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La injusticia con Cristina Borbón

Rafael González Morera

Desde muy niño comencé a experimentar hechos injustos a partir de la política y del deporte y otras muchas manifestaciones de la vida. Recuerdo vagamente una actuación arbitral totalmente injusta en el Estadio Insular en un partido de la Unión Deportiva contra el Sevilla. El árbitro era José Mazagatos, y le pitó un penalti al equipo amarillo totalmente injusto, formándose un escándalo en el Estadio Insular de grandes proporciones, hasta el punto que mi padre y sus amigos estaban muy alterados, y creo que fue en ese partido cuando el doctor Rafael O´Shanahan le tiró un zapato al árbitro, y eso que tenía fama de ser un hombre muy educado y paciente. Era muy niño por entonces, y viendo a los enfurecidos aficionados amarillos incluido mi padre, la verdad es que me asusté y desde entonces comprendí que las injusticias producen sustos y enfados muy grandes. Unos años más tarde la injusticia franquista asesinó a Juan García Suárez El Corredera a garrote vil, y viví el gran enfado de mi padre y abuelos, sus amigos de izquierda, las tensiones que surgieron en toda Las Palmas de Gran Canaria por aquella fechas de 1959.

No voy a decir que la justicia es un cachondeo como expresó el alcalde de Jerez Pedro Pacheco hace muchos años, y le costó un disgusto con la Justicia, porque además me parece poco serio acusar a la Justicia de cachondeo que significa también burla, guaseo, situación poco seria, desorden, confusión. Pero de lo que estoy convencido desde hace muchos años, desde los tiempos de la dictadura y ha continuado en esta pseudodemocracia, que hay jueces justos y otros no tan justos, incluso los hay que se cachondean del pueblo, tales y cuáles. Cuando el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes Serrano, declaró que la actual Ley de Enjuiciamiento Criminal está “pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador, y ello supone una gran traba para la lucha contra la corrupción”, da la impresión que la máxima autoridad jerárquica de la Justicia está diciendo que la tal es un cachondeo, y dos puñetas. Releo una información publicada por toda la prensa hace un año en la cual se daba detalles como un joven madrileño había sido condenado a dos años por robar un par de gallinas, y tuvo que ingresar en prisión, mientras que Rodrigo Rato y Miguel Blesa (entre otros) todavía no han ingresado en la cárcel, y dos rejas de Soto del Real.

Enumerar aquí y ahora otra vez todas las injusticias de la Justicia en los últimos años en materia especialmente de corrupción, harían interminable este artículo, y no me parece justo darles más el coñazo con un tema archisabido. La vecina del quinto está en Farray hablando con otra amiga, y me invita a un café para darme la tabarra y colocarme un disco explosivo. “Sabe lo que le digo, que me parece injusto el trato que le ha dado la Justicia a la Infanta Doña Cristina de Borbón y Grecia. Eso de que le hayan rebajado la multa solamente a 265.000 euros, me parece un insulto a Doña Cristina, ahora tendrán que devolverle 372.000 euros porque le habían obligado a pagar 587.000 euros, parece todo eso un baratillo, un mercadillo de gitanos, deberían indemnizarla con un millón de euros por las molestias que le han ocasionado, los días de ansiedad, inquietud, en los que ha vivido, y todo por ser fiel a su marido, creer en don Iñaki con los ojos cerrados, mire, mi amiga le va a contar lo que ha vivido con su marido estos últimos años”.

La amiga de mi vecina, que es mucho más joven, es muy bien parecida -un amigo mío diría que está buenísima- y da la impresión de tener muchos posibles, y hasta probables, me coloca su historia. “Hace dos años mi marido comenzó a darme a firmar unos documentos que ni yo miraba, le tengo mucho amor y confianza, más tarde apareció con un Mercedes último modelo, luego se compró una finca con un chalet fabuloso en San Mateo, de varias fanegadas y horas de agua, y de repente me invita a Maspalomas y me da la sorpresa de un bungalow terrero con jardín y cuatro habitaciones. Las últimas vacaciones las pasamos en Hawai en un hotel de cinco estrellas. El único problema es que ahora ha recibido una citación judicial y me dice que está investigado, y a mí también me tienen como sospechosa de cosas raras, pero yo sólo he firmado lo que mi marido me ponía delante”. La vecina del quinto con gesto triunfal me dice eufórica: “¡No ve como doña Cristina no se enteraba de nada, como mi amiga, como Ana Matos, como la señora esposa de Bárcenas, como Carmen Polo de Franco!” Y se marcha con su amiga y me deja en Farray desmoralizado y meditabundo.

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