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El periódico de los figuritas

Carlos Sosa / Carlos Sosa

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Cuando ya tuve un ejemplar en mis manos y comprobé que me quedaba sin la palmerita, volví a sufrir una enorme desazón al leer un titular muy elocuente: “Soria no permitirá el asesinato de su imagen”. Sin pasar de la primera página ya había visto tres figuritas, las que permiten la supervivencia de Juan Francisco García en el complicado mundo de la comunicación en Canarias: La Caja, la venta de promociones con el periódico de regalo y José Manuel Soria. Y no necesariamente por ese orden.

Entonces me acordé de sus palabras del jueves, cuando fuera de sí me gritaba que era mentira que hubiera utilizado dinero de La Caja para comprar Canarias7. Es cierto a medias: lo que verdaderamente hizo fue utilizar a la entidad de crédito para sacar adelante un periódico que controlaba desde el principio y con cuya titularidad total se fue haciendo paulatinamente a la vez que se iba creyendo cada día un poco más dios.

La Caja es fundamental para Juan Francisco García, no sólo en el terreno puramente financiero, sino también porque es una de sus obsesiones vitales: fue despedido de esa entidad después de tres décadas y humillado ante la ciudadanía al descubrirse que no la había gestionado adecuadamente, que había impuesto un régimen de terror insoportable, que el oscurantismo lo había impregnado todo y que algunas operaciones entraban de lleno en el terreno de lo penal.

El abogado Nicolás González-Cuéllar, cuyo hijo representa ahora a Soria en sus pleitos en los tribunales, redactó una voluminosa y contundente querella criminal que describía crudamente la comisión de varios presuntos delitos durante la etapa de García en La Caja. Aquello sumió el editor de Canarias7 en una angustiosa depresión que sólo fue superada por el despedido cuando consiguió -con sus métodos de siempre- que una a una se fueran retirando las acusaciones hasta poder presentarse ante la sociedad como un ciudadano inmaculado.

Paralelamente fue pasando su factura siciliana a todos los que tuvieron que ver directa o indirectamente con aquella querella, empezando por los que le sustituyeron al frente de La Caja, Ángel Luis Sánchez Bolaños y Eugenio Mambrilla. A ambos les endosó falsamente toda clase de tropelías bancarias para que la fotografía que vieran sus incautos lectores fuera la de que tras él llegó la debacle.

Y consiguió que algunos políticos se arrodillaran, le pidieran disculpas y aceptaran devolverle el poder en La Caja a través de dos personas que él apadrinó: Antonio Marrero, el presidente que ahora abandona el cargo por caducidad estatutaria, y Juan Manuel García Falcón, el director general que no quiere que nadie remueva bajo ningún concepto.

Llegado el actual proceso electoral en la entidad, Juan Francisco García ha pretendido volver a hacer lo mismo de siempre, esto es, confeccionar personalmente la estrategia oportuna para que las instituciones con representación en los órganos de la entidad hagan lo que él quiere. Para eso buscó y encontró un candidato cómodo, una figura institucional que no pretenda nada distinto a cobrar un buen sueldo, representar a La Caja en los cócteles y dejar hacer al director general.

Pensó que volvería a funcionar el miedo de los partidos políticos, a los que creyó tener subyugados. Y en parte tenía razón porque en el juego entraron, por diferentes motivaciones, Nueva Canarias, Coalición Canaria y el PP, pero el PSOE decidió que las instituciones en las que gobierna, las que tienen representación en La Caja, no volvieran a prestarse a las obscenidades de siempre.

Por eso Juan Francisco García ha lanzado a sus sicarios a amenazar a José Miguel Pérez, a Jerónimo Saavedra y a Juan Fernando López Aguilar, al tiempo de promover una nueva campaña de descrédito personal de José Francisco Henríquez, el candidato que anuncia transparencia. Para ello, el periódico del despedido y querellado García no se detiene en barras, y lo mismo acusa a alguien de masón que saca a su candidato en procesión pisando las alfombras de flores que un día no muy lejano obligará a pagar con intereses. Elevadísimos intereses.

La ventaja que tenemos en este periódico con respecto al de los figuritas que preside Juan Francisco García es que nos basta con contar la verdad para desmontar sus artimañas. Él lo sabe, como sabe algo que todavía le resuena en sus oídos desde el pasado jueves, cuando se lo dije en persona: no le tengo miedo.

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