Aquel viaje a Nueva York

Mauricio, al que la clase empresarial trata con tanto mimo hasta el punto de haberle llegado a calificar de “León y Castillo del siglo XXI” en aquel grotesco homenaje del hotel Santa Catalina, no dimitió como diputado cuando este periódico descubrió ese trato de favor en el hotel de su amigo, como tampoco se quedó colorado cuando lo descubrimos en Nueva York en un viaje pagado por los dueños de Veneguera para conocer la maqueta del proyecto de urbanización de ese enclave natural. Tampoco se cortó un pelo cuando explicó de dónde salió su chalet en Santa Brígida, cuyo solar cambió de mano tres veces el mismo día para que el entonces diputado lo pudiera comprar a alguien que no fuera la familia Lopesan. Ahora, Mauricio anda codo con codo con Soria tratando de mantenerse en el poder al precio que sea. El presidente del Bundesbank está ya en su casa.