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Cuando Repsol se interesó por que Fernando Clavijo fuera el presidente de Canarias

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Dos de los cabecillas de la trama Púnica, de corrupción vinculada fundamentalmente al Partido Popular, lo mencionaron en las conversaciones intervenidas por la Guardia Civil: corría el año 2014 y había que conseguir que el siguiente candidato de Coalición Canaria a la presidencia del Gobierno fuera Fernando Clavijo, en sustitución de Paulino Rivero. El partido se disponía a celebrar su proceso interno de elección y aquel cambio convenía especialmente a la compañía Repsol, para quien esos dos cabecillas pretendían trabajar y, por consiguiente, sacarle las perras. Paulino Rivero había liderado entonces la más feroz oposición tanto política como social contra las prospecciones de Repsol frente a las costas de Lanzarote, una acción impuesta desde el Ministerio de Industria por el que era entonces su titular, el también canario José Manuel Soria, que infligía de esa manera y de otras más rastreras todavía, su particular venganza contra un Gobierno regional del que debió haber formado parte su partido, ganador de las elecciones de 2011. Ocurría en uno de esos extraños paréntesis que de vez en cuando se dan en la política de Canarias en los que Coalición Canaria no pacta con su socio natural, el PP, sino que lo hace con el Partido Socialista, por entonces liderado por José Miguel Pérez.

A favor desde La Laguna

Desde la Alcaldía de La Laguna, Fernando Clavijo ejercía agazapado su candidatura a la presidencia regional de la comunidad ungido por Ana Oramas, y desde allí mantenía una posición claramente favorable a las prospecciones petrolíferas. En diversos medios de comunicación, el hoy senador por la Comunidad Autónoma dijo que si se garantizaba la seguridad ambiental y se generaban empleos para Canarias, había que apoyar las prospecciones frente a las costas conejeras. Sus buenas relaciones con Soria y el empeño de su núcleo irradiador por reeditar ese pacto natural con los populares, aconsejaban esa posición. Luego no pudo ser porque CC y PP sumaban un escuálido 30, la mitad justa del Parlamento regional, lo que lo llevó a un pacto de tan solo doce meses de nuevo con el PSOE. Hasta que hubo mimbres suficientes para gobernar en solitario gracias al PP y al apoyo nada disimulado de quien luego fue y sigue siendo su amigo, Casimiro Curbelo, el líder de la Agrupación Socialista Gomera. Así que en este contexto en el que asistimos a un nuevo escenario de relaciones con Marruecos, provocado por el volantazo diplomático dado por Pedro Sánchez, suena un tanto pintoresco ver cómo Clavijo se coloca al frente de una oposición a las prospecciones petrolíferas y, además, contra las ansias expansionistas de Marruecos, país con el que precisamente jamás tuvo el más mínimo reproche mientras gobernó. Más bien al contrario. Veamos.

Aquel empalagoso viaje de 2019

En enero de 2019, efectivamente, Fernando Clavijo encabezó una visita institucional al Reino de Marruecos al más alto nivel, con visitas protocolarias y los correspondientes actos empalagosos. Según las crónicas de la época y los documentos que aún hoy permanecen en las webs oficiales del Gobierno canario, el entonces presidente llegó incluso a reunirse con el primer ministro alaui con el muy noble propósito de exaltar las relaciones de buena vecindad y reconocerle al anfitrión su lucha contra el tráfico de drogas y el terrorismo (sic). El viaje pretendió también restablecer el tráfico marítimo entre Fuerteventura y el vecino puerto de Tarfaya, frente al cual precisamente ahora se programan estas prospecciones, y fundar una de esas quimeras tan al uso en la época: el foro Canarias-Casablanca, del que nunca más se supo. Por supuesto, no hubo la más mínima mención a las aguas canarias o al conflicto con el Sáhara Occidental, ese mismo que tanto ha hecho a Clavijo y a los suyos rasgarse ahora las vestiduras por el cambio de posición del Estado español. 

Dos de los cabecillas de la trama Púnica, de corrupción vinculada fundamentalmente al Partido Popular, lo mencionaron en las conversaciones intervenidas por la Guardia Civil: corría el año 2014 y había que conseguir que el siguiente candidato de Coalición Canaria a la presidencia del Gobierno fuera Fernando Clavijo, en sustitución de Paulino Rivero. El partido se disponía a celebrar su proceso interno de elección y aquel cambio convenía especialmente a la compañía Repsol, para quien esos dos cabecillas pretendían trabajar y, por consiguiente, sacarle las perras. Paulino Rivero había liderado entonces la más feroz oposición tanto política como social contra las prospecciones de Repsol frente a las costas de Lanzarote, una acción impuesta desde el Ministerio de Industria por el que era entonces su titular, el también canario José Manuel Soria, que infligía de esa manera y de otras más rastreras todavía, su particular venganza contra un Gobierno regional del que debió haber formado parte su partido, ganador de las elecciones de 2011. Ocurría en uno de esos extraños paréntesis que de vez en cuando se dan en la política de Canarias en los que Coalición Canaria no pacta con su socio natural, el PP, sino que lo hace con el Partido Socialista, por entonces liderado por José Miguel Pérez.