Turismo, renovarse o morir

Cuba pretende incrementar de forma sustancial el peso del turismo en su economía

Enrique Bethencourt

La Habana —

Cuba pretende (y seguramente necesita de manera imperiosa) incrementar de forma sustancial el peso del turismo en su economía. Proceso que hasta ahora se ha visto limitado por los frenos establecidos por Estados Unidos, su más natural país emisor. Se busca elevar el número de visitantes y, con ello, lograr un notable aumento de ingresos para la depauperada economía del país.

Actualmente recibe, según diversas fuentes, entre 2,5 y tres millones de turistas anuales. Es decir, menos de una cuarta parte de los que eligen como destino Canarias, que en 2014 superó los 12 millones de visitantes y cuyo PIB y empleo está en buena medida determinada por este sector.

Las condiciones de la isla caribeña para crecer en este ámbito son excepcionales: playas de gran calidad, sus virginales cayos, naturaleza exuberante y espacios de gran valor ecológico, singular patrimonio arquitectónico, museos y manifestaciones culturales, muy reconocidas las musicales pero también en artes plásticas o en la industria del cine…

Ese salto adelante en materia turística vendrá, fundamentalmente, de los hasta ahora casi inexistentes visitantes estadounidenses, que deberán a corto plazo superar a los canadienses que tanto se prodigan por la isla para protegerse de su cruda etapa invernal.

Planta obsoleta

Pero el camino no va a resultar nada sencillo. Al margen de la apertura del vecino y, hasta ahora, gran enemigo. No solo porque será preciso multiplicar el número de instalaciones hoteleras y de camas. También porque será necesario acometer una profunda renovación de la planta existente, obsoleta y alejada de los estándar de calidad que exigen los turistas.

Una buena parte de la actual red pública de hoteles y restaurantes quedó anclada hace tres décadas y necesita algo más que una buena mano de pintura. La calificación en estrellas que reciben muchos de sus hoteles no está en consonancia con el estado de las instalaciones ni el servicio que prestan a sus clientes.

Asimismo, esto va a obligar a formar a más y mejores profesionales en el sector, que se puede convertir en el motor económico de Cuba en los próximos años o, al menos, en uno de sus sectores más relevantes.

Calidad

En cualquier caso, los cubanos debieran aprender de las experiencias acumuladas por otros destinos turísticos veteranos. Optar más por la calidad que por la cantidad. Poner en primer plano la renovación de la planta obsoleta y ser muy cuidadosos en la ocupación territorial, donde no todo vale.

Y saber afrontar inteligentemente los impactos del turismo. Un sector que junto a la llegada de recursos económicos va a suponer efectos medioambientales, desde la generación de residuos al incremento del consumo eléctrico o de agua, y también culturales.

Además, esos ingresos que el turismo proporcionará en el futuro, que esperan que sean muy superiores a los actuales, deben servir para una redistribución de la riqueza.

Hoy son los sectores vinculados al turismo (trabajadores públicos, pero también taxistas, dueños de paladares o protagonistas del creciente negocio del alquiler de casas particulares) los que se están beneficiando de la afluencia de visitantes. Personas que tienen mucho mejor nivel de vida que maestros, enfermeras, médicos u otros profesionales cualificados. Y que pueden estar convirtiéndose en una clase social emergente.

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