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Un día en la ciudad de Rabat

Restos de la Mezquita de Hassan, una de las construcciones más importantes del occidente islámico. VIAJAR AHORA

Viajar Ahora

Marruecos —

Rabat está fuera de los grandes circuitos que recorren Marruecos. No cuenta con el pedigrí histórico y monumental de las llamadas ciudades imperiales (Marrakech, Fez y Meknés) y la cercanía de Casablanca (la gran metrópolis del país) la eclipsa en los planes de viaje de los que visitan el país norteafricano. Pero Rabat bien merece una visita y Viajar Ahora te propone un itinerario en el que podrás ver lo más destacado de la capital marroquí en un día. Al menos una escapada desde alguna de sus vecinas célebres para descubrir joyas como la Kasba Udaya o extravagancias como el Mausoleo de Mohamed V. Esta ciudad, que debe su nombre al pequeño campamento fortificado, o Ribat, que defendía la orilla sur de la desembocadura del Bou Regreg (justo en frente a Salé), es clave para entender la historia del país. Una historia marcada por los caprichos de sus gobernantes.

Rabat no era más que un villorio cuando las tropas del califa almohade Yacub Al Mansur derrotaron en Alarcos a los castellanos. Aquello sucedió el 19 de julio de 1195 en la actual provincia española de Ciudad Real. Pero tuvo una importancia decisiva en la historia del pequeño fuerte ya que fue elegido por el gobernante musulmán para construir una gran mezquita que sería el germen de la nueva capital imperial. Ribat el Fath, debía llamarse la nueva ciudad; algo así como ‘Rabat de la victoria’. Pero la caída del Imperio Almohade provocó la decadencia de la recién nacida ciudad. La llegada de refugiados andalusíes en el siglo XVII la salvaría del total abandono. Y en el siglo XX, una pequeña medina venida a menos, se convirtió en capital del protectorado francés, estatus que la ciudad conservó tras la independencia (1956).

La medina de Rabat no cuenta con los atractivos monumentales de otras ciudades del país como Marrakech, Fez o Meknés. En comparación con las Ciudades Imperiales, no es más que un conjunto de callejuelas con algunos puntos de interés. Pero para ser justos, hay que señalar que la Kasbah Udaya, que ocupa la desembocadura del Bou Regreg, es uno de los rincones más bellos de todo el país. Este lugar debe su nombre a la tribu árabe de los Udaya, que se establecieron en el lugar en el siglo XVII para defender las costas de una posible invasión española y para mantener a raya a los belicosos piratas de la vecina Salé. Los Udayas aprovecharon la antigua fortaleza situada sobre el promontorio que guarda la margen sur de la desembocadura del río, un lugar donde los almohades ya habían establecido una pequeña ciudadela fortificada en el siglo XII. Testigos de este pasado almohade son la magnífica Bab Oudaya (Avda Al Marsa), puerta monumental del siglo XII construida por orden de Yacub Al Mansur para cerrar la muralla de la ciudadela y que ahora acoge una curiosa sala de exposiciones de arte contemporáneo. Otro edificio de esta época es la Mezquita El Atika (Rue Jamaa), erigida en 1150 por orden de Abd el Mumin y reformada en el siglo XVIII. Por desgracia, los no musulmanes no pueden entrar.

La Kasbah Udaya es un pulcro laberinto flanqueado por casas pintadas de azul y blanco y espectaculares puertas de madera. Las callejuelas, que siguen el esquema de ‘urbanismo de fortuna’ de las ciudades medievales islámicas, se abren por sorpresa a miradores y atalayas sobre el mar y la vecina ciudad de Salé; los arcos y los lienzos de las antiguas fortificaciones completan el cuadro de este rincón mágico. Ejemplos notables son la Torre de los Piratas o la Plataforma de las Señales, en la que hay un pequeño taller de alfombras. Sin duda alguna, el lugar más interesante de la Kasbah es el Palacio de Mulay Ismail (siglo XVII), que sirvió de residencia para los sultanes en la ciudad. Este magnífico edificio islámico alberga el Museo de los Udaya (Jardín Andaluz; Tel: 037 73 15 37; Horario: X-L: 8.30-12.00 y 14.30 – 19.00), sin duda alguna uno de los centros museísticos más interesantes de todo Marruecos. Este museo está dedicado a las joyas y ofrece un interesante recorrido por la historia de las alhajas marroquíes desde la Prehistoria hasta el siglo XIX. Las piezas neolíticas y preislámicas son una auténtica delicia.

Junto al Palacio de Mulay Ismail se encuentra el precioso Jardín Andaluz, una recreación de los jardines andalusíes de Granada creada por las autoridades coloniales francesas a principios del siglo XX. Desde el jardín se puede acceder al encantador Café Maure, donde se pueden degustar los mejores pastelitos de miel de la ciudad acompañados del omnipresente té con menta. Su terraza, situada junto a las murallas, ofrece vistas increíbles sobre el Bou Regreg y la vecina ciudad de Salé.

La Medina de Rabat no tiene grandes monumentos. Las piedras más venerables se encuentran en la llamada Muralla de los Andaluces (siglo XVII) y el interés de la medina se concentra en sólo dos calles. La Rue Souika la recorre de este a oeste y alberga los concurridos y bulliciosos zocos populares donde es posible comprar casi cualquier cosa. Para los que busquen algo más vistoso queda la Rue des Consuls (Sur-Norte) una vía techada en el siglo XX donde se encuentran los comercios de alfombras, joyas, cuero y los mejores ebanistas de la ciudad. Otro atractivo de esta parte de la medina es la Mezquita El Qoubba (Rue Sidi Fatah), aunque los no musulmanes se deberán contentar con ver su preciosa puerta de madera y el coqueto minarete que apenas sobresale un par de metros de los tejados chatos de la ciudad vieja.

