Espacio de opinión de Canarias Ahora
Entender Canarias por Faustino García Márquez*
Ya no podré, pero comprenderán que a Pepe no le podía decir que no. No porque sea vecino y amigo, ni porque seamos concuños, que ya saben ustedes que eso de compartir suegros une mucho, sino porque también fue Pepe quien me inició en esto de los papeles, quien me obligó prácticamente a escribir y dibujar, desde el Mundo Canario al Conduto, desde Sansofé a Anarda, desde un libro de historia hasta una historia para cuasi setentones, desde el bar de Matos hasta la Academia Canaria de la Lengua. No hemos tenido vidas paralelas, pero hemos ido entretejiendo recuerdos comunes durante más de 40 años, que significan, en matemática alemana y si no me fallan los cálculos, bastantes libros, unos cuantas fanegas de artículos y columnas y montones de modos de ver y maneras, seguidos cotidianamente desde la coincidencia, alguna vez desde la discrepancia, pero siempre desde la admiración.
Y no podía decir que no, sobre todo, porque me lo ofreció pese a saber que no comparto su visión de la autonomía canaria, el puerto de llegada de este libro, hasta el punto de haber pertenecido un par de veces al gobierno regional o a la cosa que nos gobierna, con el utópico o simplemente insensato propósito de dejar cosas hechas y caminos abiertos.
Y esta disposición al diálogo, al debate y al regate es, posiblemente, el rasgo esencial del autor del libro y de sus criaturas periodísticas y literarias. Porque, al margen de concuñismos, amiguismos y complicidades ideológicas, Pepe no solo es un periodista ilustrado, brillante, comprometido y riguroso, sino también un hombre razonablemente apasionado y abierto como las amplias aspas de su molino corporal cuando discute. Es un lujo, un auténtico bien de interés cultural que no nos merecemos ni es capaz de apreciar esta sociedad aculturizada o ignorantada, que diría nuestro amigo Víctor.
Pero es que esta condenada sociedad nuestra es así: mientras a unos nos convierte en noticia por un simple acto de coherencia debida, a otros, como Pepe, se les pone sordina justamente por haber mantenido y mantener una coherencia continuada, constante y tenaz durante toda una vida. Una coherencia que le ha impedido adquirir conocimientos absolutamente imprescindibles hoy para hacer carrera periodística, como saber cuántos infantitos tienen las infantitas o cuantos pares de zapatos encarnados sin calcetines tenía en su armario el desventurado Jaime de Marichalar, frustrada esperanza blanca, como rey consorte, de los que anhelamos la 3ª República.
Pero vamos a lo que vamos, que es un libro. Esta noche hemos venido aquí a celebrar un nuevo libro de Pepe, un buen volumen que me hizo leer íntegro antes de editarlo, el muy periodista.
Un libro que trasluce meridianamente, pese a todo, una insólita faceta utópica en el pensamiento germánico, desconocida hasta por sus más íntimos lectores, como es esa pretensión de entender Canarias, nada menos. Aquí, en estas islas, hubiera yo querido ver a Tomás Moro fabricando al hombre nuevo subvencionado, a Campanella dibujando los planos de Playa del Inglés o a Saint Simon, Owen y Fourier construyendo comunas manufactureras en medio de los cercados. Fracasaron, claro que fracasaron, los muy totorotas. Jamás se les ocurrió leer a Boutier y Le Verrier y aprender cómo se monta un plan de colonización urgente. Gracias a aquellos dos abnegados frailes cronicones y su impagable herencia, nosotros sí que hemos conseguido entender la utopía y superar la contradicción entre campo y ciudad, mediante la obvia y simple medida de urbanizar el campo, asfaltar las veredas y llevar el tren de alta velocidad hasta el Juncal de Tejeda, si fuera menester.
Entender Canarias. ¿Cómo entender unas islas que diz que tienen las más floridas leyes ambientales y territoriales que en el mundo hubiera y si te digo, te engaño? ¿Cómo entender un jardín de las hespérides en el que los árboles no dan manzanas de oro sino bloques de hormigón? ¿Cómo entender unas islas afortunadas que llevan quinientos años jirimiqueando? ¿Cómo entender a unos nativos que nada más darles una blackberry aprenden lenguas y comienzan a decir unas cosas y a hacer las contrarias? ¿Cómo entender un país en el que unos persiguen infracciones, con la ayuda de los tribunales, y otros persiguen amnistías, para eludir a los tribunales? ¿Cómo entender un lugar en el que determinadas actitudes y actuaciones solo pueden explicarse, según el propio Pepe, culpando al pobre viento siroco que nos aflige? Pues exactamente de la forma que lo hace el libro: mirando atentamente hacia atrás, a nuestro pasado, a la historia del archipiélago, hasta llegar al presente. Y justo ahí, y solo en ese punto, es donde algunos nos paramos.
