Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.
HELSINKI CINE AASIA 2016
El festival Helsinki Cine Aasia es una buena muestra de lo dicho anteriormente, sobre todo porque en Helsinki la comunidad asiática no es tan numerosa como lo puede ser en otras partes del mundo. Además, el cine asiático si bien ha ganado en difusión, no cuenta con tanto predicamento como puede tener el cine europeo o anglosajón. No obstante, Helsinki Cine Aasia se suma a la enorme propuesta cinematográfica que, año tras año, se ofrece a los habitantes de esta ciudad y, por ende, del país.
Para esta cuarta edición, los responsables han querido ofrecer películas llegadas desde China, Indonesia, Singapur, Filipinas, Japón y Corea del Sur, aunque buena parte de la programación ha querido mostrar la realidad del último.
Right Now, Wrong Then (Ji-geum-eun-mat-go-geu-ddae-neun-teul-li-da) retrata lo particulares que son las costumbres afectivas entre coreanos, para los estándares occidentales. Es cierto que la forma en la que se relacionan los nórdicos es similar a lo que se puede mostrar en esta película -si se lo compara con los habitantes de un país latino- pero, lo que ocurre es que la indecisión del personaje principal, Chun-Soo, al encontrarse con una joven artista, va más allá de lo que sucede en Occidente. Sus tiras y aflojas emocionales terminan por ralentizar tanto la situación que esa magia que rodea a un romance, al final, se acaba perdiendo. Quizás lo que se le puede echar en cara a esta película es su metraje, el cual, de ser más conciso, ayudaría a la narración.
Haemoo muestra, con toda la crudeza y sin ningún miramiento, el drama y la degeneración moral que supone el tráfico de personas. Drama, para quienes deben sufrir con unas condiciones inhumanas en su empeño por escapar de su realidad, y degeneración moral, para quienes se convierten en los esclavistas de la actualidad. Dura, fría, a ratos grotesca, en Haemoo nadie sale indemne de la situación que se plantea.
En el caso de Shoot Me in the Heart (Nae sim-jang-eool sswa) bien se pudiera decir que la película revisa el clásico Alguien Voló sobre el Nido del Cuco, aunque en este caso el sistema que queda a la altura de los pies de los caballos no sea el norteamericano, sino el sistema sanitario surcoreano. Trágica y divertida a partes iguales, su narración queda abierta a la interpretación del espectador, algo que, en cierta forma, también pasaba con la película de Milos Forman de 1975.
A Girl at My Door (Dohee-ya) es, de las cuatro, la única que de verdad no hace prisioneros. Nadie, ni siquiera la niña que protagoniza la película, sale indemne, pero quien peor parada sale es la sociedad surcoreana en general. Young-Nam, una seria, rigurosa, pero disfuncional jefa de policía vivirá una suerte de peripecia vital similar a la del personaje principal de la novela de Joseph Conrad En el Corazón de las Tinieblas. El problema es que, al revés que en la obra de Conrad, ella no se encuentra con Kurtz, sino con una opresiva sociedad que permite, abiertamente, los abusos, los excesos, los prejuicios y la insensatez como moneda de cambio habitual. De otra forma no se entiende que el padre de la niña que desata toda esta tragedia abuse de quien le dé la gana, ante la mirada indiferente de la sociedad en general. Tal y como se suele decir, de casta le viene al galgo, porque su madre, la abuela adoptiva de la niña, es una bastarda que no solo apoya, sino que secunda los abusos de su hijo. Al final, las víctimas se convertirán en depredadores y una suerte de justicia poética pondrá a cada cual en su sitio, algo que, por otra parte, no evita la náusea que se siente al ver que todo esto ocurra en una sociedad, supuestamente, avanzada.
Es digno de admirar que la responsable de programación de Helsinki Cine Aasia haya sido capaz de ofrecer un fresco tan claro, pero tan desgarrador de la sociedad surcoreana, porque en cualquier otro lugar dudo mucho de que hubiesen sido capaces de diseccionar una sociedad de una forma tan cruda como lo que hemos visto.
The Case of Hana and Alice (Hana to Arisu satsujin jiken) del director japonés Shunji Iwai, tampoco es que deje muy bien a la sociedad japonesa, pero, por lo menos, lo hace con mejor sentido del humor que las películas anteriormente citadas. Lo que empieza siendo un extraño caso paranormal se convierte en una carrera contrarreloj para lograr que una de las protagonistas se rencuentre con un amor perdido. Lo mejor de todo esto es que The Case of Hana and Alice es una película de animación, magníficamente resuelta, pero en ningún momento se echan de menos los actores de carne y hueso, como argumentan muchos de los detractores del cine de animación. Al final, lo que importa es que la historia tenga interés, no el formato en el que esté rodada.
