempre ha sido clave para comercializar con relativa holgura en esos mercados externos, aunque dentro de la Unión Europea (UE); esto es, fácil y cómodo, pero no sin asumir elevadísimos costes de transporte y de logística para colocar la fruta en los puertos de Southampton y Rotterdam. Pese a ello, el negocio funcionaba.

Pero solo fue así de verdad hasta que Marruecos empezó a tenerlo más fácil en la Europa de la UE y negoció ventajas de acceso de sus productos agrarios a esos mercados por razones bien conocidas. Ahí todo empezó a ir para atrás, y luego se fueron sumando otras decisiones, incumplimientos y estrategias de otras zonas productoras de tomate, también en España, que condujeron de manera inevitable a la grave situación actual.

El calvario que sufre el tomate canario de exportación tiene que ver con muchos factores, aunque no todos, como es lógico, han generado la misma influencia negativa. Hay muchos, y éstos son los que a continuación se detallan, y ello sin entrar a analizar los internos del sector tomatero exportador. Vayamos por partes:

-Las facilidades dadas a Marruecos por la UE en los sucesivos acuerdos bilaterales, agrícolas y de asociación, que han ido desmontando las barreras de protección (a través de aranceles y contingentes) de las producciones comunitarias frente a las más baratas procedentes de ese país. Esto ha hecho añicos al tomate canario, que pasaba de tener pocos competidores en otoño-invierno a toparse con uno muy importante. Muchos antiguos productores comunitarios, entre ellos españoles, se han deslocalizado y ahora cultivan en Marruecos y exportan a la UE.-La entrada en el periodo tradicional de venta de la fruta canaria de ofertas del sur-sudeste peninsular debido a los avances agronómicos y a las posibilidades de producir en esos meses bajo invernadero y con el apoyo de la biotecnología.

-Los impagos y atrasos reiterados en los abonos de las ayudas comprometidas dentro del Posei adicional -se financia, aunque ello no se ha cumplido, al 50% entre Canarias y el Estado-, lo que ha impedido realizar el plan de modernización plurianual que el sector, agrupado en las organizaciones Aceto -Tenerife- y Fedex -Gran Canaria-, había concebido para ser más competitivo en los mercados externos. Esta iniciativa, quizá la última oportunidad dada al sector, no se ha podido llevar a cabo tal y como estaba prevista, y ello ha supuesto un duro golpe para los tomateros canarios, con abandonos múltiples de esta actividad agrícola.

-El reintegro de las ayudas al transporte cobradas por los exportadores tomateros con cargo a 2002 (parte de las zafras de 2001-02 y de 2002-03), nada más y nada menos que 12 millones (principal más intereses) en el caso de Gran Canaria y 8,5 en el de Tenerife. Una resolución administrativa de la Delegación del Gobierno de España en Canarias, de enero de 2011, obligó a esa devolución por un supuesto incumplimiento de las condiciones de concesión de tal apoyo público. La decisión administrativa se recurrió por Aceto y Fedex ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias, en lo contencioso-administrativo, y éste dio la razón al Gobierno del Estado. Ello motivó nuevo recurso ante instancia superior, el Tribunal Supremo, y ahí ya Fedex lo ha ganado, con lo que el Estado tendrá que devolver lo que los exportadores integrados en Fedex habían reintegrado (12 millones). Lo mismo se prevé que ocurra con Aceto, cuya demanda, cursada en la misma línea, aún no cuenta con fallo del Supremo pero se espera que suponga la devolución de 8,5 millones. La estrategia legal, el equipo de abogados contratado y los argumentos técnicos esgrimidos son los mismos en ambos casos. Estas cantidades, primero quitadas y ahora vueltas a ingresar por el Estado, quizá lleguen demasiado tarde.

Las buenas condiciones se convierten en epitafio 

Esa reciente sentencia del Tribunal Supremo (de 1 de marzo de este año), que apoya los argumentos de Fedex en contra de los de la Intervención General de la Administración del Estado (que se apoyó en un informe técnico de Edei Consultores) en el caso del contencioso sobre las ayudas al transporte de 2002, confirma que los costes presentados por los tomateros locales que se computaron para realizar el cálculo de las compensaciones al transporte con cargo a ese ejercicio eran correctos, reales.

Ello echa por tierra las conclusiones del trabajo técnico de Edei, siempre muy criticado por Fedex y Aceto. En él se fijaba como coste unitario de transporte por kilo la cantidad de 11,29 pesetas, para Canarias-Península (703 millas), con solo un alza de 1,15 pesetas si se hacía la travesía Canarias-Europa (1.776 millas), hasta llegar a las 12,44. Éste es justo el recorrido que hace el tomate de las Islas (Southampton y Rotterdam).

Además, no se contempló que el transporte no se realiza en contenedores, sino en bodegas con control de la temperatura (8-9 grados centígrados) y en barcos fletados por Fedex y Aceto. Se trata de mercantes con velocidad media de 18,5 nudos, para llegar a destino en cuatro días, no en 10, como así sería si viajaran los tomates en portacontenedores. El cálculo de Edei estaba muy desenfocado, y era casi la mitad del de los tomateros (unas 22 pesetas por kilo). La Justicia así mismo ahora lo ha avalado.

Los tomateros canarios tenían toda la razón, pero este hecho ahora parece que más se confirma como un verdadero epitafio.