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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Boquerones

El exdelegado del Gobierno en Canarias, Enrique Hernández Bento. EFE/Ángel Medina G.

Carlos Sosa

Soria taponaba el libre albedrío. Durante diecisiete años ininterrumpidos el Gran Timonel achicó todos los espacios y proscribió cualquier disidencia para que ningún afiliado o afiliada, cargo público u orgánico, ningún meritorio o meritoria, becario o becaria se desparramara fuera del molde ni un solo minuto. Los que se creyeron independientes -y seguramente lo eran- pagaron con el destierro sus atrevimientos y hoy observan cariacontecidos el estreno de la democracia y la disidencia dentro del Partido Popular de Canarias.

Asier Antona, presidente interino en sustitución del dimitido José Manuel Soria (15 de abril de 2016, fecha histórica donde las haya) cuenta con el respaldo y el aliento de la dirección nacional del partido, que fue la que lo catapultó de la secretaría general en aquel momento de desconcierto provocado por los papeles de Panamá y la mala cabeza del omnipotente José Manuel Soria. En momentos así y ante decisiones de ese calibre, la organización se cuadró todavía disciplinada, acostumbrada a asumir sin rechistar las órdenes de la superioridad.

Hasta que empezaron las disidencias. Asier Antona no tardó en mostrar su decidido interés por convalidar su presidencia en un congreso regional de esos como dios manda, y aplicó algunos severos correctivos sobre los que creyó que se descarriaban, con lo que empezaron a aflorar las primeras discrepancias. Se llevó por delante al delegado del Gobierno, Enrique Hernández Bento, al que José Manuel Soria dejó colocado cuando hubo que evacuar deprisa y corriendo el Ministerio de Industria, y junto a él tomó posiciones en el palacete de la Plaza de la Feria hasta el jefe de prensa del dimitido presidente regional, el famoso Juan Santana, también conocido como Picudo Azul. Antona rompió el maleficio y los depuró a ambos, no sin un berrinche infantil y poco deportivo de Hernández Bento, que amenazó incluso con no constituirse en la toma de posesión de su sustituta, Mercedes Roldós, impuesta directamente por el mismísimo Mariano Rajoy.

Gran Canaria comenzaba a incomodarse. La isla donde el PP de José Manuel Soria cosechó sus más espectaculares resultados quiso desde ese momento hacer valer su pedigrí frente a la opción del palmero Asier Antona, con casa en Las Palmas de Gran Canaria pero sin pata negra debajo de esos gayumbos blancos que luce en Twitter. Al movimiento se sumaban algunas figuras históricas del sorianismo, como Águeda Montelongo (Fuerteventura) o Cristina Tavío (Tenerife), preocupadas por la ventolera latente de renovación que parece acompañar al nuevo presidente.

La reacción de Antona fue la de pacificar y sofocar rebeliones, pateando islas, ciudades y pueblos en una campaña de promoción que no parece que le haya ido muy mal, a tenor de las adhesiones obtenidas, la última de ellas de una docena de alcaldes este mismo jueves.

Todo parecía transcurrir con una relativa normalidad hasta que se empezaron a acercar los plazos para postularse de cara al congreso de los próximos días 17, 18 y 19 de marzo, y teóricamente ya le ha salido el primer contrincante, Juan José Cardona. El ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria ya ha dicho formalmente que se presenta, y acto seguido se ha disparado una suerte de vendaval a su alrededor generado no se sabe bien si por su propio movimiento o si es producto de la reacción del equipo de sus contrincantes.

De repente, acabado ya el riguroso luto guardo por la desaparición del gran hacedor, y apagada la cerrada ovación que le fue tributada en su despedida oficial del partido, la campaña precongresual consiste en desentenderse de la herencia dejada por José Manuel Soria. Los cardonistas acusan a Antona de actuar al dictado del ex presidente regional, de haber sellado con sus instrucciones precisas el pacto futuro con Fernando Clavijo. Los antonistas responden a los cardonistas con un “¿tú qué me estás diciendo, si se lo debes todo a Soria?” Y que lo diga Quique Hernández Bento, que jamás se ha presentado a unas elecciones y que hasta el último minuto en la Delegación del Gobierno actuó como un comisario político de su jefe, tiene bastantes bemoles, dicho sea con todos los respetos al doble sostenido. Del tiburón hemos pasado a los boquerones. Descorazonador.

Ridículo socialista en La Laguna

Mientras el Partido Popular en Canarias recuerda lo que es la democracia interna y la divergencia, en el PSOE parecen patos mareados desde que Fernando Clavijo diera por terminadas las hostilidades que inauguró nada más dar comienzo esta legislatura.

La moción de censura en La Laguna no termina de cuajar a pesar de la opinión favorable que no oculta el presidente de la gestora regional, José Miguel Rodríguez Fraga, al que solo falta tirarse de los pelos y darse cabezazos contra la esquinas ante su manifiesta imposibilidad de meter en vereda el partido que él mismo condujo al desquicie cuando decidió implicarse del modo que lo hizo en las primarias de 2015.

Este jueves, en el Ayuntamiento de La Laguna, tres de los cinco concejales socialistas votaron a favor de los presupuestos del Gobierno de Coalición Canaria. A ellos se sumaron los cuatro concejales del Partido Popular, allí liderado por el inefable Antonio Alarcó, partidario de un gobierno con Coalición Canaria ma non troppo. En total, 14 concejales, la mayoría justita, frente a los otros 13 que esperan a que en el PSOE se encienda una lucetita que les guíe por el camino de la cordura.

Las enmiendas fueron blindadas por la misma mayoría, y aquellas a las que Alarcó quiso votar para simular su cerrado acuerdo con el alcalde José Alberto Díaz, fueron retiradas hábilmente por Santiago Pérez para que el retrato no quedara en absoluto desdibujado.

Mientras, en el vecino Tacoronte, un tránsfuga de Sí se Puede (guárdame una cría) blindaba al alcalde de CC, Álvaro Dávila, en una demostración más de que a aquel famoso Tamayo hay que hacerle un hueco por la te en los manuales de politología. No muy lejos del PSOE de Tenerife, por supuesto.

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