Bastante más prosaica, pero igualmente genial es la última película del gran Johnnie To, Office, agridulce comedia musical situada en el catastrófico año 2008, aquel en el que nos enteramos que no éramos ricos. Rodada en un increíble escenario, donde cualquier pared ha sido sustituida por un cristal, Office bien pudiera ser un experimento sociológico llevado por un grupo de científicos que deciden encerrar en un ambiente controlado a un grupo de seres humanos, empeñados éstos en ganar dinero a toda costa. A ratos surrealista, a ratos dramática, a ratos divertida, y a ratos muy real, Office es de esas películas que, si te la tomas muy en serio, acabas deprimiéndote. Si te la tomas como lo que es disfrutas -y además, mucho- por su planificación, sus diálogos, su música y, cómo no, por ver a Chow Yun-Fat en el papel de multimillonario, esposo y padre.
Por último, y no por ello menos importante, termino con SWAP, película filipina dirigida por Remton Zuasola. La cinta es una bofetada en la cara para todos aquellos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, sobre todo si ese tiempo estuvo presidido por una dictadura. Tal y como me comentó su director, la sensación que quería dar era que, en realidad, los protagonistas no saben en qué y en quién confiar, porque, si bien acuden a la policía para tratar de encontrar a su hijo, en las noticias que se escuchan por la radio continuamente se citan los nombres de personas que han desaparecido sin dejar rastro.
Y es que SWAP está basada en los recuerdos de los padres de un niño secuestrado, tal cual le sucedió al director. Situada en los convulsos años 80 del pasado siglo, justo cuando la sociedad filipina se hartó de los desmanes del dictador Ferdinand Marcos, la búsqueda del joven infante tropieza con las manifestaciones, la represión y las víctimas que este proceso va dejando tras de si. La habilidad de Remton Zuasola reside en no tomar partido por nadie, sino en tratar de plasmar la realidad tal cual era. “Cuando empecé a documentarme no solo leí libros, sino todos los periódicos de aquella época que tuve a mi alcance. En sus páginas se daba una información diaria y puntual de lo que pasaba, sin tiempo para grandes análisis, sino queriendo contar la realidad. Por eso, se intercalan secuencias de manifestantes, del día a día, para que el espectador entiendar cómo estaba mi país en aquellos momentos.”
Después está la puesta en escena que, al igual que ocurre con la película de Johnnie To, es realmente brillante, aunque el director filipino va un paso más allá al economizar el espacio hasta el extremo. Durante la conversación que mantuve con él pude ver fotos del almacén donde se montó el escenario y, en realidad, el espacio era bien reducido, pero la transición entre una secuencia y otra era simple y, a la vez, brillante; es decir, con traspasar una puerta se adelantaba o se atrasaba el tiempo, o la acción discurría en un escenario totalmente distinto, aunque todo se rodara en un mismo lugar.
“La razón por la que diseñamos un escenario como éste fue no solamente por cuestiones de presupuesto, sino también porque queríamos enseñar la realidad opresiva de la sociedad filipina. Por mucho que una persona quisiera vivir ajena a lo que sucedía, el ambiente se lo impedía. Y es esa sensación de rata atrapada en un laberinto lo que yo quería plasmar en la película.”
Si Remton Zuasola firma este trabajo no es difícil llegar a la conclusión de que su secuestro acabó bien, tal cual se ve en la pantalla, pero la secuencia final deja en la psique del espectador la siguiente pregunta: ¿Cuántos no se salvaron?
“Decidí incluir esta secuencia, porque así quedaba claro que, en aquel momento, no se podía confiar en nadie, ni siquiera en quienes habían ayudado a encontrar al niño. Una vez que el dictador fue derrocado, la sociedad pensaba que todo esto cambiaría, pero, en realidad, las cosas no han mejorado. Y esa sensación de abandono que viven los padres del niño es la que hoy en día persigue a buena parte de la sociedad filipina.”
Inédita en su país de origen, hasta su premier dentro de una semana, SWAP es de esas películas que se deberían incluir, como otras tantas, en los planes de estudio, para que los jóvenes se dieran cuenta de que no se pueden tener veleidades para con los sistemas totalitarios, ni nada que remotamente se les parezca. Vivir en una sociedad manejada por unos pocos, en donde la vida tiene tan poco valor, tal cual sucede en las dictaduras, no debería ser ambicionado por nadie. Solo espero que el trabajo del director filipino sea tan bien considerado en su país y en otras latitudes como lo fue aquí, en Finlandia. Si es así, su trabajo será doblemente válido.
El año 2017 marcará el primer lustro del festival de cine asiático finlandés y, a buen seguro, las propuestas de las que disfrutaremos volverán a ofrecernos algunos buenos ejemplos de lo que se produce por las lejanas tierras orientales.
Quiero terminar agradeciendo a la jefa de prensa, Anu Kultalahti, y a la directora de programación, Eija Niskanen, su trabajo y desvelos por ayudarme en mi trabajo.
© Eduardo Serradila Sanchis, 2016
Logotipo © 2016 Chigusa Yamamoto
Shoot Me in the Heart © 2016 Jupiter Film
Sobre este blog
Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.