Junto a la Gran Mezquita (Avenida Chellah) se encuentra la Mellah, o barrio judío. El saladero de Rabat (ya que los judíos ejercían el monopolio del comercio de la sal en Marruecos) no es tan grande como los de Fez o Marrakech, pero sigue el mismo esquema con casas abiertas al exterior mediante ventanas y balcones saledizos que contrastan con los muros compactos que esconden el interior de las viviendas musulmanas de las miradas indiscretas.

A orillas del Bou Regreg

A orillas del Bou RegregAunque situada dentro de los límites de la Villa Nueva, la margen sur del Río Bou Regreg merece un apartado especial al albergar una de las cumbres del arte islámico en Marruecos. Desafortunadamente, de la primitiva Mezquita de Hassan (Rue Es Saadiyine; Horario L-D: 8.30 – 18.00) apenas quedan en pie la mitad de su famoso minarete y las columnas que marcan las 21 naves de la que, en su día, fue la sala de oración más grande del Occidente Islámico. Con una planta de 183x139 metros superaba a la Mezquita de Córdoba y podía albergar cómodamente a más de 20.000 fieles. Sin duda alguna, la estrella del conjunto era la Torre de Hassan, obra cumbre del arte almohade junto a la Giralda de Sevilla y el minarete de la Koutubia, en Marrakech. Completo medía más de 80 metros siguiendo complicadas reglas de proporciones con significados esotéricos. El alminar nunca se terminó, y el terremoto de Lisboa de 1755 acabó por arruinarlo. Hoy sobrevive un cuerpo que apenas supera la mitad del proyecto original, pero su decoración geométrica sigue siendo uno de los mejores ejemplos del arte islámico del siglo XII.

Junto a la antigua mezquita se encuentra el Mausoleo de Mohamed V (Boulevard El Alaouiyine; Horario: L-D: 8.30-18.00), un mausoleo de lujo asiático que acoge los restos del rey que logró la independencia del país en la década de los 50 del pasado siglo. Este pequeño templete, que acoge los restos de varios miembros de la familia regente, es una obra del arquitecto vietnamita Vo Toan, que supo aunar todas las características arquitectónicas locales y tradiciones decorativas para crear uno de los edificios más armoniosos del país. Mármoles, maderas nobles del Atlas, azulejos, latón dorado y cristal forman un conjunto digno de visitar. Destacan, sobre todo, los artesonados de Cedro y las vidrieras, encargadas al prestigioso estudio francés de St-Gobain. Junto al mausoleo hay un pequeño museo dedicado a la historia de la dinastía alauita y una mezquita cerrada a los no musulmanes.

La ciudad nueva

La ciudad nuevaLa Villa Nueva fue construida por los administradores franceses a principios del siglo XX como residencia para los funcionarios y comerciantes europeos. Sus calles rectas y amplias avenidas contrastan con las estrecheces propias de la medina. En esta parte de la ciudad se encuentran los principales edificios administrativos y políticos del país tales como el Parlamento (Avda Mohamed V) o el Palacio Real (Avda Bab Soufara), un complejo palaciego residencia habitual de los reyes del país. Desde la Plaza de Mohamed V se puede iniciar este día de exploración visitando, en primer lugar, alguno de los atractivos turísticos de la zona.

El Museo Arqueológico (Rue el-Brini, 223; Tel: 037 701 919; Horario: X-L: 9.00-11.30; 14.30-17.30) hace un recorrido por las diferentes civilizaciones que han ocupado el territorio marroquí desde la Prehistoria hasta la consolidación de las primeras dinastías islámicas. Impresionantes las colecciones romanas, con objetos recuperados de ciudades como Volúbilis o Lixus. Muy cerca se encuentra La Chellah (Avda Yacub al Mansour. Horario: L-D 9.00 – 17.30), un curioso jardín en el que se encuentran los restos más antiguos de la ciudad. En esta ciudadela fortificada se encuentran las ruinas de la antigua urbe romana con restos del foro y del Templo de Júpiter y los primeros edificios de la época islámica. La antigua mezquita y madraza se arruinaron pronto, por lo que el lugar fue convertido en cementerio en el siglo XIV.

Avanzando hacia las murallas de la medina conviene pasear junto a la Catedral de Saint Pierre (Place du Golah; Tel: 037 72 23 01; Horario: L-D: 9.00 – 12.00 y 14.30 – 17.30) un curioso edificio de la década de los 30 del pasado siglo que aúna ciertas trazas neogóticas con la tradición arquitectónica local. En las inmediaciones del templo cristiano se encuentran algunas buenas muestras del Art Nouveau colonial, un estilo arquitectónico que une el art decó modernista europeo con la arquitectura tradicional marroquí.

También en esta parte de la ciudad se encuentran los principales jardines y parques de la capital. En los Jardines Nouzhat Hassan (Avda Hassan II) se puede disfrutar de un paseo agradable y algunas terrazas para degustar el sabroso té a la menta y la fantástica repostería local. Desde sus paseos también se disfruta de buenas vistas sobre la Muralla de los Andaluces.

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