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OPINIÓN | 'Una juventud frustrada', por Enric González

Tapar con agua el olor a salmón podrido

Les ha venido muy bien que Jerónimo Saavedra haya admitido a la primera haber cenado en París con altos responsables de la multinacional Saur, actual accionista de Emalsa y el principal damnificado empresarial por la sentencia que ha dado la razón a Canaragua en el conflicto sobre la privatización de la compañía responsable del abasto de agua en la capital grancanaria. Es cierto que Saavedra sostuvo esa cena, y así lo ha reconocido el alcalde sin titubeos. Y es cierto, por lo que parece, que en ella se abordó la búsqueda de soluciones al conflicto surgido tras esa sentencia. Lo que no es verdad, por mucho que lo quieran insinuar, es que el alcalde viajara a París invitado por Saur, por su representante en España o gracias a una oferta de una low cost. Lo hizo en un viaje institucional perfectamente claro, como saben en el extrarradio. Pero les viene bien insinuar un oscuro traslado para tratar de tapar el pestilente olor a salmón putrefacto que destila uno de sus protegidos de referencia, el vicepresidente del Gobierno, José Manuel Soria.

Les ha venido muy bien que Jerónimo Saavedra haya admitido a la primera haber cenado en París con altos responsables de la multinacional Saur, actual accionista de Emalsa y el principal damnificado empresarial por la sentencia que ha dado la razón a Canaragua en el conflicto sobre la privatización de la compañía responsable del abasto de agua en la capital grancanaria. Es cierto que Saavedra sostuvo esa cena, y así lo ha reconocido el alcalde sin titubeos. Y es cierto, por lo que parece, que en ella se abordó la búsqueda de soluciones al conflicto surgido tras esa sentencia. Lo que no es verdad, por mucho que lo quieran insinuar, es que el alcalde viajara a París invitado por Saur, por su representante en España o gracias a una oferta de una low cost. Lo hizo en un viaje institucional perfectamente claro, como saben en el extrarradio. Pero les viene bien insinuar un oscuro traslado para tratar de tapar el pestilente olor a salmón putrefacto que destila uno de sus protegidos de referencia, el vicepresidente del Gobierno, José Manuel Soria.