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El móvil será reemplazado por dispositivos cerebrales para conectarse a internet desde el sistema nervioso, según un experto

EFE

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El neurobiólogo Rafael Yuste ha augurado que “estamos ante las puertas” de una revolución en la que la neurotecnología será la punta de lanza para conocer “la selva impenetrable” de las neuronas, y el móvil será reemplazado por dispositivos cerebrales para conectar directamente con internet desde el sistema nervioso.

Rafael Yuste, que es ideólogo del proyecto BRAIN impulsado por la administración de Barack Obama y que ejerce como profesor de Ciencias Biológicas y director del Centro de Biotecnología de la Universidad de Columbia en Nueva York, ha hablado este jueves en Tenerife sobre “Neurociencia, neurotecnología y neuroderechos: la humanidad en la encrucijada”.

Lo ha hecho en la conferencia de clausura del primer Campus Internacional Ciudad de La Laguna, donde ha sido presentado por el director del Instituto de Astrofísica de Canarias, Valentín Martínez Pillet, y donde ha dicho que habrá “un nuevo Renacimiento” en el ámbito del conocimiento de “qué es un ser humano”.

Cien años después de las investigaciones de Santiago Ramón y Cajal “vamos a por lo mismo, a entrar en la selva impenetrable de las neuronas, pero con una nueva tecnología”, ha detallado Yuste.

El cerebro es el órgano que genera la mente, las emociones, la personalidad, la conciencia e incluso el subconsciente “y no por magia”, sino por la actividad de un número “gigantesco, astronómico, de unas cien mil millones de neuronas conectadas entre sí, una red tan vasta que es tres veces el tamaño de internet en la Tierra” en cada cerebro, y que funciona “con poquísima energía: un bocadillo y un poco de agua”.

Pero saber cómo funciona, cómo se genera un pensamiento, es aún un gran misterio, ha indicado el investigador, quien ha precisado que los neurólogos “tienen las manos atadas a la espalda” porque se puede diagnosticar el alzheimer, la demencia y la esquizofrenia, entre otras enfermedades cerebrales, “pero no sabemos la raíz del problema”.

Hasta ahora ha sido un fracaso el intento de tener una teoría general del cerebro y de ahí el proyecto BRAIN, que se prolongará hasta 2030 con 550 laboratorios implicados y unos 880 millones de dólares de financiación, enfocado en desarrollar técnicas “a mansalva” para medir la actividad neuronal y actuar sobre el cerebro.

Este proyecto surgió hace una década y ha propiciado iniciativas similares en Japón, China, Corea del Sur, Australia, Canadá e Israel, en una especie de carrera global por desarrollar neurotecnología por razones científicas, médicas y comerciales, pues en el futuro florecerán empresas que venderán dispositivos portátiles en este ámbito, ha detallado Yuste.

Y el neurocientífico español (Madrid, 1963) ha relatado en su conferencia cómo vivió su “momento Oppenheimer”, cuando una noche no pudo dormir tras el éxito de un experimento de su laboratorio: inducir a un ratón a chupar una cánula de jugo según las imágenes proyectadas de barras horizontales o verticales.

El éxito radicó en que el ratón actuó según lo previsto al introducir una imagen falsa en su cerebro y se comportó como si la viera de verdad, es decir, “en realidad tomamos el control del animal como si fuera una marioneta”.

El experimento es el inicio de la posibilidad de decodificar la corteza cerebral a partir de uno de los síntomas clásicos de la esquizofrenia, las alucinaciones visuales, pero el científico pensó esa noche que “lo que hemos hecho en un ratón, mañana se podrá hacer con un ser humano y entonces se podrá manejar a una persona”.

Por ello comenzó a involucrarse en cuestiones jurídicas “que siempre he odiado” para comenzar a hablar de los “neuroderechos”, sobre todo ante los titulares alarmistas que hablaban “de una hemorragia de datos cerebrales que van a ser decodificados sin nuestro consentimiento”.

Esta situación propició la reunión de un grupo de 25 expertos y representantes de todos los proyectos en el ámbito del cerebro en el mundo en 2017 en Columbia para pedir “unos guardaraíles éticos”, una regulación de la tecnología para proteger la actividad cerebral en cinco ámbitos.

Son los de la protección de la privacidad mental, la identidad y la conciencia, para que “nuestro yo no pueda ser manipulado desde el exterior”; el derecho al libre albedrío en las decisiones; el acceso equitativo a la “aumentación mental y cognitiva” que, a juicio de Rafael Yuste, será inevitable; y la protección en contra de sesgos informativos a través de la implantación en el cerebro de imágenes falsas que se puedan interpretar como propias.

Al respecto, ha detallado el neurobiólogo que un implante cerebral de este tipo se incorpora a la esencia de la persona y así, mientras que alguien puede distinguir una información sesgada en internet, en este caso, “pensarás que esa información es lo que realmente piensas, algo mucho más grave”.