Los Chorros de Epina
Manantial para personas,
alivio del caminante,
mito para el visitante,
vida para las palomas.
A las brumas juguetonas
arrancan de noche y día
el agua que da alegría
a los pájaros cantores,
a los campos, a las flores
y hasta a la Virgen María.
Jócamo, 1.V.2024
NOTA: Los “Chorros de Epina” es uno de esos lugares mágicos en los que confluyen leyendas y realidades, que cautivan la imaginación y permanecen en el tiempo.
Situados sobre el caserío de Epina al pie del Lomo del Carretón, en la degollada que separa las cuencas de Vallehermoso y Alojera en el noroeste de La Gomera, su historia se remonta a la época prehispánica.
Desde hace siglos, las aguas cristalinas del naciente, se canalizan a través de 7 caños cuyas virtudes se reparten a pares, de izquierda a derecha: los dos primeros corresponden a la salud; los dos siguientes a la fortuna, y los dos que siguen representan el amor. Lograr sus atributos exige probarlos todos. Del séptimo beben las brujas, quizás por eso aparece o desaparece, como ocurre en la foto.
El agua cae a un dornajo, del que beben los pájaros y en cuya lámina cristalina se miran las mozas casaderas para leer su futuro: si el agua permanece clara significa buenos augurios para su futuro amoroso; si el reflejo se enturbia, el presagio es desdichado, como le ocurrió a la princesa Gara de Agulo, que tuvo final trágico junto a su amado Jonay, en el Alto de Garajonay.
Por si ello fuera poco, al sitio se le atribuyen esporádicas apariciones de la Virgen María, razón primera a la que obedeció la construcción de una modesta ermita en el lugar.
Al margen de las leyendas, la localidad es conocida por su interés botánico, al ser el “lugar clásico” de dos endemismos insulares: la tabaiba de monte (Euphorbia lambii) y el barbusano negro (Apollonias barbujana subspc. ceballosii), ambas descritas por el botánico sueco E. Sventenius a mediados del siglo pasado.
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