Me confieso parte de esa clase profesional o intelectual de la que Pepe afirma, con toda razón, que nunca ha querido encarar el problema del insularismo y el pleito regional. No lo acepto ni lo aceptaré nunca, por más que exista. Me acuso, por tanto, de regionalista utópico, y no culpo al siroco, sino a la deformación profesional y sentimental, por haber tenido la necesidad de estudiar el territorio de todas las islas y por haber tenido la oportunidad de atravesar Mencáfete y Tamanca, Seima y Guajara, Tirma, Cofete y los Ajaches. No niego que el sentimiento domine a la razón, pero también resulta aplastante, para uno, el imperativo racional de un futuro mejor para sus nietos, un futuro que algunos solo somos capaces de imaginar desde una visión integrada y única de Canarias, igual que nos empeñamos en trabajar por una sociedad mejor o por un mejor territorio, pese a la realidad. Y, para colmo, sin tener siquiera la posibilidad de consolarnos con el sueño de una nación atlántica propia, con áfrico y tagoror incluidos, porque nos lo estorba un izquierdismo recalcitrante y apolillado y nos lo impide una imposible y anacrónica condición de derrotados de la guerra civil, de ciudadanos de la 2ª República Española.
Pero tiene toda la razón Pepe cuando nos echa en cara que no hemos sabido o querido articular nuestro discurso desde y frente a la realidad. Porque no basta con pensar o sentir, hay que racionalizar, reflexionar, ordenar, documentar y articular el propio pensamiento, para poder comunicarlo. Y eso es justamente lo que hace de forma magistral este libro: una reflexión desde el apasionamiento contenido y el conocimiento acumulado de nuestra historia y nuestra economía. Una reflexión hecha desde la convicción profunda, desde el rigor y la argumentación encadenada, detallada y precisa.
Por éso este libro sirve para lo que proclama su atinado título y para bastante más. Sirve para entender Canarias, pero también sirve para entender a Pepe, y aún más para entender otras Canarias, otros pensamientos, otros disensos diferentes de los que encamina el libro. Unos y otros encontramos en él razones y argumentos clarificadores, datos e hilos conductores cuidadosa y coherentemente hilvanados, sabias advertencias a mareantes de esta mar complicada, atormentada, confusa y poco inteligible en la que debemos y queremos navegar, que pretendemos atravesar, no importa en qué dirección ni empujados por qué viento. Desde este pasado periodísticamente expuesto, desde ese recorrido histórico memorable, pueden arrancar otras miradas posibles hacia el futuro, pero este libro tiene el enorme valor de expresar una, posiblemente la más compartida, de una forma clara y directa.
Y esa forma de argumentar, expresar y documentar, nos permite, ahora sí, entender. Entender la estructura administrativa y política de la colonización, que no es fácil encontrar escrita en román paladino y sin excesos y compartimentaciones historicistas, eruditas y barrocas. Entender el papel de las oligarquías centrales y locales en la instauración y desarrollo de las instituciones canarias a lo largo de su historia. Entender la diferente razón y la manera de las burguesías de las ciudades dominantes del archipiélago, sus traumas sociales y la propia forma física de sus asentamientos urbanos. Entender a las islas periféricas y su resistencia secular al dominio de las centrales. Entender el papel de los cultivos ordinarios en la economía canaria y su acoso y derribo por los cultivos y las actividades dependientes del exterior. Entender el por qué de un criollismo inexistente y de una independencia inalcanzada. Entender las bases de nuestra historia moderna y contemporánea, desde 1808 hasta la autonomía y el imposible equilibrio de los tres niveles de administración pública canaria y de los 97 centros de poder que compiten por tan poco territorio. Entender la gestación y explosión de nuestro acervo económico y, sobre todo, administrativo. Entender el ocultamiento y la distorsión permanentes de nuestra historia y nuestra prehistoria, de nuestra propia realidad actual. Entender la existencia de los juegos de espejos que deforman nuestras figuras conforme va interesando a los dueños de la barraca de feria en que vivimos. Entender la imposibilidad de que la metrópoli, de que Madrid, entienda algo. Entender la minuciosa y apasionante disección histórica que hace el libro de un momento crucial de nuestra historia, allá por 1808, cuando tuvimos la oportunidad de ser americanos y nos quedamos para siempre varados en estas asoladas, asoleadas y asolaradas costas.
Para entender y convencer, para compartir la enorme pasión y el conocimiento de las Islas que destila este libro, para asumir o no su mirada del presente y hacia el futuro, para concluir que hay o no otras miradas posibles hacia adelante, otras lecciones posibles del pasado, para todo ello, ten-dremos que aprendernos este libro, tendremos que releerlo una y otra vez, tendremos que anotarlo y reescribirlo, tendremos que agradecer siempre una reflexión tan viva y tan precisa sobre el pasado, el presente y el futuro, que nos permite, que nos permita entender y expresar nuestra propia mirada, la propia reflexión de cada cual.
Gracias, Pepe, una vez más.
*Discurso de presentación del libro de José A. Alemán Entender Canarias, el lunes 24 de noviembre en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria.Entender Canarias
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