En la polémica de los Amigos Canarios de la Ópera (ACO) estamos muy a gustito. Se corresponde tal posición a la que se adopta siempre que la condición humana conoce de situaciones enfrentadas suceptibles de ser analizadas con equidistancia. Y con independencia. Dicen que la eximia soprano Cristina Gallardo, en estos días en el ojo del huracán por su polémica con la directiva de la ópera, acudió el otro día a disfrutar de un buen solomillo y unos chorizos parrilleros al restaurante donde mejor los preparan de la ciudad de Las Palmas. Y dicen también que en la apoteósis de la cena, aún estando pachucha, entonó el mismo adagio que antes se decía de los Peñate, pero cambiando tan insigne apellido, por otro más urbano, conocido en los ambientes de la vela, la medicina, la construcción, el canto: “A la m... los Leones”. Y los León, que son multitud (dicen que en primos alcanzan la treintena) tenían en el mismo restaurante a una de los suyos. El comentario corre como la pólvora. Y esto es un polvorín.