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Gaza: el cementerio de niñas y niños

Palestinos, huyendo de los bombardeos en Gaza.

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Asesinato tras asesinato. Da igual que sean adultos, ancianos o menores de edad. Da igual que sean viviendas, hospitales o mercados. Da igual de noche que de día. Todo da igual. Cualquier objetivo vale para justificar la matanza de civiles que está realizando Israel en Gaza bajo la excusa de su lucha contra el terrorismo de Hamas. En circunstancias así, siempre se recurre a la frase maniquea de los daños colaterales, el eufemismo que está en boca de militares y políticos para referirse a las muertes no intencionadas. En este caso, la realidad es otra, mucho más dolorosa y evidente: la población civil palestina es un objetivo claro y directo del Ejército israelí, cuya sangre baña un espacio reducido drásticamente a escombros, donde los bloques de viviendas se han convertido en tumbas de hierro y hormigón, bajo las cuales yacen aplastados los cuerpos inertes, supuestos terroristas que, de hecho, eran madres y padres de familia, hermanos, hijos, abuelas, todos con una historia única, aunque condicionados totalmente por la guerra. 

Sin presente, sin futuro. Gaza se ha convertido en una zona de exclusión donde sobreviven miles de personas hacinadas en unas condiciones deplorables, mientras parte de la comunidad internacional permanece impasible porque hay muchos intereses geopolíticos y económicos de por medio, basados en un apoyo directo a Israel como Estado artificial, que ejerce de tapón frente al países musulmanes considerados como enemigos de Occidente, sobre todo los etiquetados como islamistas. Cada país que abandera el discurso de la pacificación en esta zona se cree con el derecho a utilizar a los palestinos a su antojo, haciéndoles recomendaciones y estableciéndoles directrices de cómo deberían actuar para llegar a un consenso con un Estado que los mata indiscriminadamente. 

Ser palestino no significa ser terrorista. Esa población civil está atrapada entre dos frentes y sobre ella recae el peso de las decisiones y las consecuencias que tomen quienes abanderan una u otra opción, materializándose en una violencia sin tregua. A un lado, los sionistas, que defienden un Estado basado en raíces bíblicas, hacen gala de su nivel bélico gracias a la venta de armas de esa misma comunidad internacional, sobre todo por parte de Estados Unidos y Reino Unido, dos oportunistas interesados en este lucrativo negocio, ya que les aporta enormes beneficios a sus respectivas economías. Al otro, Hamas, la nueva fuerza hegemónica en Gaza: recibe financiación de Irán porque pretende contrarrestar la presencia judía en Oriente Próximo, teniendo en cuenta que ambos profesan el Islam chiíta, y que recluta jóvenes para sus milicias, desarrollando actos terroristas.  

Este genocidio al que estamos asistiendo de primera mano, y del cual hay constancia documental de una manera irrefutable, recuerda a otros como la guerra de la extinta Yugoslavia y el conflicto entre Uganda, Ruanda y Burundi, donde se dieron crímenes de guerra sin que nadie interviniese de manera efectiva para detener el horror que se estaba desarrollando. Amnistía Internacional no solo ha denunciado la actuación deleznable de Israel, sino que insiste en que no podemos obviar que Gaza es la mayor prisión al aire libre del mundo, producto del bloqueo terrestre y marítimo que dicho Estado viene practicando desde 2007, en contraposición a la llegada de Hamas al poder en ese territorio. Basta con tener en cuenta que la Oficina Central de Estadísticas de Palestina ha señalado que la población de Gaza se sitúa entorno a los 2,26 millones de habitantes, con una las mayores densidades de población del mundo, de ahí las condiciones infrahumanas a las que está sometida aquella y su dependencia de la ayuda humanitaria, con la cual se sigue lavando conciencias.

A este hecho se suma el escalofriante dato estadístico (para eso sí sirven los muertos) de que Israel ha asesinado a más menores de edad desde que comenzó esta nueva escalada bélica que en los últimos quince años (1434 menores entre 2008 y 2023). Según los últimos datos aportados Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), esa cifra era superior a 3450 menores de edad, lo cual ha llevado a que el portavoz de dicho organismo, James Elder, advierta que “Gaza se ha convertido en un cementerio de niños”, si bien sigue aumentando a medida que continúan los bombardeos indiscriminados israelíes. 

Da vergüenza cómo dicho país conduce a los palestinos dentro de Gaza hacia lo que llama zonas seguras, correspondientes a los supuestos enclaves dentro de la Franja que están fuera de los objetivos de sus bombardeos. Esto sí es un eufemismo y una actuación de manual de cómo castigar física y moralmente a los civiles hasta conseguir su anulación y erradicación de un territorio. Sí, como animales, como ganado que va directamente a un matadero. Juega con este mensaje a nivel internacional para transmitir un falso relato, basado en que su lucha está centrada en infraestructuras sospechosas de estar ocupadas por Hamas. Sabe que es mentira y no tiene que justificarse ante nada ni nadie. Esos objetivos son cualquier edificio, con lo cual toda la Franja es un objetivo en sí mismo, como todos los civiles, considerados potenciales terroristas. 

Asistimos a una limpieza social en toda regla. El marco normativo internacional de protección a la infancia y la Declaración Universal de Derechos Humanos son un estorbo. Por eso, se los salta a la tolera en su nueva oleada contra los palestinos para construir su tierra prometida. Esos menores están sometidos a un estrés sicológico de tal envergadura que sobre ellos se acrecientan sentimientos y sensaciones como el odio, la incomprensión, el pánico, el abandono y la ira. No me extraña que, con el tiempo y si logran sobrevivir a toda esta barbarie, acaben imbuyendo el mensaje de grupos como Hamas, sumándose así a la lucha armada como única vía para defenderse y hacer justicia. 

Los sionistas, que tanto aborrecieron el esperpento que sufrieron los judíos a manos de los nazis, se han puesto a su altura al practicar fórmulas de asesinatos en masa sobre un colectivo indefenso y totalmente abandonado a su suerte. Luego, señalan a otros como verdaderos causantes del daño y los añaden a su particular lista de organizaciones terroristas internacionales. Cada uno de esos niños y niñas asesinados es un paso más hacia un camino ya sin retorno donde no hay pretextos para conseguir un fin a cualquier precio. La vida no vale nada. Te das cuenta en guerras como esta donde se cercena con total impunidad. Gaza es un pozo donde se pudren miles de personas, con nombres y apellidos, y con tantas tumbas de menores de edad que alimentan una pesadilla que comienza con cada amanecer y se prolonga noche tras noche. 

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