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OPINIÓN | 'Una juventud frustrada', por Enric González

Un hombre noble, sencillo y trabajador

Aunque muchos sabían desde hace dos semanas que Carmelo Artiles se aferraba a la vida en el Hospital Insular y que las esperanzas eran pocas, a todos conmovió este domingo, a última hora de la noche, la muerte de este destacado socialista y apasionado grancanario. Fue una pieza clave en la política insular en los ochenta y en los noventa, y con la misma sencillez que trabajó por su isla y por Canarias, se apartó prudentemente cuando consideró que era el momento de ceder el paso. No se marchó a un destino dorado, ni pidió prebendas y reconocimientos. Cogió su carpeta, se la echó bajo el brazo, y regresó a su trabajo de abogado, el que aparcó en 1983 cuando los ciudadanos lo hicieron presidente del Cabildo. Noble, sencillo y trabajador, la amalgama de personas que este lunes lo acompañaron junto a su familia en el tanatorio de San Miguel delataban cómo y con quién se relacionó Carmelo Artiles durante sus sesenta y pico años de existencia. Será recordado como un gran presidente insular, quizás el primero de indudable extracción humilde, la demostración mejor de que la democracia había llegado. Estuvo siempre a la altura de las circunstancias, incluso cuando dejó escapar unas lágrimas de pena cuando fue apartado del cargo por una injusta moción de censura.

Aunque muchos sabían desde hace dos semanas que Carmelo Artiles se aferraba a la vida en el Hospital Insular y que las esperanzas eran pocas, a todos conmovió este domingo, a última hora de la noche, la muerte de este destacado socialista y apasionado grancanario. Fue una pieza clave en la política insular en los ochenta y en los noventa, y con la misma sencillez que trabajó por su isla y por Canarias, se apartó prudentemente cuando consideró que era el momento de ceder el paso. No se marchó a un destino dorado, ni pidió prebendas y reconocimientos. Cogió su carpeta, se la echó bajo el brazo, y regresó a su trabajo de abogado, el que aparcó en 1983 cuando los ciudadanos lo hicieron presidente del Cabildo. Noble, sencillo y trabajador, la amalgama de personas que este lunes lo acompañaron junto a su familia en el tanatorio de San Miguel delataban cómo y con quién se relacionó Carmelo Artiles durante sus sesenta y pico años de existencia. Será recordado como un gran presidente insular, quizás el primero de indudable extracción humilde, la demostración mejor de que la democracia había llegado. Estuvo siempre a la altura de las circunstancias, incluso cuando dejó escapar unas lágrimas de pena cuando fue apartado del cargo por una injusta moción de censura.